CREACIONES AUDIOVISUALES SOBRE PERSONAS LGTBI

Lo que aprendemos de Mostra La Ploma

Las últimas producciones cinematográficas sobre diversidad sexual dan un paso adelante hacia la eliminación de los roles de género, la defensa del neutro, no binario. Muestran un gran abanico de la diversidad sexual que rompe el tabú de la transexualidad o del feminismo en sociedades inhóspitas; así los cineastas incoan una nueva normalización. Mostra La Ploma, ya consolidado como el festival valenciano de referencia para el colectivo LGTBI, nos enseña una radiografía de la óptica con que se asimilan los géneros y los cuerpos; con objetivos cada día más desprejuiciados hacia los sentimientos e identidades disidentes

17/12/2020 - 

VALÈNCIA. A falta de unos días para que termine el certamen, que en esta ocasión se ha celebrado desde la plataforma por streaming FestHome, el colectivo Lambda cumple de nuevo con el compromiso de invitar a nuevas fuentes documentales y creaciones audiovisuales internacionales a que abran temas de debate y den conocer caras ocultas, visiones alternativas y voces disonantes en cuanto a perspectivas de género y sexualidad. A pocas horas de conocer los premios de la edición, hacemos un repaso por el abanico de propuestas que completan el ciclo sobre diversidad.

La temática más generalizada de esta edición ha vuelto a mirar desde una atalaya hacia las personas transgénero, pero ya no sólo participando de su lucha personal por lograr esa transformación física y de autoestima, que también; sino con el objetivo de analizar el cambio de perspectiva humana que supone adquirir un rol diferente al cisgénero. “Ser mujer es como bajar un escalón en la sociedad, lo he notado así”, explicaba una de las personas trans protagonistas del corto Transversales, de los directores Afioco Gnecco y Jorge Garrido, que podría servir de síntesis perfecta de los estereotipos que se reproducen y diversifican en nuestro entorno.

La obra más significativa de las mostradas en Mostra La Ploma sobre las intersecciones entre sentimientos y entornos es El Viaje de Monalisa. El documental de Nicole Costa relata un viaje iniciático en el sentido más quijotesco de Iván Ojeda, un hombre que se trasviste en la escuela de arte dramático y descubre su otro yo, una mujer hipersexualizada, que decide exportar desde la performatividad hasta su propia persona: lo que le llevó a abandonar Chile y descubrir en Nueva York una nueva vida sumergida en espectáculo y en la prostitución. Cuando Nicole, la directora del filme, la redescubre muchos años después de haber estudiado juntas, Monalisa ya es la persona con la que se identificaba; se ha encontrado a sí misma y se entrevistan juntas para definir los cambios que atraviesan.

Una de las claves a reivindicar desde el arte audiovisual es una doble discriminación que sufren las personas queer, o aquellas que deciden no encasillarse en un género concreto, o incluso pretenden deshacerse de una apariencia estereotiopada. Esa doble discriminación la muestran obras como Rocky, un corto del menorquín Dani Seguí que enseña cómo a una persona con discapacidad intelectual, en este caso síndrome de Down, le pasa factura cualquier muestra de voluntad de atribuirse un estereotipo disidente de su propio sexo su entorno académico y familiar. La perspectiva del corto, que surgió de un proyecto de crowfunding, es dar a conocer una visión caducada y tránsfoba de parte de la sociedad frente al respeto y la inclusión social que impera en las familias y entornos de personas con diversidad funcional.

Otro de los ejes importantes del repertorio de propuestas del festival es la autodefensa feminista como una estrategia de empoderamiento. Asumir la mala conducta y la falta de comunicación de otras mujeres, o manifestarse en contra del machismo ayuda a todo un colectivo a avanzar, dar pasos hacia la igualdad y erradicar la violencia sexista. El espacio feminista ocupa mucho protagonismo en Mostra La Ploma 2020, intercalándose con la perspectiva trans y una evaluación pormenorizada de los roles de género. La película Beyond the Visible (Halina Dyrschka, 2019) muestra esa necesidad al narrar la vida de la pintora abstracta Hilma af Klint.

