El Teatre Principal acoge del 11 al 13 de marzo un drama familiar digno de telenovela que ocurre en La casa del dolor, una producción del Teatre Nacional de Catalunya con la colaboración del IVC
VALÈNCIA. Juli no está, Juli se fue, y tras su marcha dejó muchas dudas por resolver y algún que otro trauma en lo que supuestamente era una familia perfecta. Al principio todo parece desarrollarse con normalidad, padres y hermanos de Juli se reúnen para celebrar que por fin este ha logrado acabar la carrera de piano, sin embargo él no aparece. Esta situación hará que todos y cada uno de los personajes afronten la situación de una manera diferente, el padre se lanzará a buscarlo, su hermana decidirá encerrarse en sí misma y la madre tendrá que enfrentarse a sus demonios por primera vez en mucho tiempo. Entre medias de todo esto aparecerán varios personajes, interpretados por el camaleónico Antonio Escámez, que harán que los familiares se planteen cuestiones básicas sobre la familia, su unión y cómo son en realidad.
Escámez aparece en forma de espíritu, en personificación de Juli y de otras formas que hace que los personajes que le rodean se planteen como les va a cambiar la vida lo sucedido. Lina Lambert, quien interpreta a Cecilia la madre de Juli, desvela que su personaje debe afrontar los espejismos para darse de bruces con un muro, y tener abordar situaciones críticas de una vez por todas, esta vez sin la presencia ni apoyo de su hijo predilecto. Lo que parecía una familia modélica se descubre a través de sus fantasmas, el equilibrio desaparece y el dolor hace que las peores partes de cada uno salgan a relucir. El valenciano Víctor Sánchez escribe y dirige esta obra entre València y Catalunya ya que esta nace en el tercer laboratorio de dramaturgia Ínsula Dramataria del IVC y da el salto al escenario a través de la producción del Teatre Nacional de Catalunya.
“Las reuniones en el teatro cuentan una historia que casi siempre acaba mal”, sentencia Sánchez, quien ya provocaba un escenario similar con Nosotros no nos mataremos con pistolas, obra con la que se alzó con el Premio Max al mejor texto revelación y que ahora podrá verse en el Festival de Málaga gracias a la adaptación cinematográfica de María Ripoll. Para el director las reuniones son el punto enclave en el que pasan las cosas, muchas veces malas, en sus talleres de creación propone a los actores y actrices una pregunta: “¿Y si sale bien?”, tan solo como ejercicio mental para visualizar qué pasaría si todas las historias fueran del color de rosa: “A partir de ahí se puede trabajar mucho mejor desde el punto de vista de la dramaturgia, ayuda a ver que las cosas a veces son como tienen que ser”. A pesar de que el escritor confiesa que no es consciente de que es una situación que se repite como factor común en varias de sus obras, ya que en Nosotros no nos mataremos con pistolas se aborda el tema de una reunión familiar con el foco en una pérdida de una amiga y en La casa del dolor la desaparición es el eje del drama familiar, sin embargo se tejen en espacios diferentes: “La casa del dolor parte de la unidad doméstica, mientras que Nosotros no nos mataremos con pistolas enfrenta a un grupo de amigos a pasar 24 horas juntos en una unidad de espacio y tiempo total”.
La pérdida sin embargo sí que es una constante en las obras, pero en esta obra se pone el foco total en la manera personal de afrontarlo de cada uno. Lambert, quien interpreta a Cecilia como la madre de Juli, desvela que se ve obligada a enfrentarse a la idea de que proyecta sus deseos y proyecciones en su hijo, que una vez desaparecido deja al descubierto la realidad: “Todo lo que ella querría ser se desvanece junto a Juli, y solo queda un espejo en el que mi personaje se ve obligada a verse y analizarse, y en estos casos un reflejo resulta siempre algo desagradable”. Todos se tienen que conocer a sí mismos, un paseo por el infierno que les enfrenta a preguntas existenciales como “¿Quién soy?” o “¿Qué hago aquí?”. Otro de los personajes que debe hacer esto es Júlia Genís, quien representa a la hermana de Juli llamada también Júlia, quien solo se parece a su hermano por el nombre: “Mientras en Juli todos proyectan sus ilusiones y fantasías en Júlia nadie focaliza nada, ella es la oveja negra”, aclara Genís, “en Juli mi personaje ve todo lo que no tiene, es por ello que este viaje le viene bien para obligarse a enfrentarse a sus traumas a través de un viaje mental”.
Finalmente este relato se compone a su vez durante la pandemia y con un elenco mixto que ahora visita València aunque la obra nació en Catalunya. Esta creación híbrida también sufrió una “reunión peligrosa” ya que durante la realización de los primeros ensayos los actores tuvieron que cesar su actividad debido a un brote de coronavirus en el grupo y se vieron afectados, generando en cierto modo una obligación de cercanía entre ellos. Así pues la idea de La casa del dolor fue totalmente real, y les obligó a pasar una pequeña desaparición acompañada de retrospección propia. Y es que al final es de lo que trata la obra, de como un conflicto obliga a que los individuos se contemplen a sí mismos en retrospección con lo que les rodea y sobre todo en un espacio delimitado, que obliga al individuo a dejar al descubierto todo lo que ha obviado en relación con otros, y en el caso de una familia perfecta les fuerza a desdibujar los límites entre lo que es la imagen de puertas hacia fuera y la realidad, que se vive hacia dentro.
La producción de LaZona y Teatro de la Abadía se podrá ver del 2 al 4 de febrero