La nueva exposición de Rogelio López Cuenca ‘Radical Geographics’ crea un mapa íntimo de la ciudad en el que cabe la burla a la ex directora del IVAM Consuelo Císcar
VALENCIA. Hay una Valencia más allá de los libros oficiales, de las instituciones. Es una ciudad que vive, late y sufre. Y es la que ha querido reflejar Rogelio López Cuenca en el IVAM, dentro de la exposición Radical Geographics, que se puede visitar desde este jueves y hasta el 31 de enero. Nueve hitos de ese mapa creado por el artista con alumnos de la Facultad de Bellas Artes de Valencia titulado No/W/here: Valencia, permiten ir más allá de la ciudad-marca, la imagen comercial, la sede de grandes eventos y de obras de arquitecto-estrella, la hipertrofia de determinadas manifestaciones culturales teledirigidas… El contramapa creado por López Cuenca ironiza y visualiza Valencia desde diferentes maneras, acercándose a lo olvidado y también recordando lo ensalzado, con un sentido lúdico que hace que visitarlo sea un manantial de ideas y reflexiones, de todo lo que estuvo bien y lo que estuvo mal, y permiten mirar hacia el futuro con nuevas perspectivas.
1. Especulación en la huerta
Con casos flagrantes como el de La Punta, la historia negra de Valencia se ha ensañado con su entorno más cercano. Una huerta periurbana difícil de encontrar en otras ciudades del mundo de la que se han destruido, según un estudio publicado el año pasado por el geógrafo Víctor Soriano, 9.000 de las 15.000 hectáreas que ocupa, es decir, el 66% de la superficie. Una de las causas mayores de esta recesión es la especulación urbanística, con frentes abiertos en los barrios Benimàmet, Benicalap, Vera, La Punta, Natzaret, Faitanar y Campanar. Ante este panorama, y devaluada por quien ha estado dos décadas en el gobierno, la huerta tiene un futuro incierto. El historiador medievalista Thomas Glick, estudioso de este entorno periurbano, ha mostrado en varias ocasiones su pesimismo y considera que quizás ya es demasiado tarde.
2. Accidente del metro
El 3 de julio de 2003, unos días antes de la visita del Benedicto XVI a Valencia, se producía un siniestro en la línea 1 del metro de la ciudad que se saldó con 43 muertos y 47 heridos. Aunque el accidente fue uno de los más graves en la historia de este medio de transporte, el gobierno valenciano, escudado en Canal 9 (que viviría uno de sus episodios más macabros), se lavó las manos y liquidó con rapidez la comisión de investigación que tendría que haber esclarecido lo ocurrido en el descarrilamiento del vagón. Ante la falta de respeto del gobierno valenciano, los familiares de las víctimas se concentraron el día 3 de cada mes en la Plaza de la Virgen hasta el 3 de julio de 2015. 9 años después del accidente, las concentraciones cesaron cuando el nuevo gobierno presidido por Ximo Puig hizo gestos favorables hacia el reconocimiento de las víctimas y la puesta en marcha de una comisión de investigación que llegara al fondo de la cuestión.
3. Fallas
Las fiestas mayores de la ciudad han ido aumentando su presencia en Valencia hasta alcanzar una entidad considerable que se refleja, por ejemplo, en el corte de 400 calles y la instalación de 240 carpas durante las celebraciones del año pasado. Esta monopolización del espacio público, agravada por problemas de limpieza y ruido, ha ocasionado ciertas reticencias entre algunos vecinos, que ven con antipatía a las comisiones falleras. Al mismo tiempo, las fiestas han vivido un proceso de revalorización en sectores que tradicionalmente les habían dado las espalda, especialmente desde la izquierda política. Así, además de fallas heterodoxas como la de Arrancapins, existen multitud de movimientos que reivindican la fiesta des de una perspectiva alejada de la oficial en barrios como Ciutat Vella, Benimaclet o el Cabanyal.
4. Kasal Popular
Situado en la Calle Flora, el Kasal Popular fue okupado en abril de 1991, unos meses antes de que Rita Barberá llegara al poder. “Nos daba igual quien estuviera en el ayuntamiento, vivíamos totalmente al margen de las instituciones y no teníamos ninguna intención de acercarnos a ellas”, explica Eva Máñez, integrante de la asamblea del Kasal. Se trataba de un proyecto social autogestionado, con un comedor, una cafetería y un bar que funcionaban a modo de cooperativas, en el que convivían diferentes colectivos vinculados, por ejemplo, al feminismo o al ecologismo. “El Kasal era un referente dentro de los movimientos sociales a nivel europeo”, recuerda Máñez. Además de debates sobre temas que preocupaban a la juventud de aquella época (drogas, represión, transgénicos, liberación animal…), el centro social acogió conciertos de bandas míticas del entorno punk y hardcore como NOFX, El Corazón del Sapo o Soziedad Alkoholika. “Era un lugar de libertad, donde las decisiones se tomaban siempre por consenso en asamblea”, explica Máñez. El Kasal Popular se convirtió en un polo del movimiento antifascista, que gozaba de una gran fuerza en Valencia, y como tal recibió amenazas constantes de la ultraderecha. No fue casualidad que durante su desalojo, en noviembre de 1996, entre los presentes estuviera José Luis Roberto, líder del partido de extrema derecha España 2000.
