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MEMORIAS DE ANTICUARIO

La impronta de los artistas foráneos en València

“No nací en un rincón remoto: mi patria es el mundo entero”
Séneca

21/05/2017 - 

VALÈNCIA. Viajar, cambiar de país, para ganarse la vida no es algo nuevo, ni mucho menos. Ahora tomar un avión, antes un barco desde Italia quizás o cruzar los Pirineos a caballo. Hace unos días, una conversación me hizo pensar a cerca de la cantidad de patrimonio en nuestra ciudad que le debemos a artistas o arquitectos no precisamente valencianos. Hice una lista de intervenciones destacadas, monumentos, edificios y tuve que parar porque el papel se acababa. No se trata de hacer un artículo de tesis, pero al menos cabría plantearse hasta qué punto nuestra ciudad es el resultado de la apertura a personas que vinieron a ganarse la vida o que fueron llamados por promotores valencianos. Este artículo escrito en castellano, sin embargo está plagado de nombres transpirenáicos o simplemente venidos de más allá de los límites de aquel Reino de Valencia.

Esos hitos valencianos no lo son tanto

Un ejemplo paradigmático podría ser el de la portada barroca de la Catedral. Un espectacular ejemplo del barroco tardío que alguno podría pensar que refleja nuestro carácter expansivo. Sin embargo, lo cierto es que se trata de una extraordinaria muestra del mejor Barroco, posiblemente, el más espectacular ejemplo hispano del siglo XVIII junto con la portada de la catedral de Murcia. La puerta de los hierros es Borromini, en el juego virtuosistico entre lo cóncavo y convexo, pero sobre todo es el diseño y la ejecución del arquitecto austriaco Konrad Rudolf, escultor del archiduque Carlos de Austria, que permaneció en nuestra ciudad durante varios años de la primera década del siglo XVIII.

Escultura y pintura. Los italianos ganan la partida

El gótico en Italia ya es pasado, y entre 1418 y 1424 un tal Juliá Florentí trabaja en los relieves en alabastro del trascoro de la catedral, que actualmente se pueden admirar en la Capilla del Santo Cáliz. Con ese nombre tendemos a pensar, y con razón, que nos hallamos ante un artista de aquí, pero nada más lejos, puesto que tras ese pseudónimo valencianizado está Giuliano Poggibonsi, discípulo de Ghiberti (autor de las celebérrimas puertas del Paraíso de la Catedral de Florencia). Su exquisito e innovador trabajo en el trascoro es una las primeras obras del Renacimiento en una España en la que se los artistas locales están todavía trabajando con elementos y técnicas del gótico.

Seguimos con la escultura. Existe cierto consenso en afirmar que el mejor grupo escultórico renacentista en bronce existente en España es la obra que Pieter Beckere, sufragada por un tal Vicente Peñarroja, caballero de la Orden de Santiago, para ser colocada en la fachada recayente a la calle San Vicente de la Iglesia de San Martín, tal como se puede contemplar en la actualidad. La extraordinaria pieza de tonelada y media se instaló en el año 1495, y recoge el momento en que San Martín de Tours parte su capa para compartirla con un mendigo. La escultura tuvo que ser custodiada en el ayuntamiento de la ciudad hasta que acabó la contienda civil, para evitar su destrucción, y recientemente fue, de nuevo, bajada a tierra para proceder a su limpieza y restauración.

No olvidemos lo que acontecería, apenas veinte años antes, a pocos metros, como consecuencia del contrato que les ofrece el Cardenal Rodrigo de Borja (1431-1503), luego Papa Alejandro VI a dos pintores italianos para pintar unos ángeles músicos en la bóveda de la Catedral de Valencia. Se llamaban Paolo de San Leocadio y Francesco Pagano. Mientras el primero se encargó de los propios ángeles, los elementos decorativos fueron cosa de Pagano. Los artistas tuvieron que pasar un proceso de selección para lo que debieron hacer una prueba. Dicho “examen” es la  Adoración de los Pastores cuyos restos se conserva en el pasadizo de acceso a la Capilla del Santo Cáliz. Otro artista italiano, Nicolás Florentino Florencia, 1413 - Valencia, 1470 , es el autor de los frescos de la adoración de los Reyes, realizados entre 1469 y 1472 y que se hallan en la citada Capilla del Santo Cáliz.

Sigamos con pintores venidos de fuera y con personajes foráneos. El gran templo manierista de la ciudad es sin duda el Colegio del Patriarca, paradigma de las normas del Concilio de Trento, fundado por un sevillano, Juan de Ribera (Sevilla 1532 - Valencia1611), religioso, patriarca latino de Antioquía y hombre de estado, que estudió en la Universidad de Salamanca, pasó por Badajoz de donde fue obispo. Felipe III lo nombró virrey de Valencia en 1602. Hombre de mundo.

