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crónica de la sección oficial

Radiografía de La Mostra 2022: un puñado de espacios en tensión

27/10/2022 - 

VALÈNCIA. Recta final de La Mostra 2022: ya se ha podido toda la Sección Oficial y mañana viernes se conocerá el palmarés. Año a año, el festival logra superarse en la calidad media de las películas a competición porque, cabe recordar, la gran mayoría son films que han tenido su estreno mundial en Cannes, Venezia o Berlín y que La Mostra les convence para que hagan su estreno nacional en València. Algunas películas, de hecho, llegaban a La Mostra ya con un plan de distribución en salas nacional.

Pero más allá de lo industrial, La Mostra ha vuelto a reivindicarse como un abanico de las problemáticas (o mejor dicho, las preocupaciones) de las sociedades mediterráneas, que tienen tantas cosas en común como las que les diferencian. En estos equilibrios se mueven la gran mayoría de films, que en el caso de los países árabes ponen en el centro la manera en la que el nuevo paradigma de la igualdad de género choca frontalmente con los cimientos sobre los que están construídas sus sociedades. El laicismo, el relevo generacional o el trauma de la destrucción de la familia nuclear (además de la pérdida y el duelo) son otros de los grandes temas que unen algunos de los films. Y en la orilla europea, cine de autor que intenta apearse de las propuestas clónicas o de fórmula.

Until Tomorrow, el trauma que afrontar

Una joven iraní recibe, a mediodía, una llamada de sus padres. El imprevisto médico de un amigo de la familia les lleva a la ciudad donde reside su hija durante una noche. Fereshteh tiene un problema: ha ocultado hasta ahora la existencia de su bebé, y debe recoger toda la casa y dejarlo con alguien hasta que su familia se vaya. Empieza entonces una prueba contrarreloj por la ciudad con su amiga Atefeh para encontrar una solución. Y en ella, Ali Asgari muestra, en un segundo plano, las diferentes circunstancias sobre las que se sostienen o se tensan las redes de cuidado de la sociedad iraní. Por una parte, la sororidad limitada por las propias dinámicas estructurales, pero en ocasiones consigue regalar rayos de esperanza; por otra, el aprovechamiento de la desesperación y la violencia machista, que cuando no está es cuando brilla, y cuando surge, ya casi normalizamos, más aún desde la mirada europea al cine de países árabes.

Ali Asgari consigue que la tensión no decaiga a lo largo del metraje y poder componer un abanico que no diluya la trama principal. Y más importante aún, un final esperanzador que conecta precisamente con las protestas actuales de las mujeres iraníes, que parecen empezar a provocar un salto generacional a la hora de entender la autonomía que se les predispone.

Vera Dreams of the Sea, una firma que es trama

El marido de Vera, un reputado juez de Kosovo, se suicida de manera repentina. Ella, intérprete de lengua de signos, no ha siquiera empezado el duelo cuando su cuñado le cuenta, sin ninguna prueba documental, que su esposo se había comprometido a regalarle una casa ubicada en un pueblo rural que prosperará con la llegada de la autovía. Vera se niega a entregarle la casa y, entonces, se desplegará ante ella la ofensiva machista de todo un aparato de estado que Kaltrina Krasniqi consigue mostrar con una sencillez notable.

Vera decide enfrentarse y lo que puede parecer un simple roce familiar, supone una trama mafiosa que implica la corrupción política, el mundo de las apuestas y la omertá entre los hombres para proteger sus privilegios ante una cuestión tan sencilla como una herencia.

Krasniqi acierta en la medida en la que despliega y muestra todas aquellas violencias, pero precisamente, cuando intenta llevar la puesta en escena a lugares poéticos, la película se diluye. Suerte que esos momentos son contados y breves y no llegan a deslucir el resultado final.

'El que sabem'

El que sabem, la apuesta valenciana

El año pasado fue El Lodo, y este, la apuesta valenciana de La Mostra para la competición oficial ha sido El que sabem, de Jordi Nuñez, la historia de un cuadrado de amor bizarro que cede una parte importante de su conexión con el público a referencias explícitamente valencianas. El que sabem cuenta con un guion sólido, unas interpretaciones más que consistentes y una propuesta de amores de juventud que puede presumir de tener la conciencia tranquila con los tiempos que vivimos. Rosita Amores y Samantha Hudson sirven como percha, pero el elenco se entiende y, a distintos niveles, demuestra que una película valenciana puede contar con actores y actrices valencianos, un perogrullo que no lo es tanto.

Nuñez, que repite con Nakarey y Javier Amann (sus actores de referencia, teniendo en cuenta sus cortos anteriores), demuestra en esta ópera prima que tiene un camino por recorrer. ¿Es competitiva este film al lado de propuestas con grandes nombres del cine europeo y películas que representarán a sus países en los Oscar? No, pero sí se merece mucho más que el ninguneo incomprensible de los Premis Berlanga. Nuñez tiene proyección y La Mostra también tiene que servir para esto.

Entre las higueras, una jornada más

La Mostra ‘vendió’ Entre las higueras a partir de cierta conexión con Alcarrás, pero en realidad, los puntos en común se limitan a poco más que la trama vaya creciendo mientras sus protagonistas recogen la fruta de un árbol. La propuesta de Erige Sehiri tiene entidad propia para convertirse en una de las películas más interesantes de todo el festival. Porque con una propuesta sobria, la directora turca consigue mostrar toda una colección de dinámicas de poder y tradiciones enquistadas y que absolutamente todas se desarrollen de manera natural.

