VALÈNCIA. Si usted es un profesional del diseño, seguramente no necesite una presentación para reconocer al entrevistado. Si no lo es, quizá tampoco. Ibán Ramón ha logrado colocarse como uno de los nombres habituales en el ámbito del diseño, rompiendo con la endogamia y estando presente en espacios inusuales para los profesionales de su ámbito. Ibán el de los carteles de las Fallas del Patrimonio de la Humanidad, el de la comisión Corona, el de los incontables premios ADCV y, también, el apasionado por la estética del periodo republicano y de la Guerra Civil, una obsesión que le persigue 30 años y que ha resultado en una envidiable colección de postales, carteles o publicaciones. Todo eso, y mucho más, conforma la identidad de un diseñador que, entre tantas cosas, fue conejillo de indias con la primera llamada a proyecto del Ayuntamiento de València y que, por cierto, hace poco más de 24 horas ha cazado dos premio Laus bronce. Hablamos con Ibán Ramón.
-En los últimos premios ADCV pasaste a ocho galardones, después de recibir seis en 2015. ¿Por qué crees que gusta tanto tu trabajo?
-No lo sé. Desde luego, procuro no perder nunca la idea de que el diseño es una herramienta de comunicación, no me vale si no establece un vínculo entre quien diseña o quien emite el mensaje y la gente que lo ve. Eso está presente en mi trabajo, no hay una pretensión continua de epatar con el resultado. Algunas cosas que hago estéticamente no me apasionan, pero creo que hay hacerlas del modo en que hay que hacerlas en cada momento. El objetivo de comunicación está por encima de lo demás, de mi personalidad o mis gustos. Al final, los premios son concatenaciones de casualidades.
-¿Existe la casualidad?
-De ganar ocho a ganar cuatro no va mucho. Algo habrá, claro, pero seguro que con otros jurados podría darse otro resultado. Desde luego todos los trabajos finalistas están bien y si hay una categoría plata es porque el jurado no lo ha tenido fácil. Hay que tomarlo con cierta tranquilidad.
-¿Cómo es un buen diseño según Ibán Ramón?
-La solución del trabajo debe referenciarse en el encargo y no en otro sitio. Cualquier buen diseño debe ser una respuesta a una definición previa dada por el encargo: si esto no es así no es diseño, es otra cosa. Incluso siendo otra cosa puede funcionar, pero no es diseño. La forma sigue a la función, que se dice en la Bauhaus. Que se note la autoría para mi no es una opción, el autor en diseño es inevitable pero es mejor cuando no se reconoce.
"el autor en diseño es inevitable pero es mejor cuando no se reconoce"
-El buen diseñador es el que cumple con la demanda, el que da respuesta a la necesidad.
-Sí, y cuanta menos información añada mejor, porque compite con la información importante. Por mucho que hablemos analizando un proyecto, al final el lenguaje visual está mucho más limitado que el oral, no podemos pretender decir con una imagen todo lo que se puede verbalizar. Podemos explicar y vender burras, pero en esencia hay que ir a lo básico. Por eso es importante esa parte previa a la formalización, un trabajo de síntesis de ideas, de organizar y jerarquizar para detectar la más interesante e ir de lleno a contarla.
-¿Se busca demasiado el factor shock?
-Una cosa es llamar la atención por ejemplo en publicidad exterior, que el medio lo requiere, pero pienso también que en el diseño hay que hacer las cosas con cierta normalidad. El hacer más gestos de los necesarios o ruido lo que hace es contaminar. Hay que apostar por lo sencillo, por llamar la atención solo cuando el mensaje o el medio lo requiera.
-¿Cómo es la 'selva' de imágenes de la calle de València en comparación con hace unos años?
-Ha mejorado sensiblemente. Los carteles de las marcas publicitarias siguen teniendo un nivel aceptable en general. Si hablamos de los institucionales, que en gran medida tiene presencia en la ciudad, ha cambiado no solo por la calidad, sino también porque existen. Antes muchas veces no se hacían, no se comunicaban las cosas. He oído la palabra esa de 'cartelitis', yo creo que no hay 'cartelitis', lo que pasa es que hasta ahora estaba desaprovechado. Hay mucho contraste entre una época en la que apenas se hacían y, si se hacían, no se difundían en el medio adecuado: el mobiliario urbano. Podríamos valorar si se hacen o no muchos eventos o actividades, pero lo que no es discutible es que lo se haga hay que comunicarlo. Además, ahora las nuevas dinámicas de contratación ha hecho que mejore mucho la calidad.
