Dolores Fonzi y Érica Rivas interpretan al contrapunto femenino de 'La cordillera', protagonizada por Ricardo Darín
VALÈNCIA. Según cifras de la Unión Interparlamentaria, aunque los escaños femeninos van en aumento, tan sólo un 23,3% de los legisladores del mundo son mujeres. El director argentino Santiago Mitre ha plasmado esa desigualdad en la esfera de la política en su nueva película, La cordillera, que llega hoy a nuestras pantallas. Como guiño, Mitre concede la presidencia de Chile a Paulina García, la protagonista de la aclamada Gloria (Sebastián Lelio, 2013), y a Elena Anaya le reserva un papel como insidiosa periodista española. Pero más allá de este par de cameos, la trama se tensa y destensa a través de dos personajes femeninos. El thriller se enmarca en una cumbre de presidentes latinoamericanos en Chile. En el transcurso de la cita, el jefe de Estado argentino, interpretado por Ricardo Darín, afronta un doble dilema, personal y profesional. Su hija, una mujer emocionalmente inestable a la que da vida Dolores Fonzi, irrumpe para desvelar la cara oculta de su padre. Su asistente, a la que da vida Érica Rivas, será su asidero en esta tormenta emocional y estratégica.
- ¿Cómo puede ayudar a la difusión de La cordillera el apogeo de series de temática política como House of Cards o Borgen?
- Dolores Fonzi: No creas. Justo ayer leía una crítica que decía: “Si fuese serie sería buenísima”. ¿Por qué, porque deja abiertas aristas, porque no se cierran los conceptos…? Los espectadores parece que necesiten que todo quede masticado y cerrado. Una película de Santiago no va a darles eso. Estamos tan acostumbrados a que nos den en gotas el alimento, que cuando nos dejan con una intriga, es un problema. Las películas son películas y son universos y terminan ahí.
- Érica Rivas: A no ser que sea norteamericano y ya vayas por Rápido y furioso VII.
- ¿Qué papel juegan vuestros roles como recordatorio de la desigualdad en la esfera política?
- D.F.: En una película política es coherente que en el retrato de ese ámbito escaseen las mujeres, porque el patriarcado es muy fuerte. La cordillera gira en torno a un gran hombre de poder que tiene en su asesora a una mujer que lo sostiene, mientras que su hija simboliza el desamparo de la política. Es un reflejo de esta época y una denuncia de que la mujer no tiene lugar en los escenarios de decisión. Las mujeres están trabajando mucho para poder tener un espacio, pero en su mayoría están detrás manejando los hilos o como damnificadas.
- E.R.: La película trata de que el sistema político está roto, en decadencia, desde hace muchos años. Y parece interesante el papel de la mujer, cómo se va pivoteando tratando de entrar o siendo víctima en un sistema que no ha sido montado para nosotras o por nosotras, sino que ha sido armado desde un paradigma cultural patriarcal. Nosotras no podíamos leer ni escribir hasta hace muy poco. La esfera política no nos contiene. Y las mujeres en el poder tampoco nos reflejan, porque no entendemos cómo tenemos que funcionar en un sistema montado por hombres desde hace cientos de años. Recién estamos empezando. El futuro pasa por montar un nuevo sistema que nos incluya, pero no sólo a las mujeres sino también abarcar a todo lo latino, al excluido, al extranjero. En suma, a los oprimidos.
- ¿También sufrís en Argentina las discriminación salarial entre hombres y mujeres?
- E.R.: Sí, y es muy notable, porque las que compramos las entradas somos las mujeres. Estoy haciendo teatro en este momento y también son ellas las que acuden a la taquilla. Ellos luego se sorprenden y les gusta, pero no son los que las compran.
- D.F.: Somos mayoría. Los hacemos mierda si queremos (carcajadas)
- E.R.: Porque no queremos…
- D.F.: Estamos tratando de hacerlo civilizadamente. Por ahora…
- La película incluye cameos de los grandes nombres del cine facturado en Latinoamérica, como Alfredo Castro, Daniel Giménez Cacho, Paulina García... ¿En qué medida es un alegato a favor de un cine común?
- D.F.: Está sucediendo algo.... Hay un intercambio mucho más abierto, los actores empezamos a interrelacionarnos y la película es el símbolo de esa Latinoamérica unida.
- E.R: Ya vivimos un fenómeno así con la literatura de los setenta... La película refleja esa necesidad de encontrarnos y de realizar un mercado común, algo que nuestros ancestros querían desde hace mucho, pero siempre estamos peleándonos entre nosotros. Y eso también lo refleja La cordillera.
- ¿Favorece esa dinámica eventos como los Premios Platino o los Fénix?
- D. F.: Distinguir estrellas es un formato antiguo. Los parámetros de hoy ya no tienen nada que ver, porque el star system está formado por unos pocos que eran millonarios. No obstante, está bueno distinguir a nuestros actores, intentan crear una industria donde podamos reconocer directores, temas e intérpretes, y empezar a concentrar y potenciar proyectos entre los hermanos iberoamericanos.
- E.R.: En Argentina la gente no ve películas argentinas, pero ahora está cambiando la tendencia. Se está empezando a quebrar y hay una mayor amplitud de la mirada del espectador, que empieza a incluir otro tipo de cine que tiene que ver con nuestros temas, latinoamericanos.
- Hablando de temas latinoamericanos, en la película hay una sesión de hipnosis que aporta un elemento fantástico a la trama. ¿Pensáis que ese componente es más creíble por la tradición literaria del realismo mágico?
- D.F.: La parte fantástica de la película tiene que ver con el mundo personal del director. Al leer el guión, fui la primera en sorprenderme con el giro, pero responde a las necesidades de vuelta artística para no encasillarse como cine político, fantástico…
- E.R: Es interesante pensar que si en Latinoamérica aparece el realismo mágico es por una necesidad expresiva de romper desde la opresión con ese sistema de poder que nos excluye, y que la única manera en que podemos hacerlo es con poesía.
- D.F.: El realismo mágico es un concepto complicado, porque es una etiqueta que emplean desde Europa y EE.UU. Era lo marginal puesto de manera pintoresca para que pareciera un mundo de fantasía. Pero esa fantasía es real, las favelas de Río son reales. Lo mismo sucede con el cine italiano de Ettore Scola, que disfrazaba cierta marginalidad y desigualdad. Son maneras polite de ver la miseria. Le tengo un poco de tirria.
- La cordillera también cuenta con un componente del melodrama, habitual en el audiovisual latinoamericano. ¿También os da tirria esa influencia narrativa?
- D.F.: Efectivamente hay escenas en la película que me recordaron mucho a Bergman. Tiene un poso de melodrama clásico, de ese dolor y esos vínculos con una intensidad que va por abajo pero está latente.
- E.R.: Estaría bueno pensar que el melodrama nació desde los hombres. En este género, las mujeres no salimos de un círculo vicioso en el que o vamos para abajo o nos quedamos igual. Es preciosa nuestra historia del héroe… (risas). La mujer siempre termina en la casa otra vez. Después que se enamoró de otro, vuelve a lavar los platos… O termina muerta con el otro, totalmente oprimida, abandonando sus hijos… No termina contenta, ni siquiera mínimamente. No la ves contenta ni lavando los platos. Termina siempre mal…
- D.F.: O condenada por el pueblo, presa, muerta, quemada… No termina presidente.