Un hombre vinculado al Patriarca Ribera es un pintor genovés llamado Bartolomé Matarana, que en 1573 se sube a un barco para emprender su nueva vida en España contratado por un noble español, a cambio de doce escudos de oro al mes, ropa y comida a parte. Tras pasar una temporada pintando por la zona de Cuenca viene contratado por el Patriarca Ribera, trabajando bajo sus órdenes a lo largo de ocho años, en los que ejecuta el completo y espectacular programa de frescos de la Iglesia del Corpus Christi.

Ya en pleno barroco, sin duda el escultor más conocido de su tiempo en Valencia no era valenciano sino de Carrara. Su nombre Giacomo Antonio Ponzanelli, (Carrara h.1654- Gènova 1735) que fue llamado por el canónigo Pontons que era ferviente admirador del arte italiano, encargándole que realizara una serie de esculturas para su huerto, hoy desaparecido, y que estaría situado en lo que es hoy el barrio de Patraix. Desaparecido el huerto, sus esculturas se dispersaron por la ciudad como ya comentamos en su día en otro artículoDe su mano salen los monumentales y elegantes San Luis Beltrán y Tomás de Villanueva, que inicialmente estuvieron instaladas en el Pont de Sant Josep y, desde que fue reformado 1947, se encuentran en el Pont de la Trinitat. No sería justo olvidar que son obras de un francés, Carlos José Cloostermans (Borgoña, Francia 1781 - Valencia 1836) las esculturas de San Vicente Martir que existe en la Plaza de España así como la de San Vicente Ferrer que está instalada en la Plaza de Tetuán.

Los mejores trabajos la fresco que se realizaron en la Valencia de la transición entre el siglo XVII y XVIII se deben a un artista y tratadista Cordobés llamado Acisclo Antonio Palomino. Llegó a Valencia en 1697 y sus dos grandes empresas las llevo a cabo durante los cuatro frenéticos años que permaneció en nuestra ciudad: los frescos de la cúpula de la Basílica de los Desamparados y el enorme programa de la bóveda de la iglesia de los Santos Juanes, hoy en proceso de restauración tras los graves daños sufridos en la contienda civil. Tras un breve retiro en la Vall de Uxó, diseñó el el programa pictórico de la bóveda cúpula de la Iglesia de san Nicolás, aunque la ejecución corrió a cargo del valenciano Dionís Vidal.

Alcora, fábrica multinacional

En el terreno de las artes decorativas quizás el ejemplo más claro de la presencia extranjera lo encontremos en la Real manufactura castellonense de Alcora, una de las más importantes fábricas de cerámica y porcelana del siglo XVIII en Europa, y de la que hace unos días me dieron un dato impresionante: durante ese siglo la “factoría” produjo unos veinte millones de piezas. Los inicios se deben al establecimiento de un grupo de maestros franceses como Joseph Olérys o Eduard Roux, que fueron contratados como dibujantes pintores y modeladores para conseguir una suerte de imitación de lo que se venía realizando en Moustiers. De hecho, en muchas ocasiones las piezas de una y otra fábrica pueden llegarse a confundir, al menos en el estilo inicial, aunque los expertos afirman que en Alcora se alcanzó un nivel de refinamiento, incluso, mayor.

En la segunda época de la fábrica, entre 1742 y 1798 en plena época de esplendor, se contrató sucesivamente a técnicos franceses y sajones como François Haly, Johan Christian Knipfer, François Martin, Pierre Cloosterman y Christoph Boull y al suizo Petro Reinhart. Se trabajaba con una gran variedad de técnicas y materiales, como la tierra de pipa y la mayólica, así como la loza de distintas calidades, con temas de cierto recargamiento,

Arquitectos y urbanistas del siglo XXI

Tras unos siglos XIX y XX con sabor español tanto en la arquitectura como en las artes decorativas, en el XXI es en la arquitectura y urbanismo de la ciudad, por efecto de un mundo global, donde volvemos a leer apellidos extranjeros en este caso anglosajones. Por ejemplo, el proyecto paisajístico que, por antonomasia, que lleva a cabo en estos momentos la ciudad-el Parque Central- está firmado por una arquitecta paisajista norteamericana llamada Kathryn Gustafson ( 1951). Previamente otros dos arquitectos-artistas han dejado impronta en la ciudad: el londinense David Chipperfield, con su edificio Veles e Vents, excelente ejemplo de la nueva arquitectura minimalista, perfectamente integrada en el skyline marítimo de la ciudad, y, algunos años antes, otro británico, el extraordinario y celebérrimo arquitecto de Manchester Norman Foster (1935), galardonado con el Pritzker en 1999 firmaba el Palacio de Congresos.

No se ha materializado el proyecto de otros ganadores del premio más prestigioso de la arquitectura mundial. El estudio nipón SANAA ganó el proyecto para la ampliación del IVAM una obra fantástica que nunca fue ejecutada pues se prefirió llevar a cabo la muy cuestionable ágora. Cuando lo pienso me tiro de los pelos. Lo voy a hacer una vez más.

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