VALÈNCIA. Un doctor sin “principios ni juramentos”, varias mujeres que no pueden tener hijos, un escenario apocalíptico y un teatro transformado en “balneario”. El próximo 29 de noviembre llega a La Rambleta la obra Cucaracha con paisaje de fondo, una historia ubicada en balneario perdido de la mano de dios donde van a “tomar las aguas” las mujeres que no pueden tener hijos. Una idea descabellada que ha hecho obtener a Javier Ballesteros el Premio Max 2023 a Mejor espectáculo revelación y también a Mejor autoría revelación. Una historia sobre el principio del fin, la maternidad y las crisis existenciales que mezcla tragedia, comedia y que se cuenta, en gran parte, entre versos.
En Cucaracha con paisaje de fondo, Ballesteros se centra en un relato que pone sobre la mesa la extinción del ser humano y la maternidad en un mismo plano. Una contradicción casi natural que provoca un choque entre las madres que acuden al balneario en busca de una “solución” para tener hijos, mientras el mundo que les rodea se desvanece: “En la obra nos interesaba reflexionar sobre la voluntad de seguir adelante y la necesidad del ser humano de reproducirse de una manera un poco cegada mientras su mundo se va acabando. Hablamos de la continuación de la vida, del mundo que dejamos a nuestros hijos y de la ecología sobre el escenario”.
En un espacio donde la reproducción parece el motivo final, Ballesteros habla de la maternidad como el lugar en el que todo empieza y todo acaba dentro de un panorama extremadamente hostil. Lo hace también para que el espectador se plantee esa pulsión por la descendencia en un mundo en el que nada tiene sentido. Que las mujeres acudan a un espacio tan peculiar para “intentar tener hijos” hace que el espectador intente averiguar en qué sistema viven y por qué mantienen la esperanza cuando, entre ellas, la crueldad toma un papel protagonista: “Hay un ejercicio muy fuerte de crueldad por parte de los personajes y de las cosas que se hacen entre ellas. Mostramos a mujeres que se tratan mal porque compiten por fines opuestos y, ahí, nos damos cuenta de que enseñar lo cruel en el escenario nos puede librar de practicarlo en la vida real”.
“Contamos esta historia para poder escapar de ella en el mundo real, para que el público sepa identificarla y sea consciente”, destaca Ballesteros, quien juega a este ejercicio de maldad en un espacio apocalíptico que podría suceder actualmente. Dotando a cada una de las madres de una filosofía totalmente distinta y enfrentada, el autor busca mostrar sus ideas como “una partida de ajedrez eterna” en la que se respira en parte drama y en parte comedia sobre una gran pregunta que se queda sin resolver: ¿Tiene sentido tener hijos en un mundo como este? El espectador es quien, desde la butaca, intenta asentar su propia opinión sobre este dilema.