VALÈNCIA. La exposición de Teresa Lanceta en el IVAM no acaba en sus telares y, de hecho, ha contado con una agenda paralela de propuestas envidiable. Si hace unas semanas fue el turno de Iniciativa Sexual Femenina, este viernes se juntan algunos de los nombres más interesantes del flamenco contemporáneo: las bailoras Ana Morales, Fuensanta La Moneta y Javiera de la Fuente, en un mano a mano con las palabras y la voz del investigador y comisario Pedro G. Romero. El motivo es Subir y bajar escaleras, una proyecto que busca tejer la relación entre la escritura de Lanceta y la voz y el cuerpo de estos artistas para ahondar conceptualmente en lo que propone la artista a través de su obra poliédrica.
El acto, que ya se hizo en el MACBA el pasado mes de mayo, superpone la escritura de Lanceta (a través de varios textos suyos), la de Romero (que disecciona de manera casi dadaísta su visión de la obra de la catalana), y lo que escriben las bailaoras a través de sus cuerpos. Una coreografía caótica que buscar acabar de tejer algo. “Surge de una propuesta de Teresa Lanceta al museo, que quería que yo hiciera de Paul Valéry y una bailaora de La Argentina para reconstruir aquella escena sobre la danza que fundó las bases poéticas del arte de los años 10. Pero yo, que había hablado mucho con ella de estas cosas, quería mejor ahondar en la memoria que teníamos de su relación con el flamenco, del que es aficionada, de su vida viviendo con gitanas, y de las conversaciones que hemos ido teniendo sobre su obra. Por eso el punto del partida hemos querido que fuera el flamenco y no otra danza”, explica el investigador.
En efecto, en el texto de Romero hay mucho de Valéry, también de Dadá, y por supuesto, mucho de Teresa Lanceta. Frente a las palabras, se colocan tres bailaoras de una solvencia envidiable, que además, dentro de esa escena tan viva y diversa, han apostado por acercarse a la contemporaneidad desde la tradición: “Morales, Premio Nacional de Danza, es una bailaora de una perfección que asusta, muy técnica. Javiera de la Fuente también tiene un perfil muy vanguardista, pero totalmente distinta: física, sutil, de la escuela sevillana; y se acerca a la contemporaneidad desde un lugar inédito. Y La Moneta vendría de la escuela granaína, del baile gitano, más tradicional, con mucha garra, pero, a la vez, también se ha acercado a lo contemporáneo”.
Lanceta y Romero, cómplices en muchos proyectos, tejen ahora un pensamiento sobre la escritura desde lugares diferentes, pero los dos buscando, en todo caso, la sonoridad y el ritmo desde la improvisación (ella en sus patrones, él en sus derivas).
¿Por qué perfomance y no espectáculo? Pues porque no hay un ensayo de lo que vaya a ocurrir y porque hay un espacio para el desafío de las bailaoras a la hora de enfrentarse al texto. Sin guitarras ni cajas flamencas, su cuerpo lo mueven las ideas y los caminos oscuros iluminados con una linterna narrativa por Romero. A veces, ellas también toman la palabra y leen textos, simultáneamente (o no) con él. A partir de ello, también una reflexión sobre el papel de las bailaoras: “El flamenco siempre ha sido un lugar privilegiado porque hay un trenzado entre el acontecimiento y el texto. Un aficionado piensa que en el espectáculo todo es improvisado, que todo son arranques, cuando en realidad está todo mucho más pensado y detallado. Las tres bailaoras saben jugar precisamente con eso, con confundir lo preparado de lo improvisado; como la escritura de Teresa, que está entre lo formal y lo informal, entre las pautas y los desórdenes”. Así, el baile también se convierte en escritura, como el tejer.
Sobre lo popular en el IVAM
Pedro G. Romero es, además, el comisario de la exposición que prepara el IVAM a final de año sobre la revisión de su colección desde lo popular. “Peter Burke, en el nuevo prólogo de su clásico sobre cultura popular, explica que lo difícil de hablar de ello en un libro es que hay que definir todo el tiempo qué significa cultura y qué significa popular. Lo popular es un cajón desastre que sirve para un roto y para un descosío. Por eso mi idea es la de, tal vez no definidir qué es lo popular, pero sí cómo funciona. Una cosa es cultura de masas, y otra lo popular; una cosa es cultura de consumo, y otra lo popular; una cosa es el folklore, y otra lo popular. Aunque algunos iconos sean similares o se repitan, en el momento de la construcción del concepto, es interesante cómo se cristalizan esos elementos, cuál es su potencia, quiénes son los colectivos que lo ponen en marcha… Para mí”, adelanta de su trabajo.
“El IVAM no es un museo folk ni de antropología, así que yo busco cómo aquello que va por debajo del pueblo —como decía Agustín García Calvo que iba siempre lo popular— emerge y qué pautas se repiten. Está siendo un trabajo de lectura muy atento”, añade.
En ese discernimiento sobre lo que es y no es lo popular, también se podría analizar si las colecciones de los museos contemporáneos se acercan más a ello o construyen un relato de la actualidad de espaldas al pueblo. Sobre esto, Pedro G. Romero opina que: “no soy amigo de calificarlo así. Me interesa hacer un trabajo riguroso en algo que puede ser tan populista como lo popular. Lo popular siempre está fuera de los museos, pero desde ellos sí podemos ver cómo han evolucionado, más aún en una ciudad y una cultura como la valenciana, casi caricaturizada”.
Y en este brete, dos ideas concisas que sirven como recordatorio: “si todo es popular, nada es popular”; “en la actualidad ya ha quedado claro que la alta cultura ya no tiene ningún valor, si es que acaso lo tuvo en algún momento”.