VALÈNCIA. La youtuber -y sin embargo arquitecta- Ter publicaba a principios de año un delicioso vídeo siguiendo el leve rostro de Calatrava en Madrid dejando una sabrosa afirmación sobre el obelisco dorado del arquitecto valenciano: “es tan tan tan horrible que ya da la vuelta y me gusta, estoy a favor”.
Hace unas pocas semanas en una sesión del máster de Arquitectura y Diseño de March con la Universidad Europea, en una conferencia sobre el poder de la comunicación y el periodismo en la arquitectura, se proyectaba un rostro gigante y sonriente de Don Santiago Calatrava como respuesta a todo aquello que los periodistas saben de arquitectura. ¿Qué saben? Calatrava.
Partiendo de esas dos bases, y estando muy a favor de dar por fin la vuelta a un problema enquistado, encaramos la gran cuestión: lo de València con Calatrava. O lo que es lo mismo, o te lo apropias o se lo apropian. Pasado el Rubicón de considerar al arquitecto un no grato de la ciutat, debería llegar el momento de resolver cómo queremos incorporarlo en el relato (!) propio. Si seguir quedándonos en los daños colaterales y apestarlo, poniendo el foco en sus múltiples destarifos, o si, ya puestos, aprovechamos las ventajas competitivas que ofrece uno de los arquitectos más célebres del nuevo siglo. Una vez su obra parece inamovible por un largo tiempo, ¿es una estrategia inteligente negar su legado?, ¿es posible una València crítica con los destarifos en blanco y trencadís al tiempo que se apunta el tanto de los efectos multiplicadores del calatravismo? Qué preguntas, eh.
Que el haiku Calatrava te la clava nos deje ver el bosque
1. Aprovecha la celebridad
Comienzo del lío. Calatrava es una celebridad arquitectónica que desaprovechamos. Pau Rausell, director de Econcult (Área de Investigación en Economía de la Cultura y Turismo de la Universitat de València), hace una primera reflexión: “Atendiendo a gente que sí que entiende, uno puede repasar el listado de los premios obtenidos por el arquitecto valenciano y se dará cuenta que quizás es uno de los arquitectos contemporáneos más premiados. Y no son solo premios españoles como el Príncipe de Asturias, la creu de Sant Jordi, el premio Nacional de las Artes, sino que lo han reconocido y premiado americanos, suizos, brasileños, británicos, en Oriente Medio... Solo en 2016 obtuvo el reconocimiento a toda su carrera de la Leading European Architecture Forum, el premio al mejor museo del año en Brasil por el Museo do Amanha, el premio al diseño del año por el Transportation Hub del World Trade Center y premio a la torre DCH en Dubai. Yo creo que el nivel de excelencia de Calatrava no puede ser discutido, más allá de disputas por preferencias estéticas”.
Ximo Solano, actor, productor, director y presidente del Sindicat d'Actors i Actrius Professionals Valencians (AAPV), refrenda la apuesta por la normalidad para con Calatrava que la ciudad debe plantearse: “aunque sea por motivos económicos, porque ya hemos pagado por ello, València se debe icónicamente a él, nos guste más o menos”.
Las voces dispuestas a hacer un reconocimiento no normativo de Calatrava son definitivamente muy escasas.
Volvamos al intento. Hay una contradicción mayúscula en el hecho de que siendo Calatrava el valenciano vivo más reconocido sea el vivo peor reconocido en València. Rausell afina: “es el icono valenciano más conocido a nivel global. Si uno mira en Google Trends, puede comprobar que a pesar de la propaganda que la intelligentsia leticia oficial le hace a Foster, las búsquedas muestran que Calatrava está por encima. Además es poco inteligente que la ciudad con más calatravas por metro cuadrado renuncie a un recurso de la magnitud de Calatrava, que además es de Benimàmet. Nos vamos a amargar mucho si cada vez que vemos alguna esquina de un puente, una estación, un museo de Calatrava, tenemos que resoplar. Tampoco nadie puede discutir la fotogenia. En los móviles luce más que Gaudí”.
2. Aprópiate de sus productos
Al remate, el aprovechamiento de los recursos particulares frente a la tentación de derrumbarlos del imaginario colectivo. “La imagen de la ciudad ha sido revolucionada por Calatrava ante el mundo, aunque sólo fuera por tacticismo deberíamos aprovecharlo”, recomienda Solano, antes de introducir una lectura de calor social: “los valencianos somos de destruir, nuestro primer impulso es destructor. También quisimos quemar el teatro romano de Sagunt y…”.
