VALÈNCIA. En 2011, un francés, Bastien Vives, consiguió un enorme éxito con su novela gráfica Polina (Diabolo Ediciones) Era la simple historia de una bailarina de ballet clásico. Sus primeros pasos, de niña, su adolescencia y el final de su carrera. El espíritu de sus viñetas recordaba al naturalismo con el que Robert Altman se enfrentó a la temática en The Company (Estados Unidos, 2003) Sin tópicos, sin espectacularidad, sin el odioso formato de superación.
Vives supo reunir en una historia la humanidad, la fragilidad de las personas y la belleza de la danza. Tan bien lo hizo que el año pasado se estrenó en Francia una película que adaptaba su obra con Juliette Binoche. Pero en las críticas que recibió, lo único que hemos podido ver hasta ahora, los plumillas se quejaban de que había demasiadas escenas de baile. Algo que en el cómic era una bendición.
Ahora La Cúpula ha publicado en España un trabajo que recuerda, o que puede seguir la estela que dejó Polina. Se trata de Piruetas, que tiene en común con el tebeo del francés que gira en torno a algo igual de duro que el ballet, el patinaje artístico. Cubre los años en que una niña, Tillie Walden, la autora, se dedica a este deporte; época en la que crece, madura y sale del armario. Siempre con el patinaje de fondo, porque la relación de la protagonista con este deporte va más allá de la simpe afición.
No obstante, lo grises empiezan cuando se constata que no le va la vida en ello. Patina por inercia, le gusta, pero también lo odia. Y con todas estas dudas a cuestas se rompe su vida en dos. Sus padres se mudan de Nueva Jersey a Texas. Para cualquier persona sería como cambiar de planeta. Para una niña es volver a empezar.
Se da la circunstancia a su vez de que es una niña propicia a ser objeto de bullying allá donde esté. Las abusonas y las compañeras de colegio acomplejadas se ceban con ella. Es tímida, reservada, tiene bloqueos a la hora de relacionarse y eso la convierte en una víctima atractiva para ese tipo de gente.
El bullying escolar es una tragedia de primer orden. Basta mencionar que en España podemos contar la gravedad de los casos en suicidios. Se estima que uno de cada diez alumnos lo sufren o han padecido alguna vez a lo largo de su vida escolar. Un tercio admite haber golpeado a compañeros y la mitad reconoce que los ha insultado. Son datos de Save the children para España, en el resto del mundo son dos de cada diez las víctimas, según la Unesco. Cifras que ponen de manifiesto que el bullying no es un hecho aislado, sino que involucra a prácticamente todos.
En el caso de estudiantes LGTB, en Estados Unidos, los ataques son sufridos por más del 70% de este colectivo. Tillie sería una de ellas. Lesbiana, consciente desde muy pronto, llega un momento en el que lo admite ante sus compañeras con la intención de que se corra la voz lo antes posible para poder reunir las fuerzas para decírselo a sus padres.
La particularidad que presenta Piruetas con otras historias en la misma línea es que es un cómic introspectivo. Los pensamientos que pueda realizar la protagonista, los momentos en los que se producen los giros de su vida no son en absoluto tópicos, están basados en pequeños detalles, sutiles, por qué no llamarlos absurdos, en los que está absorta en sus ideas. Los detalles que rodean esta evolución del personaje son solamente simbólicos.
Este hiperrealismo es lo que dota de personalidad a una novela gráfica que, en realidad, aborda un género necesario, pero saturado. Walden, además, apuesta por una sobriedad que refuerza el tono melancólico de la historia. En Piruetas no hay épica ni superación, tan solo el paso del tiempo, la llegada de la madurez del personaje. Sin alharacas ni afectación, se van sucediendo las desilusiones que de alguna manera influyen en su capacidad y sobre todo sus ganas de patinar. Esa es la parte más deportiva, no hay más.
Pese a esa sencillez, lo que más presente está en la obra es el dolor de recordar. El detalle, el flash, de un día en el que le han dicho que huele mal. Y huele mal porque durante una etapa no se ducha. Los problemas de comunicación con sus padres, especialmente conmovedores, porque son bienintencionados y tratan de entenderse con ella. En su caso, los problemas los experimenta más con su madre que con el padre, como le ocurre normalmente a muchas chicas adolescentes. También está presente el primer amor insatisfactorio, en este caso por causas externas. Y la necesidad de protección en gente más mayor, cómo establece vínculos y afectos basados en su proteger su vulnerabilidad.
Entre los lectores, cualquiera que haya tenido una vida en la que no haya sido el número uno del equipo de algo de su colegio, el rey de las nenas o la chica guapa, podrá sentir empatía y llegar a incluso a experimentar la misma ansiedad de la protagonista, no es difícil sumergirse hasta involucrarse en sus 400 páginas.
Piruetas sigue la línea de sus dos últimos trabajos, en I love this part (Avery Hill Publishing, 2015) había representado el imposible romance entre dos chicas adolescentes, posiblemente el mismo que cuenta en Piruetas, pero con un estilo impresionista. Solo reunía retazos de conversaciones entre ambas.
A City Inside (Avery Hill Publishing, 2016) seguía la misma línea. Empleaba viñetas generalmente de una sola página, como mucho dos por cara, y abordaba el tema de dejar atrás la niñez con introspección, impresionismo y algo de surrealismo. Ahí conocimos a su gata Nancy, que luego no ha aparecido en Piruetas. Su aclamado y premiado debut, The end of the summer part (Avery Hill Publishing, 2015), cuando solo tenía 19 años, era de corte fantástico sobre un niño protegido en un castillo junto a su gato gigante mientras el invierno se ha detenido en el exterior.
Cuando explicó su cómic en Entertainment Weekly la autora dijo que este ejercicio de memoria, de recordar una de las partes más delicadas de la vida, le había servido para ser dos cosas al mismo tiempo: vulnerable y fuerte. Con la misma premisa, es recomendable su lectura.