VALÈNCIA. Es una obviedad decir que la realidad supera a la ficción pero en el caso de lo sucedido con la Iglesia palmariana -El Palmar de Troya- en los años sesenta en España lo es todavía más. Jamás nadie podría haber imaginado unos personajes tan extremos y bizarros en sus gestos y mensajes. Sus ocurrencias y destellos limitaban en lo paranormal y también en un grado de comedia que, en verdad, escondía un drama profundo: el de miles de familias que habían perdido a sus integrantes, víctimas de esta secta que todavía hoy persiste. Jorge Decarlini acaba de publicar en Libros del K.O. la crónica de aquellos años en un libro titulado ¡Milagro! Éxtasis y sombras en El Palmar de Troya.
-Jorge, ¿cómo descubre la historia y por qué comienza a indagar en ella?
-Si alguien me dice hace unos años que mi primer libro trataría sobre El Palmar de Troya y la Iglesia palmariana, le hubiese respondido que no pidiese la última cerveza, que mejor se fuese a casa. Sí es cierto que este tema siempre lo tuve en la recámara porque me pilla muy cerca y, como le sigue ocurriendo a todo el que pasa en coche por allí, alucinaba con esa imponente basílica amurallada a las afueras del pueblo. Quise ir más allá de los comentarios típicos y me pregunté quiénes eran realmente esos señores que viven ahí, cómo nació su organización, por qué triunfó y cómo es que, medio siglo después, todavía resiste en pie. El primer objetivo era documentarme para escribir una serie de televisión, un proyecto desarrollado junto a dos colegas guionistas, pero muy pronto me saltó la alerta periodística. Rebusqué en la hemeroteca, entrevisté a mucha gente y descubrí un material impresionante, una de las historias más alucinantes de la España reciente. Me pudo la curiosidad, la singularidad de los personajes y lo enrevesado de la trama. Y me pregunté: ¿cómo es posible que nadie haya contado esto como se merece, desde el germen hasta la actualidad, con rigor y atendiendo a sus imprevisibles ramificaciones? Ahí fue cuando me decidí a escribir este libro de no ficción.
-¿Qué tenía ese pueblo para que en él ocurriera lo que después pasó?
-En realidad, el escenario mismo ya resulta llamativo: un lugar sin ninguna tradición religiosa, al contrario, un pueblo levantado por familias represaliadas tras la Guerra Civil. La mayoría de los vecinos de El Palmar jamás creyeron en las supuestas apariciones que originaron todo, pero llegaron miles de visitantes y desataron la fiebre mariana. El caso podría haberse olvidado como tantos otros de la España milagrera de entonces, profusa en anuncios de apariciones, pero se convirtió en algo sin parangón por culpa de dos personas: Clemente y Manolo. Ellos se encontraron una cruz rudimentaria en mitad del campo, dos palos clavados entre unos arbustos, y lo convirtieron en una organización que desde Sevilla captó a miles de seguidores por todo el mundo, que los hizo multimillonarios y que acumuló un imperio inmobiliario repartido por los cinco continentes. La historia de cómo lo consiguieron es lo que se cuenta en este libro.
-¿Quiénes fueron Clemente Domínguez y Manuel Alonso? ¿Hubiera sido posible imaginar dos personajes de ficción más potentes que esos?
-Conformaban un tándem perfecto para sus propósitos. Clemente era joven y carismático, la cara visible, capaz de convencer a la gente de sus éxtasis y estigmas. Manolo, diez años mayor, era mucho más inteligente que él y actuaba como cerebro en la sombra: gestionaba las donaciones, porque a Clemente el dinero solo le interesaba para gastarlo, y fue el responsable de la expansión de la organización, así como de su ideario. Como autor, se me antoja imposible ingeniar y defender una historia así. La he recopilado de forma rigurosa y entretenida, pero los giros de guion de esta trama la convertirían en inverosímil si digo que me la he inventado yo. Y no me refiero solo a Manolo y Clemente, también he querido darle su sitio a varios personajes secundarios tan singulares que hubiese sido un pecado dejarlos fuera.
-El contexto en el que emerge El Palmar de Troya es justo en los años sesenta y setenta cuando la Iglesia católica debatía la renovación de la liturgia, ¿cómo influye esto en la creación de la secta?
-El mensaje primigenio no iba por esos derroteros, se limitaba a pedir fe mariana y oración, todo muy inocente. Tuvieron que pasar algunos años para que Manolo y Clemente se subieran a la ola tradicionalista de Lefebvre, esa que rechazaba el Concilio Vaticano II. Fue una constante en su gestión: improvisar, adaptarse a las circunstancias y salir victoriosos. Detectaron el creciente descontento entre algunos católicos, dejaron de sentirse representados por su Iglesia por la voluntad aperturista, así que les convencieron de que ellos guardaban el antiguo tarro de las esencias en El Palmar. Viajaron por todo el mundo y acumularon público en docenas de países. Fue entonces cuando radicalizaron su mensaje: Roma está prostituida, el Vaticano es un nido de marxistas, lo bueno era lo de antes. Eslóganes simples y potentes. Así lograron un rebaño fiel de extranjeros entregados, que fue lo que los hizo triunfar.
-¿Quién es dentro de esta historia Ngô Ðình Thuc y cómo fue posible que su ceremonia de ordenación durara cuatro horas y media?
