Hoy es 11 de octubre
El próximo mes de octubre, Valencia acogerá el primer torneo de lanzamiento de ax throwing, deporte no olímpico que consiste en lanzar diferentes tipos de armas y herramientas hacia dianas o blancos. Un fenómeno que tiene especial predicamento entre aficionados a las fábulas de vikingos, templarios y ninjas
VALÈNCIA. Aunque está rodeado de parafernalia vikinga y referencias iconográficas al mundo medieval y de fantasía, el origen histórico del lanzamiento de hachas se remonta a las competiciones de leñadores canadienses de finales del siglo XIX. Fue precisamente en ese país norteamericano donde, muchas décadas después, se encendió la espita del ax throwing como entretenimiento para urbanitas. Un fenómeno que saltó a Europa poco después y llegó a España de la mano de dos jóvenes empresarios franceses establecidos por entonces en Madrid.
Valencia fue la segunda ciudad española que se subió al carro de esta modalidad de juego que gana adeptos en todos los continentes, especialmente entre los frikis aficionados al universo de Tolkien, George R. R. Martin y sagas similares. Esa es la impresión que extraemos de nuestra visita a El Hachazo, el centro pionero en esta disciplina que abrió sus puertas en 2018 en la calle Dr.Sumsi.
“Yo y mi socio tenemos bastantes cosas en común, además de haber estudiado marketing -nos explica Vincent Benac, cofundador de la franquicia y responsable de la sede en Valencia-. Los dos fuimos scouts y siempre nos ha gustado el mundo de los caballeros, las hachas, los bosques, la madera y todo eso. Pero es que además los dos somos muy manitas. Somos un poco disléxicos, pero se nos da muy bien la carpintería”. Al parecer, esa extraña combinación de filias y talentos les dio el arrojo necesario para replicar en España el concepto de centro especializado en lanzamiento de hachas que habían visto en París.
El primer centro en Madrid, situado en la zona de El Retiro, fue un éxito absoluto. “Venía gente de todas las partes de España y llegamos a salir en El Hormiguero y todo”, comenta Vincent, nacido en la ciudad de Toulouse. El negocio, a pesar de estar enfocado a un público de nicho, va viento en popa. Están trabajando en la apertura de una nueva sede en la ciudad marroquí de Casablanca, así como en A Coruña y Las Palmas de Gran Canaria. En Valencia es muy difícil conseguir plaza durante los fines de semana sin reserva previa, y durante nuestra visita, que se produce un lunes por la tarde, comprobamos que hay una afluencia nada desdeñable de grupos de amigos.
“Cuando empecé a trabajar aquí creí que la clientela estaría formada casi exclusivamente por hombres jóvenes, pero qué va -nos comenta Aitor, que antes de instructor de El Hachazo fue cliente habitual-. Por aquí pasan muchas despedidas de solteros y solteras; madres con niños (a los que damos arcos con ventosa, claro está); universitarios y muchas, muchas parejas. Tengo a dos o tres clientes habituales que se traen a todas las citas del Tinder, y nos piden que hagamos como que no le conocemos de antes” (ríe). Parece ser que existe un filón para el ligoteo entre hachas tácticas y templarias, estrellas ninja y chakrams como los de Xena, la princesa guerrera. Un punto ciego de la alquimia amorosa que muchas personas desconocíamos hasta ahora.
“Tenemos un perfil muy equilibrado de hombres y mujeres -añade Vincent-. En cuanto a la media de edad, es de unos 30 años, aunque viene más gente de la franja 45-55 años que de la de 18-25 años”.
Nos preguntamos, como es lógico, si han tenido algún accidente importante hasta el momento, sobre todo teniendo en cuenta que en el bar, además de algunas tapas de comida y refrescos, también se vende cerveza. “Nunca hemos tenido ningún problema grave. Estamos super atentos con el tema del alcohol. Si viene un grupo de amigos o amigas visiblemente borrachos o demasiado de cachondeo, les pedimos que se esperen un rato a calmarse o no les pasamos a la sala de tiro. Al fin y al cabo estamos manejando armas afiladas. Por otra parte, los instructores que están contigo son los mismos que te sirven en el bar, así que saben perfectamente cuánto está bebiendo cada cliente”.
Aunque la clientela -sobre todo la más rotativa- sea bastante variopinta, todos los detalles del local están pensados para sacar el guerrero que tienen dentro a los fans de las historias que transcurren en lugares y tiempos remotos o fantásticos. Antes de pasar a la zona de tiro, el local cuenta con un espacio con bancadas donde se puede echar la tarde bebiendo hidromiel y jugando a Catan (entre otros muchos juegos de mesa).
Cuando te llega el turno -son sesiones de una hora-, pasas a la zona de tiro. Tras firmar un contrato de responsabilidad que exime a la empresa de responsabilidad en el caso de que te vuelvas tarumba y te dé por liarte a hachazos con el vecino (cosa que nunca ha ocurrido), el instructor explica las normas de seguridad al grupo de jugadores que se incorpora. A continuación dan instrucciones y consejos para conseguir clavar el hacha en el objetivo. Cosa que, por cierto, es bastante más complicada al principio de lo que puede parecer, entre otras cosas porque la idea de lanzar un arma afilada por primera vez puede desviar notablemente la concentración.
Existen muchos juegos para elegir que se proyectan con luces sobre los tablones de madera que reciben los hachazos. Encontramos desde el juego de diana de toda la vida hasta una adaptación de “Hundir el barco” o un reto consistente en apuntar a la figura de un secuestrador que amenaza a un rehén con una pistola (en la versión posmoderna-irónica del juego, el objetivo es matar al rehén).
El lanzamiento de hachas no puede calificarse oficialmente como un deporte, aunque lo cierto es que guarda ciertas similitudes con algunas disciplinas olímpicas como el tiro de jabalina, el tiro con arco o el lanzamiento de disco y de martillo. La técnica, la precisión, la coordinación -y en menor medida, la fuerza- son esenciales para destacar en esta actividad. “Todo el mundo cuando empieza piensa que hay que lanzar muy fuerte, pero en realidad es una cuestión de distancias y de movimiento del cuerpo -nos comenta Aitor, instructor de El Hachazo-. Aquí vemos a gente enorme que no clava ni un hacha en toda la tarde, y a personas mucho más menudas, pero hábiles y que entienden como tiene que moverse, y gracias a eso las clavan todas”.
“El 90% de nuestros clientes son gente que viene una vez o de forma puntual, mientras que el 9% repite mucho y un 1% que se lo toma muy en serio. Es gente que utiliza sus propias hachas, en lugar de las que tenemos para todo el mundo -explica Vincent-. Pensando sobre todo en estos jugadores habituales, vamos a organizar en octubre el primer campeonato de lanzamiento de hacha en Valencia. En Madrid hemos hecho varios, y atraen a gente de todo el país. Es que esto es todo un mundo”.