VALÈNCIA. Las banderas inglesas hondean a media asta. Sus monarcas –e iconos– se han desvanecido. Ya solo quedan sus símbolos. Nadie dudaría en que, antes de Madonna y Rosalía, ya lo fueron ellas a nivel internacional. Una con un estilo modesto, pero no sobrio, y la otra como madre del punk, hicieron que el mundo de la moda pusiera la vista en ellas. En sus pasos y movimientos cada vez que salían a la calle. Las persiguió la muchedumbre y eso, sin previo aviso, las coronó.
El último cuatrimestre del 2022 nos sorprendió con dos noticias que hicieron que el mundo se estremeciera: a principios de septiembre, Isabel II de Inglaterra moría en el Castillo de Balmoral, a cincuenta kilómetros de Aberdeen; el 30 de diciembre del mismo año, la diseñadora de moda Vivienne Westwood perdía la vida en su casa del londinense barrio de Clapham. Provocadora con la monarquía y con los Windsor en especial, Vivienne fue quien convirtió a la reina Isabel en un icono pop: en los setenta customizó su imagen en una camiseta, con alfileres de gancho cerrándole la boca, y así la exhibió como “un símbolo de la hipocresía”. Irreverente, lució ese diseño una y otra vez en público, y se vendieron copias por todo el mundo.
La soberana nunca se pronunció sobre el tema, pero a pesar de tener estilos y caracteres tan distintos, Isabel II tenía debilidad por Westwood y estaba secretamente encantada por haberse convertido en todo un icono de rebeldía moderno y punk de la sociedad londinense. Que hablen bien o que hablen mal, pero que hablen, dice el refrán. Quizá por eso, en 1992, decidió reconocerla por su contribución a la moda con la Orden del Imperio Británico. Y Westwood aceptó.
A la bola que representa el mundo y que es utilizada por algunas monarquías como símbolo de autoridad, la diseñadora le sumó los anillos de Saturno, en representación del pasado y futuro. Así, la creadora dio un nuevo logo para su firma que ha recorrido todos los rincones del mundo. Tanto le atraía la visión y atrevimiento de Westwood a la Reina que, en 2006, redobló la apuesta y decidió nombrarla Dama. Una, moría con el título de reina de la nación. La otra, lo hacía como reina del punk. Pero ¿qué nos enseñaron ambas?
Si algo nos han dejado es un estilo propio que nos habla de mucho más que de moda. Ya desde la adolescencia, la monarca demostró un estilo en el que reflejó una personalidad fuerte que la ayudó a definirse durante sus más de setenta años de reinado. Colores llamativos y alegres, total looks del mismo color, estampados dispares y auténticos con los que marcó tendencia en un sinfín de ocasiones e icónicos vestidos que han quedado para la posteridad de las tendencias y que nos hablaron de un estilo modesto, pero no sobrio. Tampoco era austero. Era perfecto, sin más.
Lo de Westwood en la moda empezó más tarde, cuando a sus treinta y seis años decidió abandonar su posición de maestra y enfrentarse al mundo a través de la moda. Hizo arder una sociedad que demandaba a gritos un cambio a través de su primera colección, hasta que en 1976 figuró como una de las veinticinco creadoras de moda más influyentes después de la Segunda Guerra Mundial, junto con Coco Chanel, Cristóbal Balenciaga o Azzedine Alaïa.
Ese año, las propuestas que había estado experimentando en los cinco años anteriores (pantalones bondage, suéteres de mohair que se deshacían...) prendieron fuego. Las camisetas estampadas con imágenes y eslóganes pornográficos, los vestidos rotos y los tops decorados con cadenas e imperdibles capturaron el ambiente rebelde del momento. Para ella, la moda no era vestir prendas, sino contar una historia y llegar a plasmar una idea. Porque la moda, aunque no lo parezca, nos presenta de forma especial y transmite una visión de quién y cómo somos. Y Vivienne eso lo hizo hasta el final.
Si algo nos enseñaron ambas es que el estilo no entiende de edades. Defendieron su forma de ver el mundo y expresarse ante él hasta su muerte, siendo dos versiones auténticas y completamente inversas que se rozaron en diversas ocasiones. Porque genio y figura, señoras y señores, hasta la sepultura. Tanto fue así que, cuando Vivienne fue invitada a recibir sus galardones por la realeza, lo tuvo que hacer sin bragas porque, como ella misma reconoció, no había encontrado ningunas acorde con la ocasión. La ocurrencia de la creadora despertó todavía más interés en la monarca, pues mientras que una fue un icono de rebeldía, la otra lo fue del orden.
Y así, sin más, el Reino Unido perdió a sus reinas.