Valeria Vegas analiza cómo la Transición se olvidó de liberar a las minorías y pone en valor las historias humanas que sufrieron la marginalidad
VALÈNCIA. Antonio Giménez-Rico quiso hacer una películas sobre mujeres transexuales en 1983, y se encontró con la cruda realidad que mostró en Vestidas de azul, presentada en el Festival de San Sebastián y que actualmente es más película maldita que de culto. Gímenez-Rico se adelantó tanto, con su sensibilidad a la hora de acercarse a las historias humanas que componen el documental, que el cine y la sociedad aún no le ha alcanzado.
La periodista valenciana Valeria Vegas parte del trabajo de Giménez-Rico para analizar el papel que se le dio a las mujeres transexuales en la Transición tanto en el cine como en los medios de comunicación. Su militancia pasa por reivindicar las vidas de las transexuales que tuvieron que pasar por todo aquello que ahora condenamos, y lo hace a través de un exhaustivo análisis titulado Vestidas de azul. Análisis social y cinematográfico de la mujer transexual en los años de la transición española, publicado por la editorial Dos Bigotes.
- Antonio Giménez-Rico se arriesga a contar unas historias y de repente se encuentra un realidad que las supera, ¿no?
- Sí, totalmente. Es un documental que se adelantó mucho a su época, en el año 83, cuando había mucho prejuicio y mucha mofa hacia el colectivo transexual en el mundo del cine. Luego eso se convierte en moralina. Y Vestidas de azul no tiene ni una cosa ni la otra. Al final, aunque todas sus protagonistas venían del mundo de la prostitución o del espectáculo, cada una tenía detrás una historia: una luchaba por la integración, otra se resignaba a la exclusión, otra hablaba sin tapujos de la prostitución... Todas tenían mucho que contar aunque fuera de manera velada.
- También es interesante que el propio director, que ya incluyó en un guion anterior el que ha acabado siendo el primer personaje trans del cine español, no compartiera directamente esos conflictos pero sí se quisiera acercar para aprender de ellos.
- Antonio Gímenez-Rico no es un director de la rama Eloy de la Iglesia-Almodóvar-Fernando Colomo, que tenían una visión muy moderna y muy de género. En su caso, da la casualidad de que su guion para Días de viejo color pasa la censura y crean ese primer personaje trans del que hablas. Es sorprendente porque muestra una empatía muy interesante sabiendo que su cine no busca ser moderno. Él cuenta que le interesaba mucho contar estas historias porque era muy asiduo a acudir a los shows de transformistas, que era la novedad y todo el mundo del espectáculo acudía a estos.
- A ti te pasa algo similar. Descubres la película cuando te la pone La Veneno en su casa, y de repente te encuentras con una serie de historias que en parte también te explican a ti.
- Esa película sabía que existía, pero no había manera de verla. No está editada en DVD ni en ninguna plataforma online. A pasado de presentarse en el Festival de San Sebastián a ser una película maldita. Yo no la pude ver hasta 2006, cuando La Veneno, que la tenía en VHS, me dijo que era extraordinario. El primer visionado me dejó muy impactada por su realismo. Ya cuando se estrenó emocionó mucho tanto a sus protagonistas como al público en general, ese punto de verdad que tiene hace que no haga falta ser transexual para empatizar con ella.
- ¿Qué ha significado a nivel personal esta investigación a partir de la propia película?
- Me ha llevado muchísimo trabajo este libro, porque llegar a las protagonistas y a sus familiares ha sido una labor de busca y captura. Luego, la película nos plantea ahora cómo se ha tratado en el cine y el periodismo algo tan humano como la transexualidad.
- ¿Y qué has descubierto? ¿Cómo te has sentido?
- Mientras escribía el libro, estaba casi sumida en una depresión al ver lo gris que eran las cosas en esa España. No eres consciente hasta que te pones a investigar y te topas con los artículos tránsfobos y los titulares sensacionalistas. Al final llegué a la conclusión de que la Transición Española fue muy liberadora para las mayorías, pero para las minoría no había ni libertades ni concesiones. Para los cis género heterosexuales, el derecho al divorcio fue un gran avance, pero hasta el año 83 todavía era delito la operación de reafirmación sexual y existía la Ley de Desorden Público que permitía detener a estas mujeres de manera arbitraria.
