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CRÓNICA MUSICAL

Oratorio bilingüe

La versión escenificada del oratorio de Honegger se hizo con un plantel de intérpretes y técnicos ligados a Les Arts, al que se sumaron Rosana Pastor, Juli Cantó y Christopher Franklin

29/05/2016 - 

VALENCIA. El montaje del oratorio de Arthur Honegger sobre Juana de Arco (Jeanne d’Arc au bûcher en su versión original), ha contado con el halo positivo que rodea, al menos entre un sector de los oyentes, a las obras poco o nunca interpretadas en Valencia. Compuesta en 1938 sobre versos de Paul Claudel, requiere de importantes efectivos: gran orquesta, solistas, un coro de adultos, otro de niños, y dos actores en los papeles principales, que no son cantados, sino recitados. Los cuerpos estables de Les Arts (orquesta y coro), unidos a cantantes del Centro de Perfeccionamiento Plácido Domingo (Karen Gardeazabal, Federica Alfano y Alejandro López) y a estupendos solistas pertenecientes al mismo Cor de la Generalitat (José Enrique Requena, Bonifaci Carrillo y Diana Muñoz), protagonizaron la representación.

Completaron el apartado de solistas Cristina Alunno y Mario Corberán, que también han sido miembros del Centro. El oratorio se ha presentado en el auditorio superior de Les Arts con una versión escenificada a cargo de otro viejo conocido en el recinto: Emilio López. Lo son asimismo los responsables de la videocreación y la iluminación (Miguel Bosch y Antonio Castro), quienes compaginaron esta labor con las representaciones de Café Kafka, varios pisos más abajo del mismo coliseo. Casi todo el plantel es, pues, de la casa, excepción hecha de la batuta (Christopher Franklin, también al frente de la ópera de Francisco Coll), la escolanía infantil (con su propio solista, Alejandro Estellés) y dos actores valencianos: Rosana Pastor, que encarna a Juana de Arco, y  Juli Cantó como Fray Domingo.

Las partes habladas no sólo se encomiendan a estos últimos, sino que varios cantantes tienen que recitar en algún momento, con la dificultad subsiguiente de tener que sobreponerse, en un tipo de emisión de menor potencia que la utilizada en el canto, a una orquesta y un coro grandes. Máxime en una sala de acústica tan deficiente como el auditorio superior de Les Arts. La solución más generalizada en esta partitura es la utilización de micrófonos para el habla, aunque el sonido de la voz amplificada eléctricamente combina mal con el de las voces que sólo utilizan los resonadores naturales. Se produce además un desequilibrio notable entre la potencia con que se escucha a los cantantes respecto a los actores, ya que, además, la amplificación de estos se realizó de forma tan generosa como poco sutil.

Otra incongruencia, también muy frecuente en los montajes de este oratorio, provino del idioma utilizado: el francés original para el canto (con traducción en la pantalla de sobretitulado), y el castellano en el recitado. De esta forma –por poner el ejemplo más chirriante- el coro o los cantantes podían interpelar a la protagonista en francés (y con la amplificación natural de su voz), pero esta les respondía en castellano y con micrófono. Es cierto que el propio Honegger defendió la utilización del idioma de cada país para las partes habladas, con el fin de que el público pudiera entenderlas, pero en su época no tenían, como ahora, la posibilidad de sobretitular con la traducción. Les Arts dispone de este recurso, que se utilizó en la representación para traducir las partes cantadas y que, del mismo modo, hubiera servido en el texto recitado. 

Juana de Arco quedó situada en el centro de la galería superior del escenario, sobre un pedestal simulado cuyas tonalidades rojas se acentuaban según las demandas del libreto, especialmente cuando el fuego la consume. Rosana Pastor encontró el tono adecuado para la doncella de Orléans, que resultó dibujada con exaltación pero sin caer en el histrionismo. A ambos lados, dos pantallas reproducían distintos encuadres de su rostro, de las manos acusadoras que la llevaron a la hoguera, y de videocreaciones, realizadas algunas a partir del fondo de esculturas de Julio González que tiene el IVAM. Juana era el núcleo de todo: detrás de ella, el coro de adultos, con sus solistas en primer término, y la Escolanía de la Virgen a su izquierda. A su derecha, los otros solistas y Frère Dominique. Este, encarnado por Juli Cantó (también amplificado y con su parte traducida), lució una actuación correcta, aunque en algún momento pudo parecer más campechano de la cuenta para los versos de Claudel. Los solistas situados en el extremo de la galería (extremo cuya acústica ya se ha revelado problemática en otras obras), tuvieron dificultades para hacer oír su canto, con excepción de Mario Corberán y  Karen Gardeazabal.

Arthur Honegger (1892-1955) es un compositor poco programado en Valencia, quizá porque se teme de él una estética más rompedora de la que en realidad practicó: hasta el culto a la máquina de su famosa Pacific 231 (una potente locomotora de vapor francesa) no asustaría hoy a nadie. Prueba de ello es esta Juana de Arco en la hoguera, de partitura bastante aferrada a la tonalidad, y que sólo muestra escarceos puntuales con las tendencias más arriesgadas de su época. La música, musculosa, consigue una síntesis en ese binomio francés-alemán que tanto preocupaba a los compositores de entreguerras. Nunca fue partidario de introducir novedades sólo porque sí, y también en esta obra intenta unir tradición y modernidad, prescribiendo, por ejemplo, un instrumento electrónico inventado en 1928 (las ondas Martenot), al tiempo que nos sumerge en una composición que, a veces, podría asimilarse a un derivado tardío del Romanticismo e, incluso, rozar la grandilocuencia

Tanto el texto de Paul Claudel como la partitura de Honegger presentan una visión de la historia de Juana de Arco -tan proclive a un desarrollo dramático con conflictos vigorosamente estructurados- en una sucesión onírica de recuerdos que asaltan a la protagonista cuando ya se encuentra en la pira. Hay algunos momentos endebles teatralmente y, con todo, la obra ha logrado atraer a nombres importantes de la escena y el cine. El ejemplo más emblemático es el de Rossellini, que dirigió en 1950 una producción de este oratorio para el Teatro San Carlo de Nápoles, con Ingrid Bergman como protagonista, producción que recorrió varios teatros europeos (entre ellos el Liceu de Barcelona) antes de ser llevada al cine. El oratorio llegó a Granada en el 2003 (Aitana Sánchez Gijón encarnó el papel principal), y volvió a Barcelona (Auditori) en 2015 (con la actriz francesa Marion Cotillard, quien, naturalmente, hizo su papel en el idioma original)

El Cor de la Generalitat actuó en la producción granadina, y el día 26, en Les Arts, se hizo patente su conocimiento de la obra, sabiendo cantar con dulzura o con fiereza cuando correspondía. Los niños de la Escolania de la Mare de Déu gustaron sobre todo al entonar el canto llano. La Orquesta de la Comunidad, dirigida por Christopher Franklin, dio una versión más rotunda que rica en detalles, abusando del forte, mientras que la sonoridad, algo turbia, impidió disfrutar al completo todos los matices de la partitura. Convenció más el director americano en su trabajo con el grupo de cámara que, surgido de la misma orquesta, actúa en Café Kafka.

Como novedad en el sobretitulado debe aplaudirse la pantalla oscura con un tipo de letra bien contrastado, en lugar de la habitual en tono ocre, muy poco cómoda para las personas con problemas en la visión. Cabe desear que no se trate sólo de una solución dictada por los colores predominantes en la escenografía.

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