SILLÓN OREJERO

Los doctorados de la muerte

En plena época de presentaciones de tesis, conviene recordar un cómic francés que trataba de explicar al común de los mortales la desesperación que vive el doctorando

18/09/2017 - 

VALÈNCIA. Descubro una cuenta en Twitter que me hace, particularmente, mucha gracia. Es Doctorado Enfurecido (@phdenfurecido). La semana pasada lanzaba consejos bastante contundentes, decía: "¿Has terminado el máster? ¿No sabes qué hacer? Estás a tiempo de no matricularte en un doctorado. Di no a la tesis". Y retuiteaba de otras cuentas que apuntaban detallitos de la universidad la mar de simpáticos, como este tuit de @SarayDubaVitha: "¿Conoces algún otro colectivo en el que trabajar gratis esté tan asumido que si se te acaba el contrato y dejas de ir la gente se ofende?" Dos tuits que son pequeñas gotas de agua del océano que es el mundo académico.

En otro mundo, el del cómic, salió una pequeña novela gráfica que trataba el asunto de los doctorados y lo hacía reuniendo todo este tipo de quejas. Lo único es que Maldita Tesis (Grijalbo, 2016) -disponible en Kindle, de Tiphaine Rivière, transcurría en Francia, país que consideramos un pelín más serio que el nuestro. Y, muy concretamente, con una universidad más seria que la nuestra, que debería ser analizada según la máxima de Pirandello de que la realidad puede permitirse no ser verosímil, no así el arte. Un cómic con entresijos de la vida académica española, si se realizase en clave de realismo soviético, no se lo creería nadie.

Porque parecería hiperbólico. Para que la gente se tomase en serio la historia habría que rebajarla de personajes desequilibrados con poder, acomplejados llenos de odio también con poder, gentes decentes con la mirada del tigre de los veteranos de Vietnam y cuchilladas y navajazos por doquier, amén de nombramientos digitales realizados a plena obscenidad del día.

Lo que plasmó Rivière no sabemos si define a toda la universidad francesa, pero sí que reflejaba indirectamente muchos fenómenos habituales en la española. Por ejemplo, el personaje de la secretaria que finge ser una auténtica incompetente solo para que nadie le pida que haga nada a lo largo del día. Incluso su carácter tampoco parece algo exclusivo de por ahí arriba, ya que desmoraliza a los alumnos con comentarios hirientes y críticas veladas a sus proyectos con un espíritu de hacia la alegría por el mal.

El director de tesis de la protagonista, en su primer encuentro, solo está pensando en cómo instrumentalizar a la doctoranda y su trabajo frente a una compañera de departamento que le hace la competencia. No escucha en absoluto a la alumna porque está absorto en cómo machacar a su rival. Sí, son así.

Sueldos y becas de miseria solo si hay suerte

Y, por supuesto, la vida de la doctoranda tampoco nos es ajena. La protagonista del cómic se pasa las primeras semanas de doctorado no haciendo absolutamente nada, permitiéndose licencias para vaguear, y cuando tiene que dar clase gasta más tiempo preparándolas que si trabajase a jornada completa por cuenta ajena. Todo ello para cobrar una miseria y al semestre. Eso cuando cobra, porque luego recibir el dinero, tal y como lo describe la autora, también en Francia puede convertirse en un infierno burocrático digno del objeto de estudio e investigación de su doctorado: Kafka.

El fuerte de Maldita Tesis como tebeo es que el guión está establecido a partir de los pensamientos íntimos de esa chica. Por eso es realmente gracioso cómo está subyugada y sometida al director de tesis, al que en un principio admira como si fuese una deidad y tras sus encuentros repasa mentalmente todas sus palabras y miradas. Mientras tanto, la familia está preocupada por una hija que se acerca peligrosamente a la treintena y tiene unos ingresos de chiste.

Directores de tesis escurridizos 

Ocurre lo mismo con el director de tesis, que también sus pensamientos aparecen desnudos y se muestra sin pudor cómo torea de mala manera a la doctoranda solo con el único fin de que no le agobie con sus preguntas o le haga leer la tesis mientras la escribe. El hombre, la eminencia, lo que humildemente quiere es no dar ni chapa.

Por lo demás, la frase "Podrás ponerlo en el currículum, aunque no lo cobres, que es lo importante", motor de nuestra universidad y cada vez más de las fases de entrada en el mundo laboral de cualquier persona, también aparecen en el cómic.

Las relaciones humanas, por otra parte, dentro de estos departamentos se rigen por la desconfianza. Cuando le presentan a alguien, lo primero que pasa por su cabeza es "¿amiga o enemiga?"

En casa, en pijama, meses

Lo demás, la desesperación del que se adentra en una investigación de calado con la premisa de aportar algo original no por obvia es menos divertida. Aunque también es triste de ver. La protagonista de este tebeo se pasa meses en casa, con su pijama viejo, enfrentándose al ordenador con sus tacitas de té y un YouTube que la desconcentra constantemente.

Autobiográfico

Aunque sea un cómic sencillo, de humor blanco y a veces un poco naive, tiene mordiente y sirve muy bien a su propósito. Parte de ello se deba seguramente a que la autora, Rivière, pasó por este infierno en su día. Hizo una tesis sin beca y tuvo que ocupar puestos de trabajo "monótonos y repetitivos" en la Sorbona para ganarse la vida. El origen de esta novela gráfica estuvo en que, desesperada y aburrida en esas tareas, comenzó a colgar sus dibujos en un blog protagonizados por los personajes, burócratas y fieras de departamento, que la rodeaban.

Al estar de secretaria en el departamento de tesis, conoció a cientos de doctorandos que le contaban sus penas. Tenía que resolver sus problemas, a menudo complicaciones laberínticas o incluso choques de egos entre sus directores de tesis. Todo ello es lo que plasmó en su obra y el resultado es de gran ayuda, al menos para no llorar solo, para todos aquellos que se han metido en semejante empresa. Y además, el tebeo arroja un poco de esperanza. A su autora, la tesis, le sirvió para odiarla, plasmar su odio en unas viñetas e iniciar una carrera como historietistas. Sí, el doctorado no es tan inútil, como se puede comprobar.

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