VALENCIA. España, 1982. Un partido, el PSOE, y un líder, Felipe González, enarbolaron las banderas, del cambio, la ilusión y la democracia. ¿Así fue? España, 2015. Un partido, Podemos, y un líder, Pablo Iglesias, enarbolan las banderas del cambio, la ilusión y la "democracia real". ¿Así será? Una familia, tragicómica en su condición de española, muestra la bipolaridad relacional y política en el pasado y en un hipotético futuro en la obra de teatro A España no la va a reconocer ni la madre que la parió, desde este miércoles al próximo domingo en uno de los 25 estrenos que ha puesto de largo Russafa Escènica.
¿Pero cómo es posible que este estreno de teatro independiente contara con llenos absolutos en sus primeros días en escena? La ley del boca-oreja ha arrastrado a los asombrados espectadores de Nosotros no nos mataremos con pistolas hasta esta nueva pieza que comparte autor y el reparto de forma casi íntegra. La última citada, tras arrasar durante una temporada bajo un efecto bola de nieve y funcionar a las mil maravillas al inicio de mes en el Teatre Talia (como colofón), ha encumbrado a Víctor Sánchez Rodríguez.
Sánchez (Puerto de Sagunto, 1985) es la mano tras las dos obras, miembro de la compañía Wichita&Co y ahora feliz autor tras experiencias como director de textos ajenos y ayudante de dirección. De su escuela ha importado la capacidad bicéfala de ser dramaturgo y director compartiendo la misma lucidez en ambas áreas, generando el éxito que el mismo define con naturalidad: "al teatro vamos para ver la vida no para oír un texto".
El teatro de Sánchez, que comparte el texto de A España... con Lucía Carballal, es terriblemente accesible. Él se justifica conversando con Valencia Plaza: "la barrera entre lo comercial y lo accesible está rota en este tiempo". Como director, como autor, su discurso es generacional. Una voz, la de los nacidos en mitad de los años 80, buscada intencionadamente: "al hacerlo me di cuenta de que había carencia. Pero me parece lógico que el teatro hable de lo que nos rodea". Un parlamento, político. Más explícito en su última obra, pero igual de presente en Nosotros no nos mataremos con pistolas.
Las dos últimas obras de este autor muestran personajes que, a lo largo de su extensión, se convierten en atítesis de sí mismos. Esto y un marcado primer y segundo tiempo en las obras parece convertirse en la marca de la casa al menos en este momento de su carrera. Eso y la comedia, que solo es posible a partir de escenas cocinadas a fuego lento (especialmente en la primera), donde el teatro explora el aburrimiento, ingrediente diferenciado de la citada generación, para explotar en tragedia de risas con algunos golpes de guión geniales.
En esencia, ese carácter que Sánchez asegura haber adquirido por "chuparme muchos ensayos y leer muchísimo", tiene algunas referencias reconocidas por el mismo. Por ejemplo, el morbo latente de las historias de Tennessee Williams. Por ejemplo, la contención de Anton Chéjov. Por ejemplo, las metáforas y la acción del cuentista por excelencia Raymond Carver. De los dos primeros, además, ha dirigido textos.
Pero lo que no ha podido importar de ellos es una depurada técnica de trabajo actoral. Debe ser así de fina, porque en escena, cuando el público sale del teatro son precisamente los actores los que ocupan los primeros comentarios. Y no solo para el público, sino para la crítica: Bruno Tamarit (premio AAPV a la mejor interpretación masculina de teatro), Silvia Valero (premio AAPV a la mejor interpretación femenina de teatro), Lara Salvador (premio Crisàlide de la AAPV a la actriz revelación), Laura Romero y Román Méndez de Hevia. Sin estos dos últimos, cambiando las piezas por Carlos Amador y Lorena López, se resuelve el elenco de A España...
"Es un elogio que el texto pase a un segundo plano. Para ello hay que interpretar desde el personaje, desde el to be... es 'el Método' bien entendido, no lo del Actor's Studio, porque interpretar desde el personaje es seguir reglas muy contrarias a la vida. Solo así se puede entender que, sin ese trabajo, grandes actores en grandes obras estén tan mal. Es una idea muy específica de la interpretación pero que está muy a la orden del día", se deshace en explicaciones el autor.
A la orden del día están ambas obras. La primera, resolviendo una tragedia latente dentro de un grupo de amigos, perdidos, ansiosos de una vida que les cansa, frustrados y sin impostarse ante el público; con inquietante lucidez. La que ahora se ha estrenado destripa los polos político-familiares, pero sobre todo el desencanto ante el sistema conducido por los partidos políticos. Una y otra no se elevan por encima del espectador, le sugestionan y le involucran hasta una historia de la que se sienten partícipes.
Ese es el éxito tras "el momento más dulce" para Sánchez. "Hemos notado la presión", asegura, mientras la realidad del sistema contra el que sus personajes se muestran tan brutalmente impactados tiene su propia realidad entre la gran familia en torno a ambas obras: "seguimos costeándonos los viajes, las dietas y las salas. Seguimos estando muy lejos de poder vivir de ello, pese a estar viviendo este momento tan increíble".
Sánchez no se amilana; disfruta de la situación y es "el optimista" dentro de una compañía que comparte con Teresa Juan (con diferentes funciones a pie de obra), y la citada Valero, cuyas interpretaciones encontrarán en breve el reconocimiento que sus compañeros han ido sumando durante los últimos meses. "No estamos tan lejos. Nos hemos abierto muchas puertas en un año", remata y recuerda que los llenos en un estreno, algo casi impensable para el teatro off en Valencia le hacen "vibrar y tener esperanza". Y cabe esperar mucho más de lo sembrado, todavía.