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‘Orientalismos’, en el IVAM

La apropiación cultural entiende de fronteras

6/03/2020 - 

VALÈNCIA. Un anuncio. Año 1930, Cervezas ‘La Mezquita’. Un hombre árabe sostiene una espumosa jarra. Lema: “El Corán lo prohíbe, pero es tan exquisita…”. Retrocedemos en el tiempo. Año 1900, Exposición Universal de París. La visión castellana del pabellón de España desilusionó a unos franceses que esperaban más “toros, gitanería y moros”. Para compensar, se creó Andalucía en el tiempos de los moros, un “parque temático” que cumplía con los ‘deseos’ europeos. Y así hasta el infinito. Las representaciones realizadas desde Occidente sobre Oriente son muchas, aunque en gran medida responden a un mismo relato visual que ha acabado por formar una narrativa que uno no sabe si se acerca más a la realidad o a la ficción. Sobre esta cuestión reflexiona Orientalismos, la nueva propuesta expositiva del IVAM, comisariada por Rogelio López-Cuenca, Sergio Rubira y Mª Jesús Folch, que busca indagar en la construcción del imaginario de Oriente Próximo y el norte de África a través de aquellos productos culturales –pintura, cine, publicidad o cómic- que han ayudado a configurar esa imagen.

El proyecto parte desde el punto de vista histórico de las campañas napoleónicas en Egipto y desde el punto de vista intelectual de Orientalismo (1978), un texto de Edward Said que buscaba realizar un inventario de las “huellas” que dejó en él una cultura “cuya dominación ha sido un factor muy poderosos en la vida de todos los orientales”. A partir de aquí, una sucesión de imágenes que nos transportan a un mundo que, en cierta medida, puede resultar más conocido para los europeos que para aquellos a quienes supuestamente representa, una visión reduccionista que responde a una lógica de mercado y/o a una narrativa más propia de la ficción. Porque la apropiación cultural no es cosa de Rosalías o Madonnas, sino que forma parte de un sistema que engulle con fuerza aquello que no le es propio, especialmente si se trata de un territorio sometido. De clichés y estereotipos va la cosa. En este caso, el de la exposición, la apropiación va de la mano de la representación, en una extraña relación que pasa por moldear la visión de Oriente y, también, por reflejarla de una manera poco intervencionista, una tensión que casi siempre se resuelve optando por la primera de las opciones.

De esta forma, la exposición abre con un viaje al siglo XIX, una sección que descubre a un Sorolla poco conocido, aquel alejado de las playas y los atardeceres mediterráneos, con la pieza Moro con naranjas, y muestra piezas exquisitas como el Fumador de Kif del alicantino Emilio Sala y Francés. Estas piezas son algunas de las aproximadamente 660 que dan forma a la muestra, que suma obra de unas 70 instituciones, como el Museo del Prado, Centre George Pompidou, el Thyssen, Musée d'Orsay o el Victoria and Albert. En el ámbito de la pintura, no son pocos los grandes nombres que salpican las salas, como Picasso o un Henri Matisse marcado por su viaje junto a Francisco Iturrino a Tánger, entre 1911 y 1912, un viaje que, sin embargo, no difuminó las ideas preconcebidas sobre el país sino que reforzó el discurso ideológico y estético sobre Oriente. Mención aparte para la sección española, que cuenta con pinturas de marcado carácter homoerótico de Gabriel Morcillo. Por cierto, expresó, Rubira, uno de los pintores favoritos de Francisco Franco. No es la única vez que el dictador está presente en la exposición, cuya figura también está reflejada en los ejemplares del semanario satírico La Traca, que también lo dibujaba como hombre homosexual seducido por marroquíes, chistes por los que acabó siendo fusilado el director de la revista, Vicent Miguel Carceller.

“Siempre es necesario poner en cuestión las imágenes que nos llegan y reflexionar. Ahora más que nunca, cuando hay un tipo de pensamiento que esta tomando fuerza”, reflexionó Rubira durante la presentación de la muestra, que se puede visitar hasta el 21 de junio. Es la especial relación entre “lo español” y “lo oriental” una de las claves de la exposición, por su especial relación con Marruecos, un apartado que el propio Edward Said lamentaba no haber incluido en su texto original. En este sentido, los comisarios recalcaban esa relación tanto en la creación de una identidad española –“nosotros somos lo que no son ellos”- como en la gestión de la herencia árabe, que se “hiperorientaliza”, aunque con fines turísticos, nadando entre la realidad recibida y las ensoñaciones vinculadas a Las mil y una noches. Esto se comprueba en algunos de los carteles mostrados en el museo, impulsados por el Patronato Nacional de Turismo y Dirección General de Turismo, unas “estrategias de neutralización” que llegan hoy en día con festejos como Moros y Cristianos.

"Esta exposición habla más de nosotros mismos, de nuestros miedos y anhelos, que de Oriente", recalcó Sergio Rubira. Es por esto que el recorrido, partiendo de la base de que el imaginario occidental sobre Oriente está plagado de prejuicios, clichés y lugares comunes, parte de una pregunta, tal y como explicó el director del museo, José Miguel G. Cortés: “¿Cómo se han construido estas imágenes?”. Este viaje pasa por creaciones pictóricas, pero no solo: también la moda o el cine juegan un papel clave en la interpretación de estos códigos en las masas. Así, el recorrido pasa por los trajes y escenografías de los Ballets Russes, que marcaron la moda orientalista de la primera parte del siglo XX, con los turbantes o chilabas como elementos de lo más chic, para llegar, también, a 'El orientalismo soviético': una sección prácticamente "inédita" que exhibe la propaganda política dirigida a países musulmanes en la que se subrayaban los elementos exóticos y las poses exageradas y teatrales. Los orientes se dan cita en el IVAM.

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