¿Por qué una artista que podría haber compartido salas de museos con Mondrian o Kandisnky puede llegar a pasar desapercibida en su contexto cultural? Evidemente,  los roles de género han venido atados a limitaciones sociales, techos de cristl que establecen los propios mercados. Lo hacen tanto de forma directa, restando espacios, como indirecta, redibujando un imaginario de historias relatadas únicamente por hombres. Resulta curioso cómo los textos de arte más academicistas, incluida la Historia del Arte de Ernst H. Gombrich, que desde el siglo XX sigue siendo el referente de los temarios de Bellas Artes, eluden en sus páginas cualquier trayectoria u obra artística atribuída a una mujer; cuando en ocasiones eran las ejecutoras de lienzos firmados por hombres.

En la película sobre Hilma af Klint se describe casi documentalmente ese proceso de ocultación. Con elegancia, la directora consigue mostrarnos a una mujer empoderada, revolucionaria y a una artista sueca con una obra plástica tan contundente como profunda; sin embargo, la realidad fue bien diferente cuando se le negó su nombre en las enciclopedias. Sería necesario reescribir la historia. Ese proyecto se ha llevado a cabo a través del arte contemporáneo, en obras de artes visuales tan reivindicativas como Queridas viejas, editando a Gombrich, mediante la que la artista María Gimeno se dedicó en 2017 a recopilar información de todas las mujeres omitidas por el manual de historia del arte, y maquetó e imprimió páginas con contenidos nuevos para intercalarlas en ediciones originales. Casi un palimpsesto que, no obstante, no se atreve a borrar el amplio espacio ocupado por el hombre en la historia del arte.

La reivindicación de espacios para la mujer en sociedades inhóspitas tiene cabida también desde el documental de Kaspar Astrup Schröder titulado Don't Give a Fox, que retrata a un grupo de mujeres jóvenes aficionadas al skate que disfrutan de esta práctica deportiva y celebran fiestas en la ciudad de Copenhague. Es curioso contemplar cómo los roles de género dificultan a muchas mujeres acceder a ámbitos tradicionalmente reservados para el rol opuesto. Una de las protagonistas se rompió un pie, lo que le imposibilitó seguir practicando el deporte, pero le abrió la puerta a un viaje por los sueños y aspiraciones de toda una generación de mujeres. Casi en forma de videoclip musical, nos recuerda que la presencia de colectivos de mujeres en algunos ámbitos restringidos es un ejemplo de visibilidad y avance feminista.

La percepción de los cuerpos como representación de género, y la transición que viven las personas trans, es otro paradigma y objetivo del cine LGTBI. En el corto Cuerpo (Posible), de Federica Rubio y Andrea Eichenberger, se recopilan diferentes opiniones que hablan de lo físico y de lo metafísico; de cómo las personas nos mostramos y sentimos a través de la forma anatómica. La lucha de una mujer transexual por haber logrado culminar una transformación que le persiguió durante muchos años conlleva asumir otro estatus para la apariencia. “Mi cuerpo es una conquista personal”, responde una de las voces invitadas cuando le preguntan por su visión de la anatomía, y en qué trascenderá de su persona. A las personas trans les ha costado mucho sacrificio conseguir un cuerpo coherente con su identidad y le dan un valor especial.

En este sentido, una de las producciones más emblemáticas es Mi pequeño Gran Samurai, que cuenta la trágica historia de Ekai Lersundi, un adocescente trans que se suicidó en Ondarroa (Bizkaia) en 2018. A través del documental conocemos la visión de sus progenitores y allegados, de escritos y manifestaciones que cobran un sentido nuevo cuando la persona desaparece, dejando como legado una reivindicación activa por parte de su familia y su entorno más próximo. Cada capítulo de fracaso de una persona trans se convierte en un símbolo de ilusión por cambiar el mundo en el que vivimos.

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