VALÈNCIA. En sus diarios, Salvador Pániker intentaba explicar el mundo. Lo hacía con la misma humildad e inteligencia con las que había sostenido una carrera de editor en la prestigiosa editorial Kairós y una impecable trayectoria como filósofo e ingeniero industrial. Pániker falleció el pasado sábado con nueve décadas a sus espaldas en las que le dio tiempo a casi todo. A casi todo lo importante, naturalmente. Provisto de una insaciable curiosidad por todo, acumuló hasta el final de su vida un buen puñado de preguntas. Murió sin saber la respuesta de muchas de ellas, convencido de que en la mera formulación de las mismas ya estaba el premio. Pániker, a lo largo de toda su existencia, sólo tuvo un objetivo que decidió inocular en todas sus facetas: reivindicar el valor del diálogo, la extraordinaria idea de aunar ciencia y espiritualidad, Oriente y Occidente, razón e intuición. Es lo que llamó la 'retroprogresión' o 'retroevolución', es decir, la unión de contrarios. En este sentido, como bien filósofo con formación de ingeniero, se reveló como un extraordinario hacedor de puentes que conectaran las realidades y sensibilidades más disímiles.
Su vida estuvo sustentada en tres grandes pilares: la familia (hijo de un padre indio y de madre barcelonesa, vivió acomodado en una familia burguesa y llegó a ser diputado por la UCD en 1977; la editorial Kairós que fundó en 1965 con la firme intención de establecer un foro en el que primaran la espiritualidad y la contracultura (allí publicó libros tan extraños como Manifiesto subnormal de Manuel Vázquez Montalbán o El sadismo de nuestra infancia de Terenci Moix, pero también obras cumbre del pensamiento como El nacimiento de una contracultura, de Theodore Roszak o La inteligencia emocional, de Daniel Goleman); y la lucha por una muerte digna que ocupó la mayor parte de su tiempo.
- Cuaderno amarillo (Diarios de Pániker 1)
- Variaciones 95 (Diarios de Pániker 2)
- Diario de otoño (Diarios de Pániker 3)
- Diario del anciano averiado (Diarios de Pániker 4)
- Adiós a casi todo (Diarios de Pániker 5)
El filósofo reivindicaba el diario como género literario y como método para poner en orden los propios pensamientos y sentimientos. Escribir era un ejercicio de terapia en una vida que le golpeó con el peor de los castigos: la muerte de su hija Mónica. Pero también el espacio en el que desplegaba su idea del amor (“El amor es un fenómeno tan infrecuente como la explosión de una supernova”), concretamente del amor con JX. El diario era, en definitiva, la música de su propia vida. Una que encontró tarde a pesar de tener, como decía a menudo, “un gran oído para la trascendencia”. Son muchos los que han hablado bien de Pániker. Entre ellos, destacó Paco Umbral que afirmó:
«Las prosas, los artículos, las dubitaciones de Salvador Pániker le hacen el más apasionante de los ensayistas desapasionados, pues lo suyo ha sido, como lo de Montaigne, convertir la duda en un nuevo género literario: el ensayo»
Militaba en una suerte de agnosticismo místico que le hizo escribir en sus diarios reflexiones tan brillantes como la que sigue:
«A veces le llamo S/N (sin nombre), a veces dios-cómplice, a veces nada. Como a menudo lo he explicado, pienso que cada cual tiene derecho a inventar su propio dios y a diseñar su propia gnosis. Al fin y al cabo, el dios que adoran las religiones monoteístas de Occidente es, en buena medida, un personaje literario(...)»
También mostró cierta afición a la crítica literaria:
«Es posible que Cervantes no se propusiera otra cosa que escribir una divertida sátira. Los autores de obras geniales no suelen ser muy conscientes de lo que han compuesto. Sea como fuere, El Quijote es, como digo, un libro triste. Un libro hondo, cruel y a veces tosco»
Y, por supuesto, su combate incesante ya desde el año 1993 por una muerte digna:
«Sigo con lo del Manifiesto de artistas e intelectuales en favor del Derecho a Morir Dignamente. Cuento ya con casi un centenar de adhesiones. Los últimos fichajes han sido: Carlos Castilla del Pino, Santi Dexeus, Núria Espert, Fernando Savater, Joan Manuel Serrat, Pilar Miró, Terenci Moix. A todos les voy llamando por teléfono y todos dan su respuesta, en algunos casos entusiasta(...)»
Desde Woody Allen hasta los atentados de ETA o los escarceos amorosos escondidos siempre en iniciales, Pániker registraba en sus dietarios todas las rutinas. Y en todas ellas encontraba algo de cierta resonancia:
«Vienen de Televisión Española a filmarme para un reportaje sobre la felicidad que pasarán por Informe Semanal. Qué manía les ha cogido con este tema. Y sin embargo, tiene su explicación. Doblada la esperanza de vida, generalizado el estado del bienestar, ¿qué más queda? Queda la insaciable condición humana. Y así la felicidad se ha convertido en el Grial de nuestra época»
Todos los recovecos de la existencia eran tratados por Pániker de un modo personal, complejo y enormemente entretenido. Con facilidad iba de la anécdota a la reflexión filosófica y viceversa. Como su adorado Montaigne, era capaz de escribir ensayos con el material más rutinario, el material con el que se fabricaban sus días. Hoy, que ya no está entre nosotros, es momento de recordar su idea del inicio, del perturbador comienzo que a todos los une:
«Sin sentido, estimulante, extraño, mágico. Sucede que todo es improbable. Somos los supervivientes del descomunal holocausto que siguió al Big Bang, cuando casi la totalidad de la materia se aniquiló con su correspondiente antimateria»