VALÈNCIA. La Sala Russafa abrió en 2011, cuando la crisis económica era muy profunda. Aunque el contexto era tremendamente complicado, nada les impidió alzar el telón hasta 2020. Hoy, tras seis meses cerrado, el teatro volverá a abrir sus puertas con la mirada puesta en dos frentes. El primero, adaptarse a los cambios que obliga la situación sanitaria y que "cambia aspectos tan esenciales para las artes escénicas como la relación con el espectador y la cercanía de la experiencia colectiva", según explica Juan Carlos Garés, dramaturgo y gerente de la sala. El segundo, celebrar su décimo aniversario, hacer festivo el año en el que todo parece haberse derrumbado. ¿Qué mejor manera que reconstruirse para hacerlo?
Este es el planteamiento del proyecto de la Compañía Arden, que una década atrás plantearon un salto al vacío: tener también su propio teatro. "Cuando habíamos cogido cierta velocidad de crucero y estábamos llegando a un momento de algo así como una autosuficiencia económica, ha llegado esta situación que nos obliga a reinventarnos y es un reto. A mí me ponen los retos y trabajar por inercia me aburre, así que lo afrontamos como un nuevo inicio. Con vértigo, pero con ilusión", comenta Garés.
Más allá de los cambios llevados por todos los espacios escénicos, que han tenido que adaptar sus instalaciones a las medidas de la nueva normalidad, la Sala Russafa ha aprovechado para hacer una revisión integral de cómo desarrollar el oficio en el espacio: "El arte vivo, la inmediatez, la función única, el público cercano... Todo ha adquirido una dimensión diferente y hay que buscar nuevos parámetros. Nos negamos a no tener una relación directa con el público y a ser un simple canal de streaming", reivindica Garés, aunque puntualiza que eso no quita "tener que ser escrupulosos con los condicionamientos físicos que impone el contexto actual".
Esta "nueva etapa" de cambios no afectarán a las dos grandes apuestas de la programación. Primero, la separación en ciclos, que permite afianzar al público y no depender en la promoción de grandes nombres sino del criterio de la sala; y segundo, una creciente multidisciplinariedad de disciplinas (conciertos acústicos, teatro infantil, monólogos cómicos) que "salpican" la programación. "El público ha demostrado a lo largo de estos años que la fórmula funciona", asevera el responsable de la sala.
La historia de la Sala Russafa está marcada por la precariedad que ya parece venir de serie en prácticamente cualquier proyecto de artes escénicas mezclada por dos crisis económicas muy convulsas. En esta ocasión, opina Garés que la relación entre los diferentes espacios escénicos privados ha reforzado "una camaradería" que antes "era insuficiente": "hemos hablado cada día para apoyarnos y aprender a cómo gestionar esta situación. Seguramente, la sociedad no salga mejor de esta pandemia, pero las relaciones internas entre el sector sí. Esto nos ha pegado un bofetón a todos y nos ha hecho ser conscientes de la situación del resto".
- ¿Un deseo para los próximos 10 años?
- No sabemos si Sala Russafa durará uno, dos o veinticinco años. Yo prefiero desear que dentro 10 años, la sociedad y la clase política sea consciente de que el teatro es un bien de primera necesidad y se actúe en consecuencia.
La obra con la que el teatro abre sus puertas es Threesome, que tenía previsto su estreno en marzo (el Estado de Alarma se declaró diez días antes de su estreno). El montaje, escrito y dirigido por Jerónimo Cornelles, es una reinterpretación y versión libre de Tape, de Stephen Belber, llevada el cine por Richard Linklater en el año 2000. Cornelles mantiene el pilar básico de la historia: tres viejos amigos (una mujer y dos hombres) tienen un amable reencuentro hasta que aflora un traumático episodio del pasado. A partir de ahí, se desarrolla una profunda reflexión sobre la vergüenza y el miedo a denunciar la violencia de género, o la responsabilidad directa o indirecta que tienen las personas que provocan estos episodios o que miran hacia otro lugar.
20 años después del texto original, sigue más vigente que nunca: "Puede que el problema sea más visible ahora, pero la sociedad sigue sin estar preparada para afrontarlo. Hemos cambiado el texto recientemente porque utilizábamos unos datos de 2016 que decían que una de cada tres mujeres había padecido alguna violencia de género o acoso; hace una semana se actualizaron estas cifras y ya son 1 de cada 2 mujeres".
La obra mezcla la comedia y el drama porque, según Cornelles, "la vida es así y todo puede cambiar en un segundo, algo que hemos querido reflejar en la obra. También por lo absurdo que son ciertos planteamientos para defenderse y evadir una culpa y una responsabilidad en estas situaciones. Entre el público, habrá personas que se reirán, personas a las que no les hará ni una pizca de gracias, y mujeres que saldrán devastadas", opina el dramaturgo, que aprovecha el micrófono encendido del periodista para hacer un breve alegato político: "Es una vergüenza que con la situación que estamos viviendo, las administraciones públicas sigan funcionando tan mal y sigan retrasando la necesidad con su burocracia. Las bronca políticas me importan más bien poco, necesitamos trabajar".
Tras este arranque vendrán nuevas propuestas, alternando por primera vez en el tiempo los ciclos de compañías valencianas y nacionales, con piezas como Susan y el diablo, Diktat y La Pícara de Sevilla, cuyo estreno estaba previsto para el pasado mes de marzo. Las piezas para adultos convivirán con montajes para niños y niñas, como Ximpun o Els viatges d’Àlex i Elena. Esta programación regular, donde tienen cabida la danza y distintas maneras de acercarse al teatro, se completará con la producción navideña que realizan la sala y Arden, además de una nueva edición del Festival de Talleres de Teatro Clásico. También estará presente la música y a lo largo del año se irán desarrollando las actividades que celebran el décimo aniversario del centro cultural.