"Cuando hice el cartel de Fallas era consciente de que no estaba muy bien pagado"
-Fuiste el conejillo de indias con la primera llamada a proyecto del Ayuntamiento de València. Dos años después, ¿el sistema actual se da por bueno?
-No. Es el bueno mientras no haya algo que lo mejore, pero no es perfecto. Tal y como está no me vale. Las llamadas a proyecto han dado buenos resultados, no hay discusión, pero hay cosas a mejorar. Tienen que estar mejor dotadas económicamente. Cuando hice el cartel de Fallas era consciente de que no estaba muy bien pagado. Me metí en ese berenjenal conscientemente, de hecho estuve haciendo casi dos años imágenes. Yo no he entrado en muchas llamadas porque creo que no han estado bien pagadas. Una llamada para hacer una marca o cartel para la Generalitat hay que pagarla mejor.
-Con lo cual, ¿compensa?
-Si tengo que valorar el trabajo que hice en Fallas por lo que cobré desde luego no me compensa. Lo hice porque creo que era importante marcar un antes y un después y me volqué con aquel proyecto porque era necesario que hubiera por parte de los diseñadores una respuesta ante esta oportunidad que se nos ofrecía.
-Viéndolo con distancia, y siendo premiado el proyecto en distintas ocasiones, ¿qué ha supuesto ese trabajo?
-Es una campaña que tiene valor, sobre todo, si conoces el contexto de lo que son o de lo que eran. Fíjate hasta qué punto pienso que esa campaña ha cambiado en cierta manera las Fallas. Si logramos cambiar la mirada hacia las cosas, acabamos ganándolas en esencia. Creo que esa campaña iba a esa dirección, uno de los objetivos claros era conseguir mirar a las Fallas de otra forma por parte del resto de la ciudadanía, no solo los falleros. Sobre los premios, bien es cierto que no te los dan si no te presentas [ríe] A estas alturas no se los que tengo, pero a mi personalmente me da igual uno más, aunque es verdad que para quien te encarga es una especie de aval.
-En el caso de los carteles de Fallas, supone un aval a un proyecto que en su día rompió con la estética imperante.
-No solo estéticamente, yo creo que el cambio fundamental fue conceptual. Los carteles anteriores, al margen de que la calidad visual de algunos era muy deficiente, tenían un problema: qué se contaba con estas imágenes. Seguir diciendo después de 100 años que las Fallas son una llama... Cualquier marca sabe que para anunciar lo mismo cada año tiene que reinventarse, pensar qué puede aportar. Las Fallas de 2016 no son las de 1980, ¿en qué han cambiado? Eso lo tiene que reflejar la imagen. La gran diferencia de esta campaña con las anteriores es que tiene un gran desarrollo conceptual. El problema de los concursos es que al final está todo muy autoreferenciado, porque lo que se busca es dar con la fórmula para ganar. Yo mismo he participado en concursos hace años. Es verdad que es una posibilidad para la gente que empieza para darse a conocer pero ahora las llamadas suponen la misma o mejor posibilidad. Ahora alguien joven puede ir con su carpeta de trabajo y tener acceso a este trabajo, es más sensato. No quiere decir que sea con facilidad, pero nunca es así. Mucha gente dice eso de: 'es muy difícil' o 'siempre ganan los mismos'. No es verdad, hay nombres que se repiten, pero son muchos. Yo mismo he ganado la segunda ahora. Nadie lo tiene fácil para empezar.
-En el festival VLANC de hace algunas semanas decías: "Hay espacios interesantes en las Fallas, pero hay que participar de ellas". ¿Sientes que todavía tienes que justificarte por participar de ellas?
-Yo tenía muchos prejuicios también, de hecho al presidente de Corona que me encargó la falla de 2013 le costó unos cuantos años. Nos persiguió durante unos cuantos años. De hecho fue Dídac el que dijo que había que hacerlo. No me atrevía por esos prejuicios que tiene la gente del diseño y la cultura. Ahora hay más sensibilidad al respecto, la gente ha entendido que hay muchas formas de entender las Fallas, tantas como valencianos. No solo hablo de fallas experimentales, el abanico de posibilidades es enorme. Lo digo también porque es mi papel, si estoy aquí es para decirlo.
-Eres el mediador.
-Es lo que me interesa. No es que yo quiera definirme como mediador, porque hay mucha gente que hace esto. Desde luego sí me interesa que la gente de mi profesión vea estas posibilidades, gente que no encuentra interés en las Fallas vean que sí que hay. Me gustaría con esto recuperar la creación de la falla como centro de la fiesta, que no sé si se ha perdido, pero sí ha bajado su proyección. Lo que menos me interesa de las Fallas es la semana de fiesta, lo realmente interesante es lo que se da durante todo el año. Al final es lo que legitima la ocupación de la vía pública.