Un grupo de mujeres y hombres son contratados para recoger higos en una gran plantación. La trama sucede en un solo día (un día cualquiera quiere hacer entender la directora), en la que se reflejan dos cismas insalvables de la sociedad turca: la de género y la generacional. La primera tiene que ver con unas dinámicas de poder que le otorga impunidad a los hombres, que se comportan, por defecto, con picardía en el mejor de los casos, y con alevosía en el peor. Por otra parte, los y las jóvenes tienen una proyección sobre cómo entender el amor ya diferentes a las mayores; y todos las comparten en los descansos a lo largo del día.

Si la película empieza denunciando cuestiones estructurales (la rentabilidad de la plantación, la falta de trabajadores), la película evoluciona rápidamente a pequeñas escenas en cuyas conversaciones, pero también en los detalles en los que se para la cámara de Sehiri, está todo. Y al final del día, a pesar de las enormes brechas que se han abierto, todo el mundo, sea como sea, acaba cansada y melancólica de amor.

Moja Vesna, una familia en inminente destrucción

Sara Kern, sin embargo, va en sentido contrario. Moja Vesna cuenta la historia de una familia marcada por la muerte repentina de la madre y el papel testimonial del padre, que deja a dos hermanas (una de ellas, embarazada) en un abismo del que, ni siquiera con el apoyo mutuo se pueden salvar.

Lo que puede parecer un drama alcanzable acaba derivando en tantas aristas que Kern acaba distrayendo al espectador, que al final tan solo acaba observando la evolución hacia el precipicio que, sin llegar a saberloo de manera explícita, se siente que no puede llegar a ninguna opción esperanzadora. Es la falta de esperanza, la falta de una bocanada de aire, lo que acaba ahogando la propia película. Lo que podría ser el retrato de cómo la maternidad se puede transformar para quedarse en una relación entre hermanas que sea una cuerda auxiliar, acaba siendo el retrato impermeable de un averno dramático.

'Klondike'

Klondike, Ucrania más allá de las cifras

Las raíces de la guerra de Ucrania se pueden remontar a varias décadas atrás, pero principalmente, estalla en 2014, con la anexión y la ocupación de territorio por parte de Rusia. En este contexto se mueve Klondike, rodada antes de que estallara el conflicto que ha puesto patas arriba el mundo en 2022. Y lo hace huyendo precisamente de cualquier testimonio de contienda con cualquier aire de épica: cuenta la historia de una familia, que vive en la Donetsk rural, cuya vida se ve agitada por la llegada de los separatistas.

Maryna Er Gorbach cuenta esta historia “inspirada en un caso real”, en el que muestra sin pudor la opción maniquea (que no por ello es menos legítima) sobre cómo los civiles sufren los horrores de la ocupación rusa. En un lado, las aspiraciones de una familia a vivir en tranquilidad sin enfrentamientos ni aspiraciones políticas; por otro, la barbarie inhumana. En ese equilibrio se mueve la película, que por otra parte repite el recurso de los paneos amplios para reflejar transparencia y una visión amplia de lo que está sucediendo. Klondike no se puede despegar de lo que el público conoce del contexto actual, y eso le resta atención a una propuesta formal que la merece.

Magdala, toda una experiencia fílmica

Tal vez la propuesta más radical de la sección oficial sea Magdala, que sigue los últimos días de la vida de María Magdalena, desterrada a un bosque. Damien Manivel apuesta todo a su mirada mística, borrando casi todo el diálogo y proponiendo largos planos que sirven incluso como punto de partida para meditar. El director sigue los pasos de una María Magdalena que pulula por su supervivencia, pero que aún así, no deja de proyectar el que fue el amor de su vida, Jesús de Nazaret.

La frontera entre la ensoñación y la manera en la que se apaga poco a poco se diluyen. Cada imagen cuenta, y por eso Manivel le quiere dar tiempo y espacio. Una decisión que hace que el film se disfrute más en pantalla grande, porque cualquier distracción puede sacar de la película fácilmente. Magdala es exigente con el espectador, pero le devuelve, si entra, una experiencia mística notable, sostenida en gran parte por Elsa Wolliaston, la protagonista.

The life after, un bucle que se apaga

The life after empieza sin necesidad de introducción: una madre y un hijo han de huir de su hogar porque en el pueblo en el que viven se empiezan a extender rumores que hacen imposible la convivencia. Llegan entonces con todo su hogar en un par de maletas a una gran ciudad, donde buscan una segunda oportunidad. Como en Until Tomorrow, la búsqueda desesperada de soluciones refleja la red de cuidados (o su ausencia) de una manera compleja y diversa, que quiere ser signo del tiempo que viven las sociedades de los países árabes. Pero en esta ocasión, la trama se repite una y otra vez, haciendo de la provisionalidad un continuo en toda la película. Cuando parecen relativamente asentados, un giro de guion vuelve a desestabilizar a la familia, que se han de trasladar a otro lugar; y luego, otro giro de guion guiará hasta un trágico final.

Lo que parece una premisa, en un primer momento, que puede ser fructífera acaba generando, en su repetición, la sensación de que el metraje es más largo de lo que es. Y la tensión inicial, que Anis Djaad rueda con solidez, no la sabe mantener. El film acaba con una menor empatía que el principio, sobrio y claro. Una cara y una cruz, que de estar ubicadas en partes diferentes del film, tal vez habría dejado un mejor sabor de boca.

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