memorias de anticuario

Pequeña guía para disfrutar (o no) del arte contemporáneo

Se acaba de inaugurar una nueva temporada por parte de la asociación de galerías valencianas que se agrupan bajo las siglas LaVac

29/09/2019 - 

VALÈNCIA. Una vez más las inauguraciones multitudinarias, a las que no suelo ser muy asiduo, se han sucedido en los distintos espacios de la ciudad concitando a un público variopinto con ganas de socializar entorno al arte contemporáneo. Pasada esa noche de risas nerviosas, estrés del bueno y positividad, de hay que afrontar la rutina, subir la persiana todos los días y enfrentarse a la realidad con toda la carga de complejidad.

No nos engañemos: todavía la relación de las galerías con el público de la calle es trabajosa, intrincada y, en definitiva, una asignatura pendiente. No obstante, cuando tienen la oportunidad de hacerlo, son los propios galeristas los que animan a romper el hielo, ofreciendo sus espacios y sus artistas para el disfrute ciudadano, no sólo para aquel que quiere comprar, para el coleccionista privado, sino para quien sienta el impulso del arte. Las galerías, los anticuarios hacen ciudad y forman parte de su tejido cultural como los museos y los teatros. 

Dicho esto, y aprovechando esta privilegiada tribuna, me permitiré la libertad y la osadía de aconsejar con la finalidad de acercarles con una mayor seguridad y confianza al arte contemporáneo (en definitiva al arte en general), así que aquellos que no la necesiten, pueden pasar al siguiente artículo.

- Los prejuicios no sirven para nada y menos con el arte, así que mejor dejémoslos en casa, o mejor, enterrémoslos para siempre.
- A la galería, y al museo, se va con la mente en blanco, virgen de prejuicios. Bueno en realidad si vamos con la mayor cantidad de experiencias artísticas acumuladas que nos ayudan a comprender y valorar lo que tenemos delante, pues mucho mejor, pero ir condicionado por ideas generales inamovibles es el preámbulo en muchas ocasiones de una mala experiencia.

 

- Debemos ser conscientes que cada momento histórico tiene su arte y desligar uno de otro es darse cabezazos contra una pared.
- La evolución del arte y sus técnicas es algo tan evidente que no hace falta que nos extendamos. Dicho esto, no pretendamos aplicar el molde y criterios de otras épocas para explicar y valorar el arte contemporáneo (dicho esto, también debemos añadir que existe arte contemporáneo muy valioso que emplea técnicas artísticas que provienen de otras épocas). Así, valorar la técnica pictórica o escultórica utilizada, la comparación entre realidad y obra de arte con el fin de valorarla, o si la composición empleada es más o menos canónica, son operaciones intelectuales que es muy probable que nos lleven a callejones sin salida, y a la decepción casi nada más entrar en la galería (conviene recordar que hay muchas obras artísticas de artesanía y técnica deslumbrante más vacías que el cerebro de algún tertuliano de Sálvame o tan relamidas que producen erupciones cutáneas).

Eso sí, la libertad de técnicas que le aceptamos al arte contemporáneo, en modo alguno significa que estemos en el reino del “todo vale”. Bueno, en realidad aquí todo vale-no estamos para dogmatizar - pero dicho esto, también podemos afirmar que existe el arte contemporáneo decididamente malo-cantidades ingentes- e incluso absolutas faltas de respeto rayanas con la estafa, que aprovechan esa libertad de lenguaje para tomar el pelo al personal.

- Fuera el miedo, siquiera la más mínima duda, a traspasar el umbral físico de la galería.
- Puedo asegurar que los galeristas no comen. Hay de todo en la viña del Señor, pero es un profesional poco inteligente quien no quiere que su espacio sea un entorno vivo, puesto que el público es la otra parte esencial del proyecto, aunque ese público este nutrido de una inmensa mayoría que todavía no han dado el paso a coleccionar. Una galería(y en definitiva el arte) sin público es un espacio llevado al absurdo. Por supuesto que las galerías necesitan vender para perpetuarse, pero también son conscientes de que la ruptura progresiva de esa barrera invisible creará quizás un futuro coleccionista. Nada madura de un día para otro. Las colecciones no suelen iniciarse de forma abrupta e inicialmente las forman piezas modestas. Antes de dar el primer paso se toma contacto con el mundo del arte con meras visitas, conociendo al galerista y al artista. A la tercera visita abrir la puerta cuesta mucho menos. Visitas contemplativas, iniciáticas hasta que un día la pieza sale bajo nuestro brazo por el dintel que tanto nos costó traspasar.

