Nos gusta el arte, así que aprovechando estas fiestas centremos nuestra mirada en obras artísticas que tenemos muy cerca desde hace mucho tiempo y que recogen aquello que mientras unos dicen que sucedió hace algo más de dos mil años, otros que no acaban de verlo. Para el caso es lo mismo, porque para el disfrute del arte por el arte no hace falta creer
VALENCIA. Se sea creyente o no, no puede negarse la potencia visual de la iconografía católica. Las fiestas de la Navidad son una exaltación de todo ello. Allá dónde se vaya se hace presente uno u otro motivo. Yo he tratado con clientes descreídos que sin embargo se sienten atraídos por la imaginería católica en el sentido de galería de imágenes de enorme belleza al margen del mensaje que para los creyentes representan y coleccionan arte religioso. Es difícil no admirar una Sagrada familia de Juan de Juanes sea cual sea la creencia de uno.
Estamos en Navidad y cuesta sustraerse a ello, aunque se quiera. Podemos afirmar sin ningún género de dudas que son los temas de la Natividad y su mundo, los que más se buscan y cotizan por el mercado. Son varias las razones: la riqueza de la composición, el carácter amable del tema y por ende lo decorativo: las Sagradas Familias, las adoraciones de magos, de pastores etc. Como anécdota, se me viene ahora a la cabeza una polémica suscitada hace unos años por una tabla de Juan de Juanes que pertenece al Museo Municipal y que se hallaba en el despacho de la por entonces alcaldesa de Valencia. Cómo no, se trataba de una Sagrada Familia. Muy extraño hubiese sido el asunto, si en lugar de una obra de esta atractiva y amable temática, se tratara de una dantesca escena de un martirio o un Juicio Final y el consiguiente desfile de las almas hacia el infierno. Hay temas que venden más que otros.
El período que va desde la Alta Edad Media hasta la llegada del academicismo, podemos considerarlo la edad dorada del arte religioso y pocos maestros de la pintura han dejado de reflejar la natividad en sus obras: Giotto, Leonardo, Boticelli, Durero, Velázquez, Rubens, Rembrandt. Se trataba de un tema central de devoción, pero a su vez permitía al pintor o al escultor lucirse y dar rienda suelta al virtuosismo en el tratamiento de la composición que es generalmente de gran complejidad por el abigarramiento de personajes que participan en la escena, de lograr la maestría en rostros, ropajes, del movimiento, del color y la luz que se centra en la figura del Niño…Las natividades son obras para el lucimiento.
En nuestro ámbito cercano les sugiero un recorrido de una mañana para admirar varios ejemplos excelentes de adoraciones que se reparten por nuestra ciudad. Empezamos el Museo San Pío V, donde tenemos una espectacular adoración del Maestro de Perea de finales del siglo XV, transición entre el Gótico y el Renacimiento, y que destaca por la riqueza de los ropajes al emplear el oro profusamente. La tabla pertenece al gran retablo de los tres reyes, que proviene del Convento de Santo Domingo y que se encuentra en unas excelentes condiciones, ya que fue restaurado hace pocos años. Ya en el centro histórico y en la Seu tenemos dos ejemplos del mejor Renacimiento: en el retablo mayor de la Catedral, una de las tablas de Fernando Yáñez de la Almedina recoge una excelente Adoración de los pastores pintada entre 1507 y 1510 y en la que se puede apreciar la influencia de Leonardo da Vinci con quien el pintor español pudo colaborar el perdido mural de La batalla de Anghiari. La segunda obra se halla desgraciadamente inacabada: en uno de los muros de la capilla del Santo Cáliz puede admirarse una monumental Adoración de los Reyes. El fresco es obra de Nicolás Florentino que no pudo acabarla al fallecer en 1470. Salimos de la catedral y un agradable paseo nos conduce a un museo no suficientemente valorado: el museo del Patriarca. Aquí se trata de una extraordinaria Adoración de pastores, pintada sobre 1606 por El Greco. Para los que les gustan estos datos, si mañana saliera en una subasta, sin duda se trataría de una pieza de varios millones de euros. Uno de los cuadros más valiosos de la ciudad.
Acabaremos nuestro recorrido a escasos metros, en el Museo Nacional de Cerámica. Si les apetece visitar un belén con sus hijos, qué mejor que empezar a inculcarles el amor por el arte con una visita al citado museo y a su magnífico Belén napolitano del siglo XVIII que fue adquirido en el año 2002 por el Ministerio de Cultura. Se trata de un excelente belén napolitano de 29 figuras. Las cabezas se realizaban en terracota y el cuerpo solía ser en alambre recubierto de estopa. Las extremidades en este caso, de madera tallada, ojos de vidrio y vestimentas de época. Existe un importante coleccionismo de figuras de belén de origen napolitano por la extraordinaria variedad de personajes que existe, llegando a configurarse excepcionales belenes de más de un centenar de figuras.
Así que entre comida y comida, dense un baño de cultura y redescubran su ciudad desde este punto de vista. Feliz Navidad.