VALÈNCIA. La tentación de llevar a la pantalla los libros del escritor vivo con mayor número de ventas es inagotable. Ahora bien, hacerlo con su mastodóntica serie La torre oscura –ocho volúmenes, más de 4.000 páginas– no resulta tan apetecible cuando se trata de vender entradas de cine. A cualquiera de sus fieles lectores les sorprenderá que la primera entrega de lo que huele a saga dure 95 minutos. A quienes no hayan leído una línea, el metraje les resultará difuso y agotador (con el salvavidas 'pop' de las referencias repetitivas hasta el absurdo a El resplandor). Porque la relación del film con la serie de libros más ambiciosa de Stephen King es casi contextual: coge su esencia, bebe de sus ideas, toma sus personajes y convierte sus complejos mundos e ideas filosóficas en lo que Hollywood repite una y otra vez. Lo de siempre de ahora.
Dos datos para que entiendan cuál es la tergiversación del original, que es totalmente lícita y que, viendo la reacción del autor, no le ha importado a nadie más que a sus seguidores: principal primera, el protagonista no es el protagonista de la saga (aunque sí del primer capítulo); principal y segunda, su adaptación está firmada por hasta tres guionistas (Akiva Goldsman, Anders Thomas Jensen y Nikolaj Arcel, que la dirige). Y partiendo de esa base, la interpretación es libre, aunque también lo fuera la de Akira Kurosawa sobre El rey Lear de Shakespeare y Ran sea una gigantesca obra maestra del cine moderno.
Un adolescente (Tom Taylor) es capaz de ver una realidad invisible para el resto de los mortales: varios mundos conectados y en paz del caos abominable que gobierna el universo y que permanecen contenidos y conectados a una torre oscura. Uno de esos mundos es el que ustedes conocen. Sin motivo aparente pero con gran decisión, un villano pretende destruir la columna de protección y permitir que monstruos inefables campen a sus anchas. Ese villano es El hombre de Negro (Matthew McConaughey) y su némesis es Roland (Idris Elba), campeador de otro de los 'planetas' que trasunta el western y se llama Mundo Medio; la genuflexión de King ante J.R.R. Tolkien es la que parece.
Las puertas interestelares dan capacidad para navegar entre esos mundos, algo que El hombre de Negro utiliza para capturar adolescentes y tratar de encontrar así al diamante que permite tallar la torre oscura. Ese mesías del Apocalipsis será Taylor, que representará también al inicio de la película algunos de los rasgos propios de esta civilización. El tridente de interpretaciones sostiene buena parte del film, contratados como quien no asume el menor riesgo y que, en uno de los trabajos más obviables de McConaughey de los últimos años, sostiene un guión desbocado entre cumplir vagamente con los mundos de King y entregar un producto de 95 minutos que recaude lo esperado.
El universo creado por King en la saga de La torre oscura fue ambicioso desde su inicio en 1979. La mayoría de sus fans le tienen un especial cariño a la obra –más allá de cierta afición confesa por la extensión de la voz de un narrador, desarrollada por el mismo en Misery– porque es capaz de asomarse a todos los temas del escritor. Su proceso de creación ha sido tan largo que la incursión de El resplandor, pero también de Carrie o El misterio de Salem's Lot entre otras, es una evidencia. Los mundos que conecta La torre oscura parecen aunar –a lo largo de 4.000 páginas– toda la imaginería de King a partir de unos personajes únicos. Y, en este caso, sin que sea una razón extensible al resto de sus obras o a las de otros autores, tratar de reducir todos esos estadios al videoclip dirigido por Arcel es imposible. Ni siquiera como adaptación libre, porque, finalmente, La torre oscura es una película más de superhéroes, con el ritmo, guiños, chistes, escenas de acción y final esperables. Un producto de consumo, sin alma... pese a las buenas costuras.
Costuras como las muy interesantes estéticas románticas de un pistolero transitando nuestro mundo actual (aunque 'debería' ser la Nueva York de los 80), luchando contra una némesis canónina del mundo Marvel e interaccionando con un adolescente con madera de enviado celestial. Un personaje que cuesta saber si ha sido escrito y dirigido como un guante para Elba o ha sido el actor el que se ha apoderado y elevado hasta una de las aportaciones artísticas más poderosas del film. Son interesantes las soluciones de dirección, porque la locura de narrativa y la estructura, tal y como ha sido planteada, es difícil de resolver sin firmar una pifia histórica. Logra ser consumible en el caos de la propuesta.
A menudo, el impacto en taquilla de las grandes superproducciones tiene mucho que ver con la fecha en la que son estrenadas. Y la citada celebración de King, con La torre oscura como la película más taquillera del pasado fin de semana en Estados Unidos, tiene relación con la competición de despropósitos desatada por Emoji: La película (Anthony Leondis) y Transformers: El último caballero (Michael Bay). El panorama es porcentualmente desolador. Porque es cierto que la película tiene algunos puntos de interés, pero todos se derivan de la calidad inevitable de una inversión enorme. Una década han tardado en 'levantar' la película desde que se iniciara la tentativa con King hasta que ha llegado a las salas. En ese tiempo, con esas alforjas (ya que el western se ha cruzado como género por el camino), no hacía falta semejante viaje. Aunque ya que esta cinta se encuadra en la inagotable tentación de la que hablábamos al principio, cabe destacar que una saga como Harry Potter llegó a dar al menos un par de buenas películas de aventuras. Su conversión a serie televisiva ya está pactado. Esa podría ser otra posible salida, aunque con Akiva Goldsman de nuevo al frente de su guión (Transformers, Divergente, Soy leyenda, El código Da Vinci...) la esperanza es mínima.