VALÈNCIA. Impuls cumple tres años como el colectivo de música electrónica más joven que ha ocupado la primera línea de la escena de techno underground valenciana. Son un grupo de amigos que han ido haciendo evolucionar una pasión personal en una marca de valor en la escena. “En Valencia obviamente el techno ya tenía una larga tradición, pero tras hacer el Erasmus, volvimos con la idea de traer ese otro tipo de música que habíamos escuchado fuera y que nos encantaba, pero que nos costaba mucho encontrar en la ciudad”. Al principio, la intención era sencilla: pinchar los temas que les gustaban frente a sus amigos. Sin grandes ambiciones: “No es que dijéramos en un principio que teníamos que aportar algo a la escena o que debíamos crear algo superimportante”, confiesan a este diario en una entrevista para hacer balance de sus tres años.
Así nacieron Flores, Adreno y Boytek, los tres DJs que forman el colectivo junto a María López, que se encarga del diseño. A lo largo de estos tres años, Impuls ha ido reprensando y madurando aquella idea superficial conforme veían que iba funcionando. Generaron escena y desde dentro la han ido observando y proponiendo. ¿Cuál es la marca de la casa? “Desde el minuto uno fue imprescindible que nuestras fiestas inspiraran buen rollo. Siempre hemos intentado que fueran espacios donde cualquier persona se sintiera cómoda”, señalan. Esa idea de inclusividad se tradujo en decisiones concretas: nada de códigos de vestimenta, minimizar el uso de fotos y vídeos, y centrarse en la conexión humana y la música como ejes centrales de sus eventos. “Queríamos que la gente viniera a conocerse y a pasárselo bien con la música”, agregan.
A lo largo de estos tres años, precisamente el colectivo ha ido reprensando y madurando aquella idea superficial conforme veían que iba funcionando. Generaron escena y desde dentro la han ido observando y proponiendo. ¿Cuál es la marca de la casa? “Desde el minuto uno fue imprescindible que nuestras fiestas inspiraran buen rollo. Siempre hemos intentado que fueran espacios donde cualquier persona se sintiera cómoda”, señalan. Esa idea de inclusividad se tradujo en decisiones concretas: nada de códigos de vestimenta, minimizar el uso de fotos y vídeos, y centrarse en la conexión humana y la música como ejes centrales de sus eventos. “Queríamos que la gente viniera a conocerse y a pasárselo bien con la música”, agregan.
Precisamente el enfoque en crear una atmósfera cálida y acogedora ha sido una de las razones de su crecimiento, al alimón de una labor similar que han llevado a cabo en los últimos años otros colectivos como Gordo o Sons, y que vienen también de una larga tradición de colectivos locales de música electrónica. En las primeras fiestas, el público era mayoritariamente su círculo cercano o seguidores que habían conocido el proyecto a través de Instagram. “Éramos muy pesados a través de Instagram con ciertas normas y valores que defendíamos, y de alguna manera eso se transmitía a la gente que venía”, recuerdan. En cuanto a la música, cada DJ tiene su matiz, aunque sí se diferenciaron entonces por explorar subgéneros más rápidos del techno y por ponerlos en contacto con otros géneros adyacentes como el hard groove.
Otro aspecto clave en su desarrollo ha sido el diseño, un pilar que han cuidado desde el principio: “Sabíamos que este aspecto sería importante. Queríamos que la gente entendiera que no solo era algo musical, sino una propuesta que también incluía diferentes expresiones artísticas”. Cada evento tiene su propio flyer, y la estética se utiliza como una forma de transmitir los valores del colectivo: “La música y el diseño tienen que ir de la mano”.
¿Y cuál es esa propuesta? “Optamos por una paleta de color súper colorida, juvenil. No queríamos tampoco encasillarnos en una estética muy underground, y muy oscura, que a veces el techno peca un poco de eso”.Tres hitos que definieron a Impuls.
En sus tres años de vida, el colectivo ha ido respondiendo a sus inquietudes pero también a la respuesta que le iba dando el público y a sus propias vidas. Culturplaza les pide que resuman esta historia en tres hitos.
El primer hito fue su primera fiesta en la sala Underland, un evento que marcó su debut en un entorno más profesional. “Tuvimos un recibimiento que no esperábamos ni de lejos. Estamos hablando de unas 80 o 90 personas, que puede parecer poco, pero para nosotros, que solo teníamos una controladora y unos cuantos temas, fue una locura”. “Fue una sensación que no sé si volveré a tener, esa conexión tan intensa con el público”, añaden.
