EMPATÍA AUDIOVISUAL

“Nada se compara a la mirada propia” y otros relatos migrantes narrados por sus protagonistas

El Humans Fest acoge un taller de documentales en el que vecinos de Senegal, Argentina o Colombia reivindican sus derechos, denuncian las violencias que sufren y visibilizan su cotidianeidad

25/04/2022 - 

VALÈNCIA. Ser ferozmente libres implica, entre otras cosas, poder ejercer de narradores de nuestra propia existencia. Sin temores, cortapisas ni intermediarios. Que sea nuestra voz la que relata lo que nos abruma, nos emociona o nos agita en lugar de ser contados por una mirada. Trascender las taquigrafías de los otros. Con ese objetivo, la XIII edición del Festival Internacional de Cine y Derechos Humanos de València Humans Fest ha puesto en marcha este mes de abril un taller de documentales participativos en el que las personas migrantes han empleado el celuloide para reivindicar sus derechos, denunciar las violencias que sufren e iluminar sus rutinas.

Para crear en primera persona, desde las entrañas, toca emanciparse de las fábulas ajenas. “Como mujer migrante y joven, estoy un poco cansada de que en muchos espacios, ya sean digitales o presenciales, cuenten por nosotros lo que vivimos día a día, en lugar de ser nosotras quienes compartimos nuestras propias experiencias. Desde luego, no es igual hablar tú de aquello que te sucede a que sean otros quienes lo expliquen”, subraya Tania Alexandra Aparicio Vásquez, participante en el taller. Por las mismas coordenadas se mueve su compañera Patricia Azpelicueta, nacida en Argentina, quien considera que el arte “es sanador, un canal de expresión que nos permite transmitir de forma poética nuestros pensamientos. Rescatar nuestras voces, ser los protagonistas de nuestras propias historias, es algo que a menudo echamos en falta porque en muchas iniciativas son otros quienes nos representan y hablan por nosotros. O incluso cuando nos convocan para alguna actividad, casi siempre hay alguien que hace de intermediaria, y en ocasiones de una manera inapropiada: desde el paternalismo o la condescendencia. Aquí hemos tenido un apoyo técnico, pero hemos sido libres para crear. Nada es comparable a la mirada propia”. Y una aproximación más, la de Mohamed El Idrissi: “en estos documentales tomamos las riendas del guion, decidimos qué temáticas queremos abordar y cómo lo deseamos hacer”.

A estas andanzas fílmicas se han entregado doce vecinos procedentes de diferentes países (de Senegal a Argentina, de Mali a Venezuela) que han puesto en pie tres cortometrajes documentales. Las obras resultantes ahondan desde la intimidad en las aristas de la experiencia migrante y sus consecuencias a la hora de construir una existencia plena. La expedición por las geografías del documental ha contado con el asesoramiento y guía de La Cosecha, productora especializada en el audiovisual como herramienta para el cambio social. “Acompañamos todo el proceso de creación, sobre todo la parte más técnica, para evitar que haya problemas con el enfoque, los planos… La magia del documental es que tú tienes una idea en tu cabeza, un guion cerrado, pero cuando comienzas a grabar puede que la historia se vaya por caminos inesperados y tienes que fluir”, señala Alba Pascual, integrante de La Cosecha.

Los títulos gestados en el taller se proyectarán durante el Humans Fest, impulsado por la Fundación por la Justicia, que tendrá lugar del 9 al 18 de junio. En este sentido, Pascual recuerda que “el principio de creación no acaba cuando acaba el taller, sino que continúa cuando la pieza tiene vida propia: cuando se proyecta ante una audiencia, se difunde por redes sociales y el público habla de él. Y también cuando te ves representada en una pantalla”. De hecho, para el venezolano Jaime Corredor “exhibir el trabajo ya acabado, ver las reacciones de la audiencia y sacar conclusiones al respecto es la parte más enriquecedora de este proyecto. Es la vía para lograr el impacto que queremos al mostrar esa pequeña realidad”.

“Qué es la subjetividad, qué es la cotidianidad y qué es la memoria”

Respecto al proceso de rodaje, Pascual indica que por tratarse “de un taller breve, no pudimos profundizar tanto en la cuestión técnica y nos centramos más en las infinitas posibilidades que tiene el documental para relatar asuntos de maneras muy distintas y de recuperar testimonios que a menudo no están recogidos por los sistemas tradicionales y oficiales de representación. Visualizamos otros títulos que se han realizado en proyectos parecidos, para exponer que todo el mundo puede realizar un trabajo fílmico así. Y también hemos conversado y debatido sobre qué es la subjetividad, qué es la cotidianidad y qué es la memoria, tres cuestiones imprescindibles cuando se aborda el documental. Más allá de reflexionar sobre lo que queremos comunicar, debemos pensar en el cómo: dónde quiero poner mi cámara, por qué lo quiero hacer de esta manera, cómo quiero editarlo…”.

