VALENCIA. Por encargo de la Sociedad Valenciana del Fomento del Turismo, fue en 1929 que vio la luz el primer cartel de Fallas, el inicio de una serie que ayer sumó cuatro nuevas imágenes a la colección. Del eterno José Segrelles al presente Ibán Ramón, la tradición se perpetúa un año más. Diseño, ilustración y tradición para plasmar en un único impacto el espíritu de una fiesta que es más que un quién es quién, quién peina a quién o quién lleva qué.
Sin embargo, y aunque ABBA ya decía aquello de "va todo al ganador", la historia de las Fallas está también plagada de perdedores. Primer premio hay uno pero, ¿qué pasa con el resto?¿qué pasa con los carteles guardados en un cajón que se tuvieron que conformar con el segundo puesto o accésit? No menos importantes son estos, medallas de plata y de bronce que estuvieron a punto de ser la imagen de la que llaman la fiesta más internacional de Valencia. Algunos de estos representaron una época; otros, rompieron con ella.
Precursores mediáticos de lo que pocos años más tarde supondría el cartel de Fallas, también los carteles de la Feria de Julio o de la Exposición Regional de 1909 dan buena cuenta de una producción que conforma parte del rico patrimonio artístico de la región. Algunos de ellos, en el caso de la fiesta josefina, han sido recopilados en un tomo editado por el Ayuntamiento de Valencia y escrito por Rafael Contreras, Los carteles de Fallas de Valencia, piezas olvidadas que viajan por la psicodelia, el barroco o el pop, muchas de ellas alejadas de los estereotipos y otras bañadas en ellos.
Con el reloj corriendo a toda prisa hacia la -posible- catalogación de las Fallas como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por parte de la Unesco, que hará pública su decisión el próximo noviembre, el cartel sigue siendo un vigoroso representante de la fiesta en tanto que movimiento cultural. Aunque en 1929 que Segrelles creó la primera -y fantasmagórica- imagen, fue en 1930 cuando se convocó el primer concurso, dando como ganador al profesor de la Escuela de Artes Aplicadas, Vicent Canet Cabellón.
Suspendido durante la guerra, en 1965 se introdujeron significativos cambios en el proceso. Desde ese momento se permitía presentar primero bocetos en pequeño tamaño, un cambio que logró aumentar de forma significativa la participación. Más de 150 artistas acudieron a la llamada de esa convocatoria, de los cuales tres fueron premiados. Y es que, en estos casi 90 años de historia, el volumen de piezas que han quedado fuera del discurso oficial de la fiesta son difíciles de cuantificar.
Entre tantas y tantas creaciones, la que firma Antonio Vercher es la que supone el primer segundo premio de la historia del concurso del cartel de Fallas, una curiosa pieza que huye de lo obvio y, en un primer golpe de vista, parece no incluir ningún elemento de la fiesta. Ni fuego, ni traje regional. Curioso es también, por su carácter extraordinario, el accésit de 1933, firmado por Ruperto Sanchis. En este se ve representada la bandera republicana, que nace de la llama que prende de una cerilla. Además, el título que acompaña todas las piezas elimina la referencia a San José.
A pesar de la propuesta, en plena Segunda República Española, sólo un cartel ganador ha mostrado la bandera tricolor en la historia -ilustrada- de la fiesta, a pesar de que Valencia fuera, brevemente, la capital del gobierno. La bandera más representada, en este caso, es la Real Senyera, que aparece en hasta trece ocasiones; seguida de la roja y gualda de España, representada seis veces; y la cuatribarrada, que aparece en hasta cuatro piezas.
Del barroco a la locura, es en las décadas de los 60 y 70 que, con un camino ya recorrido, son muchos los artistas falleros -porque sí, los ilustradores también lo son- que experimentan con formas y elementos hasta ese momento poco transitados. Como ejemplo, la propuesta de Rafael García Valero en 1965 que, como si de una muestra de Pantone se tratara, recrea una llama a través de sencillos rectángulos de color.
Del mismo modo en que García Valero opta por el rectángulo, en 1969 M. Pinazo también recurre a la geometría, eso sí, en 3D. El estallido de fuegos artificiales reducido a tres dimensiones. Es precisamente el purificador fuego el elemento preferido de los creadores. No en vano, aparece representado de una u otra manera en el 94% de las piezas ganadoras desde los inicios de la tradición hasta el cambio de milenio.
El cambio de década llevó a la psicodelia, representada por Miguel Martínez Pareja o Alberto Llopis, en 1979 y 1971 respectivamente, entre otros. Con estallidos de color y resultados irregulares en la década de los 90, en 2016 Valencia ha preferido no tener segundos premios ni accésits. Eso sí, no ha renunciado a la pluralidad, pues Ibán Ramón ha presentado una campaña que gira en torno a cuatro carteles.
Comunicación, arte, tradición, promoción internacional, creación... Tantos son los elementos que envuelven el mundo del cartel de Fallas como poder tiene de representar y modificar su tiempo. Con la obra de Ibán Ramón en cada publicación, comienza la cuenta atrás para conocer quién seguirá la estela de Segrelles.