VALÈNCIA. “Ciudadanos de València, venid a ver lo que tenéis”. Con este llamamiento, la artista Ángela García Codoñer invitaba al público a visitar –y, en muchos casos, descubrir- la obra de las artistas que componen la exposición A contratiempo: medio siglo de artistas valencianas 1929-1980, que abrió ayer sus puertas en el Institut Valencià d’Art Modern (IVAM). Comisariada por Isabel Tejeda y MªJesús Folch, la muestra busca reconstruir la Historia del Arte en clave femenina, poniendo nombre y apellido a aquellas creadoras “atrevidas y valientes” tanto a la hora de romper con los estereotipos sociales como con los artísticos. En estos términos se expresó el director del IVAM, José Miguel G. Cortés, durante la presentación de una muestra que se centra en aquellas mujeres que “en una época tan oscura dijeron que había que romper con las reglas […] no querían ser un pie de página o un etcétera”. Incapaces de rehacer, sí toca hacer el esfuerzo de revisar y redescubrir aquello que ha resultado
“A contratiempo intenta recrear el largo y tortuoso camino que las artistas valencianas han tenido que recorrer”, explica Folch. La exposición sitúa como punto de partida de este camino el final de la dictadura de Primo de Rivera y la II República para terminar con el fin del franquismo y el inicio de la transición. Las tensiones sociales y políticas se unían a las propias dificultades por el hecho de ser mujer, el difícil acceso a la educación superior y una palabra –conciliación- que no estaba el diccionario de todos los ciudadanos. “[Esta exposición] es importante porque revela nuestra historia oculta, se nos ha obviado y es fundamental contralo para crear conciencia colectiva”, recalcó Ángela García. Proclamada como una exposición de artistas, mejor empezar mencionando a las creadoras que la componen: Manuela Ballester, Elisa Piqueras, Gerda Taro, Tina Modotti, Kati Horna, Juana Francisca, Pitti Bartolozzi, Alma Tapia, Amparo Segarra, Juana Francés, Eva Mus, Jacinta Gil, Ana Peters, Carmen Calvo, Isabel Oliver, Ángela García, Victoria Civera, Cecilia Bartolomé, María Montes, Monika Buch, Milagros Lambert, Rosa Torres, Soledad Sevilla, Ángeles Marco, Cristina Grau, Ana Torralva, Pepa García, Victoria García y María Dolores Casanova. También, principalmente como coautores, forman parte de la muestra Eugenio Granell, Josep Renau. Fernando Mañez Juan Uslé, José J. Bartolomé y Josep Lluís Seguí.
Cabe destacar la labor, en este caso no solo de los museos, sino muy especialmente la de los coleccionistas privados, de quien en gran parte se nutre esta muestra, que han custodiado la obra de estas mujeres hasta su ‘conquista’ de los espacios públicos. El propio IVAM cuenta con una política de compras que desde hace algunos años plantea que sea al 50% entre hombres y mujeres, además de programas expositivos pensados específicamente para visibilizar a las artistas mujeres con el objetivo de acabar con la histórica discriminación. Aún así, el camino es muy largo y la colección del museo se compone de aproximadamente un 14% de obras firmadas por mujeres. Este dato es, aunque resulte sorprendente, uno de los mejores de espacios museísticos en la región, teniendo en cuenta que los museos de Bellas Artes apenas cuentan con producción femenina (El caso del Museu de Belles Arts de València, una pieza: La chula (1925), de María Sorolla García). Así, en 2016, el porcentaje de presencia femenina en los principales espacios expositivos de la Comunitat apenas alcanzaba el 5,19%.
El punto de partida de la exposición es la portada de la revista Blanco y Negro, encargada a Manuela Ballester en 1929, y que presenta los “primeros signos de modernidad”, indicaron las comisarias. A partir de esta pieza se inicia el primero de los dos grandes bloques de la muestra, ‘Una generación perdida: la II República, Guerra Civil y Exilio’, que continúa con artistas como Elisa Piqueras o Amparo Segarra, cuya formación e inicio profesional tuvo lugar en esta década, algunas de las cuales, como participantes en la defensa de la II República, realizaron gran parte de su obra en el exilio. “Esta exposición no es importante solo por una cuestión de justicia social, sino por el interés artístico de las obras”, incidió el director del IVAM, una sección que se completa con el trabajo de las foto reporteras Tina Modotti, Gerda Taro y Kati Horna o las cartelistas e ilustradoras antifascistas Juana Francisca y Pitti Bastolozzi.
El segundo gran bloque en el que se compone la exposición es ‘Dictadura y transición’, siendo el paso entre uno y otro, más que una evolución, una ruptura. “Parten de cero”, explicaron las comisarias con respecto a la obra de aquellas creadoras que producen en el mencionado periodo, pues poca es la información que estas manejan sobre sus predecesoras y prácticamente nula la divulgación de su trabajo en ambientes académicos. “Se volvió a los estándares de la mujer sumisa, de ángel del hogar”, explicó Isabel Tejeda, un retroceso que vio –un poquito- la luz con el desarrollismo en los años 60. Esta sección, considerablemente más amplía que la primera, también se divide en distintos apartados. El primero, ‘Los cuerpos en disputa’, en el que se presenta un nuevo imaginario que las valencianas de esta generación empiezan a construir ante la existencia de estereotipos de feminidad, reducidos al del ángel del hogar o la pecadora.
Del cuerpo -el espacio privado- a los espacios públicos, participación y conciencia creativa, una sección que reúne trabajos que incitaban a la participación o la generación de conciencias creativas críticas como instrumentos para lograr una masa ciudadana numerosa que consiguiera tumbar al régimen. En la sección ‘Prácticas de resistencia antifranquista: de la Historia a las historias’ la exposición reúne obras que evidencian que, a partir de los años 60, las manifestaciones artísticas de convirtieron en un espacio de resistencia política. En este contexto, también se recoge obra de la fotoperiodista Ana Torralva, que desde la publicación Valencia Semanal presentó un sobrecogedor reportaje en el psiquiátrico de Bétera. “La exposición culmina con el apartado llamado ‘De profesión, sus labores’, en el que las artistas recuperan en sus obras los trabajos de artesanía como fórmula de ahuyentar demonios”, indicaron las comisarias, que, como en el caso de Manuela Ballester en 1929, también cierran la exposición con un hito concreto: la exposición de algunas piezas de Carmen Calvo en el museo Guggenheim de Nueva York, en el año 1980.
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