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MEMORIAS DE ANTICUARIO

La Albufera y El Saler como pretexto. La mirada de los artistas al parque natural 

11/06/2017 - 

VALÈNCIA. No puede negarse que el lago de la Albufera y el mundo generado en torno al mismo ha sido y es una fuente de inspiración para muchos artistas, hasta el punto de convertirse en uno de los iconos de la cultura valenciana. Quizás sea porque la Albufera no es únicamente un espacio natural: estamos hablando de un pequeño universo de tradiciones y modos de vida. Pintores de toda índole, desde el más amateur hasta grandes artistas han visto en el lago, sus orillas, su arquitectura popular, artesanía propia y sus gentes un referente para su arte. El, antaño, enorme lago de agua dulce ya se consideraba cinco siglos atrás una singularidad geográfica en la península, como lo acreditaría el hecho de que el artista flamenco Anton Van den Wyngaerde (1525-1571) le dedicara una de sus fabulosas vistas a esa lámina de agua, otrora cristalina, que se situaba entre las afueras de València y las cercanías de Cullera. Y llama poderosamente la atención que una de las 62 vistas se la dedicase al lago, es decir a un paisaje, cuando prácticamente la totalidad de estas se refieren a ciudades. Para ello se situó imaginariamente a unos quilómetros hacia dentro del mar y otros tantos de altura, con el fin de retratarlo acorde con sus, por aquel entonces, enormes dimensiones.

Hay que decir que después de esta vista son escasas las obras en las que aparece la Albufera, y no es hasta entrado el siglo XIX cuando los artistas fijan la mirada en ella. Por ello, son verdaderas rarezas las obras en el Barroco que hagan referencia de forma directa o indirecta al mismo. La pintura de paisaje, no tan cultivada en España como en otros países, o el paisaje como un elemento más de los cuadros, (como en el caso de retratos o escenas de género), se ceñía a otros ámbitos geográficos y la marjal de agua y cañizo o las dunas del Saler no respondían al modelo imperante para este género pictórico que, en su caso, se centraba más en las tierras de interior.

Vista de la Albufera (1563). Anton Van den Wyngaerde
Grandes pintores que no se fijaron

Ya en el siglo XIX, y aunque cierta lógica nos pudiera hacer pensar lo contrario, no todos aquellos pintores del momento, que trasladaban a sus lienzos el “paisaje” costumbrista valenciano, se fijaron en este enclave. Joaquín Sorolla tenía el ojo puesto en la playa de la Malvarrosa- recuerdo, únicamente, un apunte con unas barracas, o la obra “Barca en un canal” expuesta por primera vez en València en el año 2011 en la exposición celebrada en el Museo de la Ciudad, “Miradas de la Dehesa y la Albufera”, propiedad del Museo Sorolla de Madrid. Tampoco otro de nuestros grandes artistas, Ignacio Pinazo, tan dado a la contemplación y traslación del paisaje valenciano a sus lienzos o tablas, tan atento a sus gentes y costumbres, se pronunció pictóricamente sobre la Albufera como escenario. Posiblemente alguien me corrija, pero no recuerdo ahora mismo una obra del gran artista de Godella sobre este espacio o situada en el mismo.

Joaquín Sorolla. Barcas en la Albufera
Artistas que sí lo hicieron

La Albufera se representa, por un lado, como un protagonista único, con una finalidad meramente paisajística y decorativa, y en otros casos como contexto en el que se desarrolla una escena en torno a la barraca o alquería, la pesca en el lago o el cultivo del arroz como motivos repetidos.

Sin duda Antonio Fillol (1870-1930), un pintor que-incomprensiblemente- fue más apreciado en vida que lo es en la actualidad, es el artista de entre siglos que tuvo más en cuenta las posibilidades que le podían dar este entorno y sus gentes. Se dice que mientras Sorolla pintaba la Malvarrosa, Fillol lo hacía con la Albufera. Fillol es un maestro a la hora de crear una fotografía pictórica de los modos de trabajo en el lago y los arrozales antes que lo hicieran otros artistas, e incluso escritores como Blasco Ibañez. No podemos evitar ver en sus cuadros, ejecutados en torno al 1900, un trasfondo social y una querencia a ennoblecer el esfuerzo y el trabajo, y no tanto dar una imagen idealizada y poco implicada.

Óleo de Salvador Abril
De esta época otro autor en el que podemos encontrar alguna obra de temática lacustre es Salvador Abril (1862-1924), artista coetáneo de Fillol y un maestro a la hora de pintar lo acuático, como se puede apreciar en sus numerosas marinas, género por el que es más célebre. Un par de décadas más tarde, Alfredo Claros (València, 1893 - Sueca, 1965), un artista considerado menor, a la sombra de los grandes maestros de su época y de final de siglo, hijo del Sorollismo, crearía a partir de este una figuración clásica aunque con una impronta personal. Su obra ilustra personajes y escenas costumbristas propias del mundo rural valenciano, sobretodo de la zona de la Ribera Baixa y de la Albufera y su marjal, ya que vivió prácticamente toda su vida en Sueca.

Joaquín Michavila. Óleo sobre lienzo de la serie del “El Llac” Modernidad 

El recientemente fallecido Joaquín Michavila (1926-2016), tras su etapa dedicada a la abstracción constructivista, fija su atención de forma casi obsesiva en el lago y en la marjal circundante, pero en ningún caso desde el punto de vista naturalista o realista, sino como un compendio de formas y colores en los que indagar para crear un mundo personal. Michavila ve en las luces e iridiscencias una excusa para proseguir el camino hacia la abstracción. Ahí se inicia su amplísima serie-una etapa que es parte importante de toda una vida- llamada “del Llac” o “la casa negra” y cuyo motivo repetido suele ser los reflejos en el agua de elementos arquitectónicos sencillos como casetas, o los carrizos de las orillas empleando para ello las más diversas técnicas (acuarela, óleo, lápices, ceras, collage) y con cierta tendencia hacia la abstracción.

Irregular en cuanto a los resultados obtenidos es la extensísima obra del galardonado acuarelista José Estellés Herrero (1929-2005), volcada en su gran mayoría a la albufera y al arrozal. Una visión amable, casi devocional e idealizada, que ha decorado numerosas casas burguesas de la ciudad de València y su área metropolitana, pero que en muchos de los casos no ha soportado el paso del tiempo. Otros artistas importantes que de forma ocasional se han acercado al sur de la ciudad son Juan de Ribera Berenguer (1935-2016 ), Genaro Lahuerta (1905-1985) o Pedro de Valencia (1902 -1971).

La dehesa y sus dunas

Si hacemos referencia a la Albufera, no podemos desligarla de otro ecosistema vecino como es el Saler ya que ambos forman prácticamente una unidad en el imaginario colectivo. Un lugar, el de la duna, en contacto con el mar, y en constante cambio debido a su especial morfología, la acción del viento y su particular vegetación, y que ha focalizado la mirada artística. Ese permanente cambio en forma y color lo capta a la perfección la obra del gran retratista del Saler que fue sin duda Francisco Lozano (1912-2000), artista que estudió como nadie la enorme paleta de color que ofrece la peculiar vegetación dunar. Muy destacable es también la mirada menos colorista, pero más luminosa, de Francisco Sebastián (1920-2013) hacia este espacio natural tan sorprendentemente cercano a la gran urbe pero que a su vez, afortunadamente, nos aleja de la misma.

Francisco Lozano, Dunas del Saler  


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