CONVERSACIONES CULTURPLAZA

Jorge Carrión: "Jeff Bezos, Marie Kondo... Los prescriptores del siglo XXI ya no son lectores"

Contra Amazon funciona como una crítica al nuevo paradigma del consumo cultural instantáneo y una oda al factor humano de las librerías y las bibliotecas

16/12/2019 - 

VALÈNCIA. Jorge Carrión ha escrito dos de las mayores obras en defensa del libro y todo lo que le rodea, Librerías (Finalista de 41º Premio Anagrama de Ensayo) y Contra Amazon (Galaxia Gutenberg, 2019). El autor catalán dibuja un punto de inflexión en el que la economía de las plataforma amenaza el consumo cultural, tal y como se ha conocido hasta ahora. La productividad se ha comido el disfrute y la pausa, y la reflexión se ha perdido entre listas de reproducción y sugerencias automáticas. Al menos, eso desgrana en su ensayo, que tiene tanto de reivindicación económica como de romanticismo cultural. Hace unos días, presentó Contra Amazon en el marco del Aula de Cómic de la Universitat de València, y antes, atendió unos minutos a Culturplaza.

- El propio título del libro, Contra Amazon, cambia la perspectiva de tu anterior obra, Librerías, que era una oda a estos espacios. Ahora no vas tanto a favor como en contra... ¿Por qué este cambio de foco?
- En realidad, cuando publico Librerías en el 2013, Amazon no era poderoso en España, de modo que solo era un horizonte de posible amenaza que no se había concretado. En cambio, en el 2019, el contexto ha cambiado radicalmente: Amazon sí que es una amenaza, y yo sentía que el título del libro tenía que ser un manifiesto, una declaración de intenciones. No obstante, el libro en su conjunto sigue siendo una oda a las librerías, y expande su radio de acción también a las bibliotecas y al mundo del libro en general, incluido escritores o autores de cómics. Dedicó varios ensayos a Borges, por ejemplo, y un artículo a David B., que para mí es el autor de los mejores comics sobre el mundo del libro y las librería.

- Ninguna disciplina artística escapa de la tendencia a convertirse en producto de consumo rápido al que nos está llevando cierta industria. Pasa con el cine, a través de las plataformas,pasa con la música, que ahora se escucha por canciones y no por álbumes... ¿De qué manera se tiene que adaptar el libro a este camino?
- En efecto, se ha impuesto en el ámbito del consumo cultural un formato nuevo, que es el formato de la lista de reproducción y la tendencia del mercado cultural es a que consumamos los objetos culturales en términos de listas. Pasa con la música, obviamente, pasa con el cine a partir de la reproducción automática, y eso ya estaba en el libro a través de las antologías. Pero en efecto, el libro tiene otro tempo: otra velocidad que es más tradicional y más pausada y hay que ver hasta qué punto sobrevive en este nuevo ecosistema. Yo diría que lo que se va a normalizar va a ser una especie de doble ritmo de lectura: las píldoras de texto, los artículos de diarios y cierta poesía de consumo inmediato como la de Instagram se va a dar solo en la pantalla; y en cambio, el papel, que está recuperando cierto terreno, va a seguir siendo el formato de lectura de cierta literatura, poesía y ensayo que requiere una mayor reflexión y, que en mi caso, requiere subrayar con lápiz.

- Aunque expones a Amazon como la gran amenaza, realmente el libro parece que va incluso en contra de todo el sistema. Un sistema de consumo rápido y eminentemente neoliberal. Pienso, por ejemplo, en la figura de Marie Kondo, que no critica la compra libros, pero sí que aboga por deshacerse de ellos muy rápidamente.
- Marie Kondo o Jeff Bezos son ejemplos de prescriptores que no son lectores. Ha habido un cambio de paradigma después de milenios en los que los prescriptores de libros han sido lectores y personas cultas: desde Aristóteles, que inventa el primer sistema de ordenación de la biblioteca, hasta los críticos culturales o los profesores como Harold Bloom del siglo XX. Después de una tradición milenaria de gente que nos ha dicho que leer y cómo leer desde la cultura y el conocimiento, ahora de pronto Marie Kondo o Jeff Bezos nos dicen cómo leer o qué consumir sin ser grandes lectores. Pero no obstante, en mi libro, Amazon es una metáfora porque lo mismo está planteando Spotify, Netflix... Es el mundo de la economía capitalista y de las plataformas. Lo que yo defiendo en el libro es leer en papel, con calma, leer desconectado, pasear, viajar, conocer ciudades al ritmo que uno decida y no el que le decían en Silicon Valley.

- Durante el Black Friday, Amazon ofrecía descuentos de dudable encaje en la Ley del Libro. ¿Cómo se legisla contra estos gigantes?
- Lo primero es que Amazon no debería recibir ninguna ayuda pública para instalarse en ninguna ciudad española. Lo segundo es que hay que encontrar el modo, desde la Unión Europea, para que Amazon pagara impuestos en los países donde realmente está su zona negocio.