-No exagero un ápice si digo que este libro transporta al lector a lugares que jamás sospecharía. Las conexiones de los palmarianos y su repercusión en diferentes ámbitos resultan, de verdad, impredecibles. El caso de Ngô Ðình Thuc es un buen ejemplo, aunque no el único: un arzobispo católico, hermano de una figura clave en la Guerra de Vietnam, el presidente de aquel país que terminó asesinado. ¿Quién puede imaginarse que ese señor acabe en El Palmar de Troya nombrando obispos a Manolo, Clemente y varios seguidores? Pues lo hizo gracias a un viaje surrealista del que me reservo los detalles. Ya en Sevilla, en plena Nochevieja, la ceremonia se completó con el máximo boato posible y duró hasta el alba. Al día siguiente se desató un escándalo sin precedentes en España, con una masiva atención mediática y un ruidoso debate sobre si la validez de las ordenaciones que llegó hasta Roma.
-¿Quiénes eran los fieles, aquellos que creyeron en estos Papas fuera del Vaticano? ¿Eran todos de clases bajas o necesitados?
-Al revés. El éxito palmariano radica, desde el primer momento, en gente muy pudiente, en la clase alta que financiaba su causa. Aquí no se cumple el tópico de unos pícaros aprovechándose de pobres ingenuos sin formación, al contrario: los vecinos de El Palmar, campesinos en su mayoría, se reían de los visitantes que llegaban. Manolo y Clemente, para hacerse con el control de aquello, pelearon contra personas influyentes, de familias importantes y bien situadas en la sociedad franquista, que habían acudido desde Madrid o Zaragoza como moscas a la miel. Más tarde dedicaron sus esfuerzos a convencer a gente de fuera, los tradicionalistas que decía antes, pero siempre del mismo perfil económico. Todavía sigue siendo así: este tinglado hoy lo sustentan extranjeros y no de clase baja, precisamente.
-Entre esos Papas estaba Clemente, quizás el más querido. Sin embargo, en el libro apunta que tenía una doble moral, pues denunciaba la homosexualidad en sus misas pero la practicaba en privado.
-Manolo y Clemente ejercieron un poder absoluto ante los suyos, que emanaba, decían, directamente desde Jesucristo. Eso les dio barra libre para, a la manera de otros muchos dirigentes que el mundo ha conocido, predicar una cosa y en privado hacer la contraria. Daban rienda suelta a su sexualidad aunque exigían votos de castidad a su ejército de sacerdotes y monjas, que además mantenían con un régimen frugal mientras ellos disfrutaban de los mejores hoteles y restaurantes, donde gastaban fortunas en juergas y comían y bebían hasta reventar.
-Explica en el libro que la Iglesia palmariana induce a sus fieles a tener muchos hijos. ¿Por qué? ¿Conoció a alguno de esos niños que creció en aquel ambiente?
-Lo hace por una simple cuestión de supervivencia: si cada matrimonio tiene ocho o diez hijos, como ocurre habitualmente, aumentan las opciones de que los palmarianos resistan. Intentan asegurarse las nuevas generaciones. Desde hace décadas hay niños que nacen y crecen en esa burbuja, aislados del mundo real. Algunos dejan de creer al hacerse mayores, pero abandonar a su familia, sus amigos y su vida entera es un golpe psicológico muy duro. Sí que he hablado con varios, cuyos testimonios recojo. Una de ellas es natural de Gandía; para los palmarianos, la Comunidad Valenciana y el Levante en general fue el principal caladero de fieles dentro del mercado nacional. En el libro se cuentan las andanzas de algunos representantes de esta zona.
-Algunas partes de su crónica son tan inverosímiles que producir cierta risa pero usted señala que, sobre todo, lo que ha existido es dolor.
-Sí, me lo comentan muchos lectores, que se han reído bastante. Eso lo logra la mera exposición de algunos hechos, aunque se haga sin subrayados. Yo era consciente de la comicidad de varios pasajes, con unos personajes que ejercen el que quizás sea el humor más gracioso: el involuntario. Por esa razón, en uno de los últimos capítulos, reitero lo que apuntas: no hay que olvidarse de que todo esto se edifica sobre el drama de muchas familias. Esta historia es el resultado de una mezcla casi imposible de géneros: paranormal, surrealismo, histórico, picaresca, crimen y atracos, judicial, económico, educativo… Pero, por encima de todo, es una tragicomedia.
-Finalmente, ¿qué es hoy la Iglesia Palmariana? Creo que no ha podido hablar con ningún miembro activo actualmente.
-Los palmarianos no hablan con la prensa desde 1977. Yo intuía que conmigo no iban a hacer una excepción, aunque lo intenté varias veces y recibí el lógico rechazo. Hoy, la Iglesia palmariana, al contrario de lo que pueda esperarse, es una organización que mira al futuro: ha abierto una página web, así como perfiles en las principales redes sociales y, tras mucho tiempo considerando internet un invento demoníaco, ahora lo aprovechan como filón propagandístico y recaudatorio. También, sorprendentemente, cuentan con más miembros que hace unos años, gracias a la operación retorno iniciada por su actual papa, el cuarto, de origen suizo. Me quedo con la opinión que me ha hecho llegar un lector: al terminar el libro te preguntas cómo pudo suceder todo esto, pero también cómo es posible que siga sucediendo.
Naufragios, obsesiones infantiles y criaturas marinas se dan cita en Ballenas invisibles (Barlin), el ensayo en el que Paula Díaz Altozano aborda la fascinación por los grandes cetáceos a lo largo de los siglos