El segundo gran momento llegó con la fiesta Impulsos Sonoros, en colaboración con el colectivo Sons, que les permitió dar un salto cualitativo y presentarse en un espacio icónico como Spook. “Era el 31 de julio, València estaba vacía, y pensábamos que sería la primera y última vez que haríamos algo ahí. Pero poco a poco las entradas se vendieron, llegaron amigos de Alicante y otras ciudades, y logramos un sold out”. Esa noche fue “mágica” no solo por la respuesta del público, sino por la conexión que establecieron con otro colectivo con el que después desarrollarían complicidades que han marcado a los dos grupos. “Fue como revivir nuestra primera fiesta, pero en un contexto mucho más grande y significativo”, explican.
El tercer hito fue su primera fiesta propia en Spook, ya de manera autónoma: “Que alguien como Spook confiara en nosotros y nos permitiera traer a un artista con un caché mayor de lo que habíamos manejado hasta entonces fue un antes y un después”. Ese día lograron atraer a un público más diverso, ya no era su círculo cercano ni mucho menos. Impuls funcionaba como marca y ya era reconocido en la escena, en un contexto en el que surgieron muchos colectivos a la vez: “Fue un punto de inflexión porque ya no era solo gente que nos conocía, sino personas que venían porque les gustaba nuestra propuesta musical”.
Junto a Impuls, la escena electrónica en València también ha vivido tres años de cambios acelerados y ha podido cambiar de etapa dos veces. Primero, la eclosión y puesta en valor del underground en los meses inmediatamente posteriores a la pandemia, que generó una agenda cultural estimulante que entrelazaba el techno con otras disciplinas de las músicas populares más periféricas; segundo, con la popularización del hard techno marcado por el sonido industrial a través de redes sociales, el público y la propuesta sonora ha vuelto a cambiar.
En esta escena que abordar, uno de los principales problemas es la falta de espacios adecuados para los colectivos: “En València hay pocas salas donde se puedan hacer eventos que duren hasta altas horas y que permitan desarrollar una verdadera propuesta”, comentan. Las restricciones y la escasez de lugares han obligado a los colectivos a buscar soluciones creativas. Desde sus inicios, Impuls ha organizado muchas de sus fiestas fuera del centro de la ciudad, en espacios como Underland, en Massanassa, o Zulu, en Aldaia. “Mover gente fuera de la ciudad es complicado. Tienes que convencer a personas que no te conocen de que merece la pena desplazarse, coger un taxi y apostar por una propuesta que han visto en Instagram”, relatan.
Por el contrario, soñemos. ¿Cuál sería la sala soñada para una fiesta perfecta de Impuls?: “Un club con techos bajos, capacidad para unas 200 personas, buen sonido, mucho humo y aire acondicionado”, señalan entre risas. Pero, sobre todo, lo que buscan es un espacio donde la propuesta musical sea lo más importante —una perogrullada que no lo es tanto en el contexto actual.
Sobre la nueva masificación del techno, que ya se podría diferenciar por su carácter comercial de lo que se escuchaba en València, analizan primero: “Se está viendo un auge, con mucha más inversión y más gente interesada en este tipo de música”. Pero también advierten del peligro de que esta moda se convierta en una burbuja que, al explotar, deje a la escena underground desprotegida: “Si no asentamos bien los valores que nos diferencian, corremos el riesgo de volver a una etapa donde todo quede relegado a lo más underground, sin apoyo ni inversión”.
El papel de las salas es crucial en este contexto: “Son las que deben apostar por propuestas musicales que vayan más allá de lo comercial y que atraigan a un público por la calidad de la música, no solo por ser tendencia”. En este sentido, destacan la importancia de mantener una identidad clara y de trabajar en colaboración con otros colectivos para construir una red que sostenga la escena a largo plazo: “Es importante que las salas no caigan en la trampa de priorizar solo los números y las modas pasajeras”. “La escena underground siempre va a estar ahí, pero es fundamental que trabajemos juntos para evitar que esta burbuja explote y nos deje sin espacios ni apoyo”, zanjan.
En este sentido, es paradigmático que tanto Impuls como otros colectivos estén mirando hacia un mismo lugar: más allá de lo local: “Queremos llevar nuestra propuesta fuera de València, pero siempre manteniendo nuestra esencia”, explican. Este paso no se trata solo de expandirse, sino de colaborar con otros colectivos con los que compartan su visión de la música electrónica (“Creemos que la mejor manera de crecer es trabajar con otros colectivos que compartan nuestros valores. No queremos competir, sino crear una red de apoyo mutuo que beneficie a todos”). En todo caso, se recuerdan a sí mismos que “Nos sentimos muy arraigados a esta ciudad y queremos seguir apostando por ella. Pero también es un buen momento para abrirnos a nuevas experiencias y aprender de lo que otros están haciendo”.
Valencia Techno Culture, Las Naves y València Capital del Disseny teorizan subjetivamente los puntos en común entre arquitectura y música. Los patrones fríos son golpes de bajos, a falta de clubs, la ciudad entera puede ser una fiesta