VALÈNCIA. Cuando el artista Carlos Sáez animó a Pepa Salazar a mostrar todo aquello que se derivaba de su ‘creadorexia’ dio pie al desarrollo de una de las carreras de las que no hay que perder ojo. Formada en el Instituto Español de Diseño y con un paso por Loewe que, además de una interesante línea en el curriculum, la llevó a la Semana de la Moda de París, la valenciana última los detalles de la nueva colección que presentará en la sección Off de la Mercedes-Benz Fashion Week Madrid (MBFWM) mañana sábado a las 21 horas, en el Mercado de Antón Martín. Afincada en Madrid, la valenciana reivindica el “orgullo” de ser un valenciano por el mundo, un origen que no es pasado, sino que está muy presente. También en su trabajo, pues ha utilizado tela de fallera en zapatos y presentado sus creaciones en un homenaje a la ruta del bakalao. Ahora vuelve a desfilar en una MBFWM que la ha visto crecer como artista desde que ganara la primera edición del Mercedes-Benz Fashion Talent en la pasarela Samsung EGO. La primera y, por cierto, también la segunda. Diez ediciones después, Pepa Salazar sigue dando zancadas afianzándose como una de las firmas jóvenes con mayor proyección.
-Con la MBFWM a la vuelta de la esquina, ¿cómo es un día de Pepa Salazar?
-Son momentos de muchísimo estrés, y sobre todo de coordinar todo, pequeñas cosas que hay que cerrar. Hay que estar con la mente despejada para que todo salga bien. Los accesorios, estilismos, últimos detalles creativos… todo para que todo que has creado de patronaje y ropa cobre sentido.
-Ya vienes seguro con algunas lecciones aprendidas.
-La experiencia va cambiando. Y sobre todo vas repasando tu trabajo. Colección tras colección te das cuenta de cuáles son tus errores, en qué puedes evolucionar o con qué te puedes atrever. Es un proceso de experiencia. Te atreves con tejidos, mezclas, colores, formas diferentes.
-¿La experiencia te hace entonces más valiente?
-Siempre se tienen inseguridades sanas, todos los artistas las tienen. Si todo lo que has presentado te gusta es que no tienes nada más que decir. Es bueno o sano que hayan cosas que te horroricen, hay que aprender a vivir con ello porque eso significa que puedes evolucionar. Si todo lo que has hecho te encanta corres el peligro de estancarte, aunque tampoco puedes obcecarte o amargarte. Es importante estar en el punto intermedio, aprender de las inseguridades.
-¿Qué te apasiona de lo que vamos a ver en unos días?
-Tengo muchas ganas de ver el desfile. Hasta que no lo veo en conjunto no sé qué pasa exactamente. Este año presentamos en el Mercado de Antón Martín, un lugar que nos gusta mucho, creo que puede quedar muy diferente. El estilismo y la puesta en escena será bastante cañero. Sobre la ropa, la tengo muy fresca todavía. Generalmente la última prenda que hago es siempre la que más me gusta y en este caso, viendo la que estamos terminando, creo que también será el caso. Vamos a trabajar con colores que nunca fallan, como el rojo o el negro, y materiales como punto o piel. También hemos realizado un pieza muy interesante de puzzle, creando una plancha de seis metros de tejido en la que los patrones se van colocando encima y van encajando. El final de una pieza es el inicio de otra. Esto es porque la colección trata sobre el aprovechamiento a todos los niveles. Desde el conceptual o estilístico hasta el propio patrón habla sobre que todo se tiene que aprovechar. Que los desprecios consigan ser un objeto de deseo. Así, usamos la piel de una forma más ruda o hacemos acabados hechos con la intención de que se vean más rotundos. Ha sido un trabajo muy complicado, casi de papiroflexia.
-Hablamos de diseño… y consumo responsable.
-Es difícil porque es un tema de educación de consumo. Que una prenda valga cinco euros conlleva una serie de cosas: que no están producidas en España, etc. Nosotros producimos todo es España, con lo que las prendas salen más caras, pero merece la pena comprar menos y mejor. Por eso también hablamos de aprovechar los recursos, para algunas piezas hemos utilizado sobrantes de otras colecciones, sedas que son ‘desperdicios’, pero ‘desperdicios’ muy caros.
-Hablas de la moda como un “lenguaje”, un medio para comunicar, ¿cuál es el mensaje que quieres transmitir mediante la moda?
-Es una manera de expresarse uno mismo, de expresar sus ideas. Cuando ves a los diferentes diseñadores, ves su universo, su mundo… ves a una persona. No es lo mismo ver Cavalli que Comme des Garçons, se identifica rápidamente una forma de pensar. ¿En mi caso? Es difícil que lo explique yo misma. Sabes lo que quieres decir pero cómo lo perciben los demás es difícil de acertar. No soy una diseñadora muy temática, siempre parto de técnicas o de puntos de reflexión, de los que desarrollamos el concepto. En este caso el aprovechamiento. No se trata de marinero, militar… Siempre hay pequeñas reflexiones tras las piezas. Hay piezas que cuesta colocar, incluso estamos haciendo un libro de instrucciones. Esto al final es divertido porque entablas otro tipo de relación con la prenda, un objeto con el que mantienes una relación emocional. Es importante conectar con la ropa de esa manera.
-¿Qué lección aprendiste de tu paso por Loewe?
-Aprendí cómo se trabaja en una empresa grande con un gran equipo de profesionales, cómo estructurar una colección, los tiempos de trabajo, que se necesita mucha dedicación... Hasta que no trabajas en una empresa no te das cuenta de qué significa la dedicación al trabajo, y más en una empresa que hace desfiles. Las semanas de show en París son duras. Es una experiencia que recomiendo mucho antes de lanzarte a cualquier proyecto personal.
-¿Por qué era importante, después, impulsar la marca Pepa Salazar?
-Realmente fue de casualidad. Mi amigo Carlos Sáez me dijo que padecía de ‘creadorexia’. Entonces me presenté a Samsung EGO y gané la primera edición, lo que me dio ganas de continuar. Después gané el segundo y ya me acostumbré a trabajar a mi manera. Trabajar con otras personas me interesa mucho, pero ya he encontrado mi manera de hacerlo. Sé que me gusta tocar mucho el patronaje, que las ideas no se me ocurren dibujando sino modelando en maniquí. La técnica me da la inspiración, y no todas las empresas trabajan de esa forma. Mi firma me permite trabajar de manera diferente.
-Este año se cumplen diez ediciones desde la primera edición de Mercedes-Benz Fashion Talent, ¿cuál es el balance?
-Es un impulso porque te da seguridad, también a nivel de comunicación. La segunda victoria supuso consolidarme un poco más. Después, con el Samsung Ego Innovation Project creamos tejidos, trabajando más la performance que la colección, puesto que eran ocho looks. Con EGO estuvimos en México y Zúrich, se aprende mucho sobre cómo se trabaja fuera, cada pasarela es diferente. La segunda no era al uso, sino que se concebía más como un evento social.
-¿Cuál es la ambición de la firma?
-Acabamos de firmar con Boon, un showroom en París, donde iremos el 26 de septiembre y presentaremos durante la semana de la moda de París la colección a prensa y compradores. Lo que queremos es afianzarnos como empresa, ser autosuficientes y crear un producto de calidad que se venda en el mundo. La moda está a caballo entre el arte y la empresa pura y dura, ahí es donde nos estamos enfocando.
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