Siguiendo el hilo dejado por la mención a Gaudí, un nuevo extremo planteado por Solano: al icono de Calatrava le hace falta tiempo. “Obras como las suyas necesitan pausa, y eso que a mí me gusta más el Calatrava que hace puentes y estaciones que el que hace museos. Pero le puede pasar como a Gaudí en la época, todos en Barcelona querían matarlo pero cuando se convirtió en un producto de venta todos lo amaban. Quizá nos gustaría que se reconociera más a València por la Lonja, pero se le reconoce por Calatrava. Si tú no lo haces tu icono lo harán en Abu Dhabi”.
Y València ha pagado lo suficiente por Calatrava como para ahora no venderlo…
3. Utilízalo como caballo de Troya turístico
¿Y vamos a seguir haciendo como que no sabemos que Calatrava es la principal arma de atracción turística de esta ciudad? Pau Rausell plantea un doble componente: “Viéndolo con cierta perspectiva histórica pienso que entre rehabilitar el patrimonio del centro y generar "nuevo patrimonio", la segunda opción le ha dotado a la ciudad de mayor singularidad. Si hubiéramos dedicado los recursos al centro histórico tendríamos algo no muy distinto a cualquier otra ciudad media europea. La Ciudad de las Artes y las Ciencias es el único tractor real que determina la elección de València como destino turístico. Toda esta apreciación pasando por alto toda la incompetencia y la corrupción de los líderes políticos que "disfrutamos" entre los 90 y 2015. Por otra parte creo que Calatrava encaja bien con cierto espíritu netamente valenciano. Una expresividad artística muy orgánica, vital, que se va perdiendo en el barroquismo, el exhibicionismo y en cierta exageración y que le presta poco atención a la funcionalidad. Hay también otras obras más sutiles que a mí me parecen fantásticas como la estación de metro de la Alameda. Yo tengo que decir que una de las exposiciones que más me ha impresionado fue la de Calatrava en el IVAM en el año 2000 o 2001”.
Estamos incluso ante la posibilidad de consolidar a Calatrava como un caballo de Troya turístico que permita descubrir lo otro, una València mucho más imprevisible y que fija al visitante, a nosotros mismos, por más tiempo.
4. Separa a Calatrava de Camps
¿Podrá la izquierda reconciliarse alguna vez con el divino de Benimàmet? Nuestras dos visiones feroces, Solano y Rausell, plantean la conveniencia de comenzar a diferenciar entre Calatrava y Camps. “Calatrava claro que ha costado mucho dinero, pero más ha costado el PP”, deja Ximo Solano. “Además el PP no tuvo la idea, la tuvo el PSOE, pero se la quedó el PP porque no va con apriorismos”.
Rausell retoma el hilo: “No voy a dejar de reconocer los problemas funcionales que ha generado la obra de Calatrava. Hace poco visité el auditorio de Tenerife y a pesar de ser un espacio para la música, los pianos de cola no pasan por las puertas, pero creo que Calatrava ha ejercido y quizás abusado de su irresponsabilidad artística, ya que la creatividad artística es necesariamente irresponsable, es decir no se le puede exigir ninguna responsabilidad y los papanatas políticos que lo han contratado, que sí eran responsables de los recursos de todos, por incompetencia, corrupción o irresponsabilidad son culpables de dejar que las obras de Calatrava no cumplieran en todas sus dimensiones su funcionalidad arquitectónica, constructivas, urbanísticas o de cualquier otro tipo. Por eso nunca entendí la campaña de Calatrava me la clava. Yo siempre tuve la sensación de que quién me la clavaba era ese conjunto de políticos incompetentes y corruptos liderados por el Camps iluminado”.
5. Piensa en largo
Entre la utopía y la distopía resulta tentador imaginar qué será de la figura de Calatrava con el paso del tiempo. ¿Un Gaudí medio suizo a la valenciana o finalmente un apestado? Si Solano lo imaginaba como un provechoso producto de venta a década vista (todo eso si no se descuelgan, claro, alguna de sus cubiertas) Rausell proyecta una revisión sorprendente: “No tengo ninguna duda que será rehabilitado y muy apreciado, incluso por la progresía valenciana. Parte del rechazo actual en València tiene que ver también con ese autoodio, a veces extraño que nos hace ser extremadamente críticos con algunos de los mayores éxitos que se podrían socializar y apropiar colectivamente como Mercadona, Benidorm o la generosidad fanfarrona del això ho pague jo”.
Calatrava, al fin, normalizado. Qué fantasía.