5. La Torre Miramar
Es oficialmente la rotonda más cara de España, algo que tiene un gran mérito en la Nación Rotonda. Se inauguró hace seis años en la confluencia entre Tarongers y la avenida de Cataluña. Costó 24 millones de euros, cuando estaba presupuestada en 14. Son 45 metros de hormigón sin sentido, con una plataforma mirador de 13,5 metros por 3,80 metros cuadrados de superficie, que por si fuera poco mienten desde su nombre porque desde lo alto no se puede ver el mar, algo que tiene mucho mérito habida cuenta que la playa se encuentra a menos de quinientos metros. Objeto de exploraciones urbanas, hoy día se yergue como el monumento al absurdo que es. Fue entregada por el Ministerio de Fomento al Ayuntamiento de Valencia, quien no lo ha recepcionado por el coste que supone su mantenimiento.
6. Esculturas públicas
En el contramapa de Valencia se incluye una mención a las esculturas públicas, con un recordatorio a la polémica que tuvo lugar hace quince años por El esclavo, una obra de José Sanleón que fue instalada en la explanada del IVAM por presión de la entonces secretaria autonómica de Cultura, Consuelo Císcar. La obra fue objeto de una agria polémica entre el entonces responsable del IVAM, Juan Manuel Bonet, y el que fuera conseller de Cultura, Manuel Tarancón, que acabó con el primero abandonando el museo a los pocos meses para irse al Reina Sofía. El debate lo resolvió por la vía de enmedio el propio Sanleón destruyendo la escultura en un incidente insólito en la historia de la Comunitat Valenciana y de España. La inclusión de este conflicto no deja de tener su doble intención y supone una burla directa contra la ex directora Císcar.
7. El Palleter
Reivindicado por la derecha valencianista como un mito, el personaje real era mucho más humilde y sencillo. Se trataba de un vendedor de pajuelas, Vicent Doménech, quien, enardecido ante las noticias del levantamiento de Madrid contra las tropas napoleónicas, a voz en grito le declaró la guerra a Napoleón y clamó vivas a Fernando VII en la plaza de la Compañía, junto a la Lonja. Su actitud enardeció a la multitud, que se dirigió al Palacio Real y reclamó las armas para defender la ciudad. Se le ha empleado como símbolo de la defensa de la identidad valenciana y la derecha regionalista, encabezada por Lo Rat Penat, lo invoca constantemente. Una escultura de Emilio Calandín junto a las Torres de Quart, símbolo de la resistencia contra el ejército francés, le recuerda. También fue pintado, cómo no, por Sorolla. No existen muchos datos sobre lo que sucedió con él pero según diversas fuentes, fue ajusticiado antes del final de la guerra.
8. El Parotet
Es la escultura pública más alta de la ciudad. Fue obra de Miquel Navarro y fue donada por Bancaja a la ciudad de Valencia con motivo de su 125 aniversario. Se construyó en Santander. Tiene una altura de 46 metros, pesa 93 toneladas y se sitúa en la glorieta de Europa, junto a la avenida de Francia y mirando a la Ciudad de las Artes y las Ciencias. En su derredor se han realizado misas como la del papa Benedicto VII cuando visitó Valencia en el Encuentro Mundial de las Familias. Para la intrahistoria, fue durante la cena de gala por su inauguración, en el último día octubre de 2003, que el entonces presidente de Bancaja Julio de Miguel anunció por sorpresa que abandonaba la entidad financiera. Le sucedió el ahora imputado José Luis Olivas. En la foto de la inauguración se puede contemplar flanqueando al artista a Gerardo Camps, Francisco Camps, Rita Barberá, de Miguel, Esteban González Pons y Juan Cotino. Signo de los tiempos.
9. El Jardín del Turia
El símbolo de la Valencia más amable, la última herencia que dejó el alcalde socialista Ricard Pérez Casado. Considerado como el jardín urbano más grande de España con sus 110 hectáreas, desde su inicio junto a Mislata y hasta su final, en la Ciudad de las Artes y las Ciencias, está jalonado de hitos para la sociedad como su Gulliver, que cumple este diciembre 25 años, o el Palau de la Música. Inaugurado parcialmente en 1986, ha crecido desde entonces y seguirá haciéndolo en el futuro. El alcalde de Valencia, Joan Ribó, anunció recientemente que pedirá al presidente de la Autoridad Portuaria de Valencia, Aurelio Martínez, que facilite la prolongación del antiguo cauce del Turia hasta el mar y poder revertir al menos parte de la ZAL para utilizarla como huerta.
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