- Una de las situaciones de la película que muestra como una de las mujeres tiene problemas incluso con su DNI...
- Sí, una de ellas cuenta como llevaba ocho meses sin DNI porque la policía se lo había roto. Y leyendo entre líneas, tenía la intención de silenciar y oprimir la identidad de una persona. De hecho, murió sin un carnet ajustado a su identidad, murió hombre porque no conoció la Ley de Identidad de Género en 2007.
- ¿Tienes las sensación de que, cuando se habla de la transexualidad, se 'deja hacer', que es algo diferente a 'empatizar'?
- Sí, es cierto que ese dejar estar no sirve en términos prácticos. La empatía no puede llegar si ni siquiera entiende la diferencia entre condición sexual (de quién te enamoras) e identidad sexual (quién te sientes). Por eso, en la primera parte del libro, me dedico a hablar de terminología y de cómo han ido evolucionando las leyes... Actualmente sufrimos más por ignorancia que por falta de empatía. Hasta hace poco, para la sociedad, un transexual era un homosexual más radical.
- En los últimos años, con la nueva ola del feminismo, se ha avanzado en la reivindicación de la mujer cis pero se está pasando por alto que la revolución y el cambio tiene que ir mucho más allá, ¿no?
- Totalmente. La mujer transexual está doblemente discriminada, primero como mujer y segundo lo ha elegido, y la sociedad lo traduce como si fuera un castigo voluntario. Hay un modelo de mujer transexual muy parcial que ha legitimado el cine pero la gente ahora no cree que haya pluralidad en nuestra condición.
- Estos personajes de los que hablas están muy ligados a la comedia, que de manera natural estereotipa. En la balanza entre la libertad de expresión y la responsabilidad de lo que refleja el arte, ¿hacía dónde habría que recaer?
- Hasta hace cinco años, los medios masivos no tenían una ética deontológica para las noticias sobre transexualidad, y el cine no hace tanto que ha empezado a construir personajes con cierta profundidad. Esto hacía que la gente empatizase porque se mostraban payasos.
- Ahora estamos en otro momento: Girl de Lukas Dhont es un buen ejemplo de ello. Han cambiado los códigos y las sensibilidades.
- También Una mujer fantástica y otras, eso es un avance. Pero hemos llegado a esta situación a cambio de 35 años de silencio y maltrato. No podemos ser pesimistas y pensar que no hemos evolucionado, pero yo quiero contar también las historias de las víctimas, las que no han disfrutado estos cambios. Mi lucha es esta.
- La transexualidad no escapa de los roles de género que se han construído desde la sociedad patriarcal...
- Así es. Las personas transexual no dejan de formar parte de la sociedad imperante. Lo que es femenino y lo que no: hay quien considera que ser rubia es más femenino que ser morena, por poner un ejemplo absurdo y frívolo. Un tacón o la longitud del pelo no determina el grado de feminidad.
- Tu anterior libro fue una biografía de La Veneno, también has hecho un documental sobre la primera madre transexual que consiguió adoptar en España... ¿Vas a seguir este camino de reivindicación personal?
- Con este libro cierro la trilogía y prefiero centrarme en otras cosas. No descarto volver porque es un tema que aún tiene que estudiarse.
- Aunque tú descanses, ¿piensas que hace falta seguir contando historias? ¿Qué asignaturas pendientes tenemos los medios de comunicación?
- El problema es que cuando los medios se centran en una única historia, como el caso reciente de la Miss Universo, como si fuera algo único. Se debería hablar constantemente de deportistas trans, abogadas, farmaceúticas... Las hay, las conozco. Y no por ser farmacéuticas, sino porque estas personas han tenido que llegar a una facultad e integrarse en un trabajo. Hay muchas historias más allá del debate de la belleza. También falta reivindicar este pasado que muestra el libro y el documental Vestida de azul.
Guionistas, cineastas, showrunners, publicistas y, en general, mujeres creadoras del audiovisual participarán en un encuentro a cargo de la Universitat Jaume I de Castelló, cuyo objetivo principal es analizar sus obras, pero también conocer cómo heredan y construyen un nombre propio en la industria