-¿Repetirías firmando una nueva falla?
-Sí, con seguridad. Tarde o temprano se producirá, quizá no con Corona, una falla convencional, ¿por qué no? Tengo mucha inquietud por lo que se puede hacer a partir de los registros convencionales, esa falla barroca con ninots muy elaborados. Con eso se pueden hacer muchas cosas que todavía no se han hecho.
-En el ámbito público, ¿son las instituciones museísticas más sensibles en este caso al diseño?
-Con el MuVIM, con IVAM y, sobre todo, con La Nau, no me puedo quejar en el trato. Se nota que están curtidos en trabajar con diseñadores, es todo mucho más fácil, saben cual es el proceso, entienden lo que se les presenta... Cuando hay un buen resultado no es casual. Es verdad que también aquí el aspecto económico es precario, se cobra menos de la mitad de lo que se pagaba hace diez años. Por lo demás es impecable.
-Tot està per fer. València Capital de la República fue reconocido por el Type Directors Club de Nueva York, un reconocimiento doblemente especial.
-Muchas piezas de la exposición son mías, las presté a La Nau. Creo que se me encargó un poco por eso, hice el de Renau hace diez años, saben que además de diseñador tengo esta otra faceta: documento, colecciono y busco material gráfico de la época de la República y la Guerra Civil. La imagen tenía la dificultad de tratar de ser contemporánea pero a través de un exposición con material de más de 80 años de historia. Es verdad que sabía muy bien de lo que estaba hablando.
-Es curioso enfrentarte a un proyecto como diseñador pero, también, cediendo fondos, ¿qué te interesa especialmente de la estética de la época?
-Evidentemente me interesa por la calidad de los trabajos de la época, más allá del fondo social y político, que también tiene interés, pero sobre todo porque es un tiempo irrepetible en el diseño en España. El compromiso de los diseñadores e ilustradores era máximo, no había filtros y eso se ve en los resultados. He oído a Carles Fontserè y algunos autores decir que les pedía un comisario una imagen a partir de un lema y directamente iban a la litografía y producían sin que nadie filtrara eso. Claro, los diseñadores, además de ser comprometidos, aprovecharon para hacer todo lo que pensaban que debían hacer.
"documento, colecciono y busco material gráfico de la época de la República y la Guerra Civil"
-A partir de ahí, ¿cómo llegas a la solución para La Nau?
-Más que de los carteles, referencia un trabajo invisible, el de los dibujantes de imprenta o tipógrafos. En las piezas de la época era habitual que algunos elementos tipográficos se geometizaran, las 'aes' se convertían en triángulos, algo que tiene que ver con el Art Decó. Pero a mí lo que me interesa es qué pasa cuando esto cala en la sociedad y empieza a pasar de las grandes estrellas de la ilustración a los trabajadores de imprenta anónimos que tratan de hacer un trabajo al gusto de la época. Sus recursos eran limitados, pero entre ellos tenían colecciones de figuras geométricas, pensadas para hacer orlas decorativas y que empezaron a ser utilizadas para sustituir algunos elementos tipográficos imitando lo que hacían los cartelistas. A partir de formas de plomo prediseñadas comenzaron a hacer membretes o marcas para comercios. La imagen de València Capital de la República hace referencia a eso. Traté de ponerme en el pellejo de un dibujante de imprenta del momento con la complejidad u objetivo añadido de tratar de ser contemporáneo.
-Algunas de tus piezas han estado expuestas en el IVAM, ¿es el diseño una expresión artística?
-No, pero eso no quita para que pueda estar en un museo. Limitar a aquello que se considera arte no tiene sentido, además de que hoy en día es una frontera difícil de definir. Hay muchas cosas en los fondos del IVAM que no son arte o no se concibieron como tal y se exponen porque tienen un interés museístico. El diseño forma parte de eso. Desde luego no hay una intención artística, en absoluto.
-Román de la Calle dijo en los premios ADCV que no es tarde para un museo del diseño y la ilustración, ¿cabe en València?
-Tiene sentido un museo del grafismo impreso, que incluye muchas cosas. El museo del cartel: desde luego. No hay que olvidar que València era uno de los centros de producción gráfico más importante, se hacían aquí los carteles de Fallas, Feria de Abril, de Toros de toda España... habían excelentes litógrafos, dibujantes de imprenta. Puede tener mucho sentido que esté en València porque, además de la situación actual, que es relevante, hay una historia que merece la pena ser documentada. Contenido no falta.
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