Bajo su ADN participativo, la construcción de los cortos partió de un proceso de reflexión, investigación y debate dentro del grupo. Una vez perfilados los temas y estímulos de cada pieza, se crearon los equipos de rodaje. ¿Y de qué hablar cuando pones tus pupilas en el eje de la narrativa? En este caso, el primer documental pone el foco sobre los CIE, “un tema tremendamente relevante, pues todavía hay mucha gente que no es consciente de que los CIE existen y de la realidad tan dura que tiene lugar tras sus muros”, resalta El Idrissi.

Otra de las obras plantea una reflexión sobre la dificultad para homologar o convalidar los títulos profesionales, una traba administrativa que supone, en la práctica, condenar a la precariedad a muchos empleados extranjeros. “Al llegar a España nuestros currículos ya no valen, solo tenemos nuestros nombres. En el caso de las mujeres, al racismo se le suma la desigualdad de género y eso hace que estemos expuestas a formas de neoesclavitud, trata de personas... Por otra parte, cuando estamos trabajando en una casa o limpiando un baño en una discoteca, nadie se pregunta quiénes somos y cuál es nuestra trayectoria. Les conviene más tenernos como una mano de obra barata y anónima, se nos quita nuestra humanidad”, afirma Aparicio. Y por último, pero no por ello menos importante, se ha confeccionado una pieza sobre el uso de los espacios deportivos de la ciudad: “muchos migrantes sienten que no pueden ocupar centros culturales o de ocio, que eso está solamente reservado a personas blancas. De hecho, es difícil ver en ciertos lugares a personas racializadas, queremos animarles a que empleen esas instalaciones, porque son para todo el mundo”, explican los componentes del taller.

Pantallas que alimentan la empatía

Como señala Pascual, la sociedad contemporánea se encuentra “completamente mediatizada, el mundo audiovisual marca nuestra rutina. Apoderarte de las herramientas audiovisuales permite que tu voz sea escuchada, pero también decidir cómo quieres verte representada. La clave radica en cambiar las narrativas, que sean las compañeras las que hablen de la violencia estructural y racista que sufren. Las tres piezas que han salido de este taller ponen la vida en el centro desde la subjetividad”. De hecho, desde su productora consideran la imagen en movimiento “como forma de expresión artística y de denuncia. Los sucesos personales y los actos cotidianos son espacios de resistencia y es necesario que sean contados. El audiovisual tiene la posibilidad de humanizar a las personas, conectarlas, en un mundo tan violento como el nuestro”.

Respecto al potencial de la pantalla, Aparicio comenta que “el planeta está lleno de fronteras y si hay algo que no tiene tantas fronteras es el audiovisual, pues, a pesar de la brecha digital y la censura, socialmente es mucho más accesible que, por ejemplo, las reflexiones académicas”. En la misma línea, Corredor expone que esa alquimia del fotograma “te permite jugar con muchos elementos. A cada espectador le toca una fibra, conecta con cuestiones diferentes: hay quien siente el choque a través de las imágenes, otros a través de la oralidad… Es un medio que facilita lograr la empatía, tender puentes con la audiencia y comunicarse con éxito”. El celuloide reivindica así su capacidad para ejercer de catalizador de sensibilidades y problemáticas. “Durante el desarrollo del taller, me impactó darme cuenta de cómo se puede visibilizar algo a través del medio audiovisual, su rol a la hora de expresarte y llegar a otras personas”, sostiene El Idrissi.

Llevamos un buen rato hablando de ‘documentales participativos’. Toca, pues, echar un ojo a las particularidades de este formato de creación en el que la plasmación de vivencias personales y la horizontalidad en el reparto de tareas marcan el ritmo de baile. Hay que averiguar de qué color es el pelaje de este animal mediático. “Cada participante tiene sus propios recorridos vitales y hemos realizado una investigación sobre nosotras. Los episodios que narramos están construidas desde nuestros saberes y sentires, ya sea de quienes aparecen ante la cámara o de quienes estábamos detrás. No se trata de recurrir a testimonios externos, sino de reflejar un problema global desde una óptica particular. Reflejamos nuestra realidad desde nuestros cuerpos, nuestro corazón y nuestro estómago”, incide Aparicio. Esta trabajadora social y activista ha encarado aquí su primera incursión en el universo del fotograma: “no me imaginé que yo fuera a poder coger una cámara, hacer las tomas del cortometraje en el que participé y que encima quedaran bonitas”, señala.

Cada uno venimos de un lugar distinto, tuvimos que migrar por motivos diferentes y traemos nuestro pedazo de realidad. Aunque no pudimos abordar todas las propuestas que se pusieron sobre la mesa, fue interesante poder acercarnos a esas narraciones que van más allá de ti”, señala al respecto Corredor, quien en esta peripecia se ha adentrado en las tareas de control de audio y manejo de la cámara. En esa pradera germina también Azpelicueta: “pensaba que sería más complejo llegar a acuerdos por tener orígenes y trayectorias diferentes y por estar en momentos vitales diversos, pero estuvimos completamente alineados”.

Repetimos, “nada es comparable a la propia mirada”... o a la voz cuando se alza sobre el ruido y decide zambullirse en el relato íntimo de los desasosiegos, las frustraciones y las incertidumbres.

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