- Hay que buscar toda la información posible sobre lo que estamos viendo.
- Si no hay una cartela en la galería, o un folleto suficientemente explícito y explicativo, no hay que tener vergüenza a pedirlo. Siempre he pensado que el artista o el comisario debería estar el mayor tiempo posible en la galería a disposición de los visitantes. Debe ser parte de su labor mientras dura la muestra explicar la propuesta artística que en ocasiones está encerrada. El arte contemporáneo abandona en no pocas ocasiones la belleza formal y se hace fuerte en el concepto, en la idea, por lo que sirve de muy poco la mera contemplación de una enigmática pieza o una una instalación que nos abruma y que vive alejada del concepto de belleza comúnmente aceptado.

- Dicho lo anterior, no hay adoptar una actitud pasiva ante la información que se nos ofrece. 
- El espectador forma parte de la obra artística, como el lector lo es de la obra literaria. Debemos posicionarnos críticamente para al final sacar nuestras conclusiones. Eso no significa que no debamos dar por indiscutibles las reflexiones que se nos dan entorno a las obras ya sea por el galerista o por el propio artista (que sería muy interesante y se echa en muchas ocasiones de menos). Y cuidado porque hay entornos que realzan el valor estético de las obras, por lo que conviene que además en el contexto expositivo también valoremos las piezas de forma aislada, como también hay otros espacios que, desafortunadamente, actúan “contra de la obra” sin que esta tenga culpa de ello.

- Una vez sabemos y conocemos cual es el significado de la obra cabe que nos preguntemos sobre la potencia del mensaje o la reflexión que encierra y la capacidad del artista para resolver plásticamente esa cuestión.
- Seamos capaces de diferenciar entre un discurso artístico o mensaje profundo y sólido, de una simple ocurrencia más o menos brillante o sucesión de estas. No tenga temor a juzgar bajo su criterio aquello que estamos viendo, pues de lo contrario el arte impondría siempre su ley sin capacidad de valorar por nuestra parte. El arte no está hecho solamente para el disfrute de los expertos, aunque es bien cierto que cuanto más sepamos más profundizaremos, nuestro alivio espiritual (siguiendo a Schopenhauer) será mayor, pero también nuestro posicionamiento contrario se reforzará más.
 

- Si cree que le gusta el arte-aunque todavía no conozca muchas de sus claves- y que su disfrute contribuye a gestionar su felicidad, no se lo piense (que la vida pasa muy rápido) y lea, visite museos, busque por la red, vaya a las galerías, anticuarios, e irá comprendiendo cosas que antes veía como inescrutables.
- Hay que ver mucho arte: arte bueno pero también malo. Con el arte malo se aprende mucho. Iremos afinando el ojo, veremos que no todos los artistas trabajan igual el color, que no todos disponen la pintura o la materia de igual forma sobre el soporte que trabajen o sobre el espacio tridimensional. Irán comprobando que, por comparación hay artistas dotados de una capacidad para la originalidad, para ir hacia adelante, que otros no poseen, remitiendo constantemente su obra a creadores anteriores, otros con los medios más escasos son capaces de comunicar el mensaje más complejo. Pero no se auto imponga tener que comprenderlo todo. Hay exposiciones que no he logrado entender.

- Finalmente, si ha tenido un flechazo y se lo puede permitir y cree que esta y el placer que le proporciona (y proporcionará) es acorde con su precio, le aconsejo que de el paso y adquiera la obra. 
- De lo único que se arrepentirá es de no haberlo hecho. He conocido casos de personas que después de muchos años todavía se acuerdan de aquella pieza que no compraron cuando pudieron haberlo hecho. Rodearse de arte es el mejor negocio.

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