Una nube lluviosa, un sol y un plan enarbolado con las dos manos. Las de Elena López Lanzarote, miembro de la generación ‘regreso’ que acaba de abrir su nuevo espacio
VALÈNCIA. Cada vez que el bajo de un barrio antiguo reabre sus puertas y deja pasar la luz, un gato nace y la vida resulta más armoniosa. Es lo que ha sucedido desde hace pocas semanas en la demarcación de la calle Corona de València, a su paso por el número 41. Plou Estudi, además de disputar el combate contra la penumbra urbana, ha llegado para encargarse de otras cosas.
Una nube lluviosa, un sol y un plan enarbolado con las dos manos. Las de Elena López Lanzarote (aka @unamesa), profesional de la pintura y la cerámica, profesora, que forma parte de la generación ‘regreso’. Hace tres años volvió desde Barcelona. Fue allí donde comenzaba a darle vueltas a la idea de tener un espacio donde trabajar con la cerámica, pero también un núcleo expositivo disciplinas y artistas distintos, donde mostrar los resultados de sus respectivos procesos creativos. Todo lo que sucedió desde entonces certificó la necesidad de sumar la producción con la enseñanza artística; poner a conversar la pintura y la cerámica con el resto de escena cultural de la ciutat.
Desde el paso a pie de calle por Corona puede intuirse ese momento fundacional en el que Elena López ve crecer sus piezas: “normalmente trabajo a partir de planchas de loza o de gres, así que cuando tengo recortados los planos de la pieza y empiezo a levantarla es cuando se empieza a ver la forma tridimensional, cuando cobra sentido lo que tenía en la cabeza o había dibujado en una libreta. Ese momento en el que ves qué estás creando es brutal”.
Además de la propia creación artística, hay en un caso como el de Plou una pertenencia doble a una cadena de valor. La que se conecta con el espacio inmediato y la que lo hace respecto a una red productiva.
Respecto a la primera, Plou parece encajar instintivamente con un contexto inclinado a favor. El entorno de la calle Corona como microcosmos. “Tenía claro -refleja su responsable- que quería estar en el barrio del Carmen. Me gusta que sea céntrico y al mismo tiempo muy barrio de siempre y me daba la sensación que podría tener una buena acogida, por la apuesta de Plou por mezclar lo tradicional con lo contemporáneo a través de técnicas y procesos artísticos de siempre. Pero el azar entró en el momento que me mostró el local vacío y me enamoré tanto del espacio diáfano y con mucha luz como de la calle, en la que no dejan de pasar cosas: la Falla Corona, la tienda de BBAA Tot en Art, el alfarero de toda la vida Paco, el museo de la Beneficencia... qué suerte”.
Justo en este punto que ahora se abre a la creación, había un almacén del bar-restaurante adyacente (Racó el Falleret), durante mucho tiempo sin que se subieran las persianas. “Muchos vecinos al pasar me cuentan que no recuerdan haberlo visto nunca abierto”.
La segunda conexión tiene que ver con el valor cerámico en el momento València. Si un espacio como Plou emerge, es por un coalición de factores. “Siempre ha sido una ciudad con una fuerte tradición cerámica pero es verdad que desde hace un tiempo está habiendo un boom. Hay muchísima gente que quiere probar a mancharse las manos de barro. Para mí, dentro de la ciudad, el taller de cerámica por excelencia es Cuit. Tanto por el espacio en sí, que es bonito y está muy bien organizado y equipado, como por el estilo de la marca que han creado Patricia (Soriano) y Celia (Collado), unas profesionales y unas muy buenas comunicadoras. En Barcelona, El Diluvio Universal, siempre ha sido un punto de referencia para mí. Lugar de trabajo de la ilustradora Elisa Munsó y espacio de galería donde he tenido el placer de exponer. Además de ser un poco casa, porque Elisa es una gran amiga, siempre me ha atraído esa sensación de tranquilidad y libertad creativa que me generaba y que me encantaría trasladar a Plou”.
Con la luz a favor, las mañanas están reservadas a la producción propia, ya sea personal o encargos, y a la tienda. Las tardes a los cursos y también a la tienda, abierta durante todo el día. Y los fines de semana a los talleres y las inauguraciones de exposiciones, cambiantes cada dos meses.
Cada vez existe también una mayor sensación de que en el proceso cerámico no solo prima la finalidad de obtener resultados, sino la propia adquisición de habilidades en ese mientras tanto. “Los tiempos de producción de cualquier pieza cerámica son muy lentos, hay que aprender a ser paciente y respetar cada paso”, recomienda Elena López. “Se ha de tener en cuenta que el error forma parte del proceso, hay que integrarlo dentro de la práctica creativa para aprender. Hay muchos aprendizajes, además de la propia técnica, y creo que eso también le atrae a la gente”.
Desde la mirada más personal, ella, tras Plou, trabaja a partir de formas básicas, colores primarios, lenguaje abstracto. “La cerámica me ha abierto puertas a lo tridimensional, a un soporte no plano para poder pintar y además, poder crear objetos jugando con los límites de lo funcional y lo decorativo. Me gusta jugar con los equilibrios y las formas límite. Me encanta la idea de hacer asas muy grandes a una taza o un jarrón, que estas piezas no dejen de tener su parte de practicidad, que se puedan usar pero que al mismo tiempo, sean tazas que por sí mismas tengan un discurso y un valor, no solo práctico. Y me atrae mucho que, a través de oficios y técnicas tan tradicionales como la cerámica, se puedan revisar y crear lenguajes nuevos y así, acercar la artesanía y el arte”.
Aunque llueva, también sale el sol en la calle Corona. Más cerámica.