- Muchas veces las políticas públicas del libro van más en favor de las bibliotecas que de las librerías, ¿cómo calibrar esa convivencia entre espacios públicos y privados?
- Efectivamente, habría que considerar las librerías más importantes por su valor histórico y las librerías con más actividad cultural como, o bien patrimonio, o bien centros culturales y que así tuvieran acceso a subvenciones y a privilegios propios de las funciones de valor que cumplen. Yo creo que esa conciencia de que las librerías son importantísimas se está adquiriendo y lentamente van a acceder a ese tipo de privilegios que se merecen.

- ¿El precio de una publicación también tendría que englobar el valor humano? ¿Se debería empezar a entender que cuando te compras un libro en una librería, el simple hecho de ir, poder tocar los libros, esa conversación con el librero, ese descubrimiento... forma parte del valor del libro?
- Totalmente. Y también del precio. Por tanto, lo que tenemos que aprender es a pagar por la calidez, por la recepción, por la actividad cultural y recordar que las librerías pagan luz, alquiler, impuestos... y Amazon no. No paga impuestos, de modo que es normal que los libros cuesten un poco más de en una librería. Si no entendemos que igual que pagas la suscripción de Netflix o de Spotify, tienes que pagar la suscripción en forma de compra de libros de librerías, estas no son sostenibles. Es una cuestión de pararse a reflexionar en qué estás dejando tu dinero.

- ¿Decir que en España se edita demasiado es una excusa para justificar los bajos índices de lectura y consumo en el libro?
- Yo diría que hay un problema estructural y es que la lectura en la educación y el apoyo a la lectura no está bien planteado y que habría que resetear todo el sistema. Ahí sí que vamos a aprender mucho de Silicon Valley y de las plataformas, porque ellos han sabido inventarse un sistema alternativo, romper radicalmente con su tradición. Habría que encontrar el modo de estudiar al enemigo para inspirarnos en él y ver la forma de que desde preescolar hasta las bibliotecas y las leyes y las subvenciones encuentren nuevas formas de aplicarse para ser más efectivos.

- ¿Entonces no se edita demasiado en España?
- Yo diría que la pregunta es una falacia. El problema es que el sistema está mal. El sistema industrial de producción, distribución, visibilidad, acceso a las mesas de novedades en librerías, las compras de bibliotecas... Casi todo está mal planteado, y eso ha llevado a una inflación del número de publicaciones. Por otro lado, habría que ver cómo se están haciendo esas estadísticas y, por ejemplo, cómo se está midiendo la autopublicación. Habría que analizar bien eso, pero el sistema está caducado: tendría que replantearse entero y eso nos llevaría a decidir si realmente se está editando de más y si hay que cambiarlo.

- ¿Existe la clase media en la industria editorial? Parece que solo hay hueco para editoriales muy pequeñas, la autopublicación, y luego estos gigantes que son Planeta y Penguin, que están comprando y comprando lo que se entendía como la clase media del sector.
- Aún existen editoriales medianas como Anagrama, que aunque es propiedad de Feltrinelli,  actúa con una cierta independencia. Después hay sellos como Tusquets o Salamandra, que han sido comprando grandes editoriales pero prosiguen con suficiente autonomía. Yo creo que el sistema editorial español independiente vive un gran momento: lo que estamos negando Impedimenta, Libros del Asteroide, Candaya, Galaxia Gutenberg, Atalanta o Errata Naturae es de muy alto nivel.

- ¿El futuro de las librerías pasa por mantenerse como máquinas del tiempo de un mundo que se está yendo o pasa más por esa innovación a lo Silicon Valley, como decías antes?
- Las librerías tienen que aprender de las plataformas y de las grandes empresas de tecnología el no parar de inventar formas para que sigas conectado a lo que ellos quieren, y por otra parte hay muchas fórmulas que ya están en la tradición. Por ejemplo, la librería Antonio Machado nace en plena Transición y se basa en el apoyo de miles de socios a través de un sistema de suscripción, que es algo muy novedoso. Hay que encontrar un equilibrio entre mirar el futuro y aprender del pasado cuáles fueron las fórmulas que hicieron que las grandes librerías de la historia fueran tan exitosas y tan importantes.

- Tú que eres fiel defensor de descubrir cuidades, de pasear y visitar librerías, te pregunto por València. ¿Cuáles son tus filias aquí?
- Tengo muchas. València es una buena ciudad de librerías y en particular tengo amistad y relación personal con dos que me encantan y que siempre que vengo intento visitar: la Ramon Llull (Almudena hace un trabajo extraordinario) y Bartleby, que he conocido desde que nació.

Fuera de micrófono, la conversación sobre los libros y las librerías continúa unos pocos minutos. Se le nota romántico, y fruto de ello suelta otra frase para el recuerdo: "Solo sabes lo grande que es un librería cuando conoces a su librero".

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