Es viernes y aquí seguimos sin parar, sin parar de viajar y hoy entre las copas más lejanas. Porque nos da la gana
Ponte el bombín, Rigodón, que aunque el vino de tu pueblo sea el mejor del mundo, es tiempo de salir. De abrir puertas y ventanas y dejar correr el aire para que los malos se vayan bien lejos. Es el momento de los sueños con ojitos bien abiertos para ver claro clarito lo que nos depara el futuro, que seguro que es bonito. Porque visitaremos continentes, sus países y esos parajes desconocidos para nuestros sentidos. Vamos a caminarlos y vivirlos hasta hacerlos nuestros. Mañana será en tren, en barco o en avión (qué emoción) y hoy a través del vino (que también es divino).
Volveremos a los Estados Unidos, a la costa más distante y en un instante la sumaremos como hermana. Pasaremos a ese Chile que se hace música en botella. A la Argentina más intrépida, esa que se atreve a sacarnos a bailar en las noche aun heladas. Iremos a Nueva Zelanda a empaparnos de vistas de maravilla y quién sabe si algún duende saltarín. En Sudáfrica encontraremos destino ni siquiera imaginado, pero que nos han contado que tiene todo por decir. Y en Marruecos, el más cercano y capaz de convertir este cuento en aquel donde las princesas se hacen realidad. Prometido y palabrita, que vamos a ser felices con muchas perdices y empezando con el Grus de Alcohuaz Mezcla Tinta 2015 (Viñedos de Alcohuaz). Chileno del valle del Elqui muy bien formado y conformado por syrah, garnacha, petit syrah y petit verdot. Personalidad cero conformista que se transforma con el frescor de la hierba mecida a golpe de viento. Tanino carnoso, cremoso y hermoso. Descenso con soltura en río desde los montes más finos y andinos. Riqueza bien rica que crece entre piscos y riscos y que asegura que “el mundo cambia en un instante y nacemos en un día”. Y en el de hoy nos lo tomamos con ajiaco del país.
El Tandem 2018 (Alain Graillot) es syrah de un Marruecos que recuerda periplos franceses y floridos. Ramitos de violetas nacidos a pie de Atlas que no de estudiar. Caderas que dan reposo para quedarse embobados y sin prisa. Moras que crecen en matas grandotas y con enormes rojinegros sabrosones. Masticar artesanía imperial salpicada de pimientas coloridas. Grandes sensaciones requeridas y tan queridas en este momento, despacito y con una pastela de pichón, pichón.
El Acero Marimar Estate Chardonnay 2017 (Miguel Torres) nos lleva a la California del Russian River Valley, vallejo sin vallas desde el que mirar a horizontes que tan sólo encuentran límites en la niebla más profunda. Torrente ancho y largo con aromas que brotan chispeantes y juguetean por la orilla a nuestro paso. Glicérico, gustoso y con suficiente poso para justificar la fama de su tierra. Suculento, untuoso y con su enjundia, se ofrece encantado a acompañar a unos tacos de pescado.
Seguimos en blanco y variedad con el Seresin Chardonnay 2015 (Michael Seresin). Ahora es Nueva Zelanda la que se atreve convincente y siempre valiente. Uva que se expresa con reflejos de ese suelo que le concede un nuevo mundo. Belleza jaspeada de viñedos que oteamos desde estrechos en barco hasta alcanzar la cima en lago de impresión. Descarado, singular y a bailar, que se revela hasta excesivo sin pasarse de la raya. Y lo bebemos tan contentos con elaboración local: whitebait fritter. Ahí queda eso, sieso.
Retornamos a los tintos con un remix de varietales y en Sudáfrica. Syrah, cariñena, garnacha tintorera, cinsault, tinta barroca y mourvèdre para hacer un Mullineux Kloof Street 2017 (Mullineux) todo fruta compensada y bien pensada. Montecillos silvestres de recuerdos a flores de primavera. Tradiciones que lo curan todo con soltura y ganas de agradar. Seda especiada que conquista sin problema y que vale la pena hasta que llega la cena. Que sea una de bobotie y a curiosear, que está bien fácil.
Terminamos esta escapada con mucha luz, la de Los Oscuros 2017 (Sebastian Zuccardi). Argentino del Valle de Uco y uva local de nombre bonarda. Vino que mira desde la altura más imponente, subido en picacho pedregoso. Frescura nada corriente que alcanza cumbres andinas con un mineral total. Aventura en cada trago, con su mentolado y acideces a mil por hora. Y ahora nos acicalamos con la pompa de la pampa para comernos un asado en condiciones.
Vuelta al mundo en seis etapas con retorno a casa satisfechos de lo vivido y seguros de que en breve volaremos otra vez. En dos semanas segurito.