VALÈNCIA. Se cumplen 20 años del estreno en cines de The Blair Witch Project, el film de culto de Daniel Myrick y Eduardo Sánchez que rompió con todas sus expectativas y pasó de ser una película de serie B a considerarse uno de los títulos de terror más trascendentes de los últimos años. Heather, Joshua y Michael se adentran en un misterioso bosque para grabar un documental sobre el mito de la bruja de Blair y desaparecen; un año después encuentran las cintas que relatan el infierno sobrenatural que vivieron esos días encerrados en el bosque. Myrick y Sánchez no hicieron un film con muchos sustos, ni muy sangriento, ni siquiera muy inteligente en sus diálogos, pero dejaron una marca importante en la juventud de entonces.
¿Por qué? El cine de terror es como la vida misma pero más divertida y menos agradable. Por eso -casi siempre- es signo de sus tiempos. The Blair Witch Project no tenía presupuesto ni necesidad de mostrar un solo plano de la bruja, ni de ningún cadáver, ni siquiera de poner alguna canción de rock adolescentes como todo hijo de slasher. A los co-directores les bastó por adaptar hasta el final un lenguaje muy ligado a la década de los 90: el vídeo doméstico como soporte de la memoria juvenil. Aunque los protagonistas pretenden grabar un documental, la narrativa visual expresa improvisación y torpeza. Signo de su tiempo.
El found footage o metraje encontrado ha sido una constante de la historia del cine de terror (así lo analizaba Eduardo Guillot para Culturplaza a raíz del libro Sigue grabando). Tanto como formato contenedor (más adelante habrá ejemplos) como elemento dentro del contenido de un film con una narrativa más standard, como la cinta en The Ring o las grabaciones en Sinister. Sin embargo, esta tendencia cinematográfica no deja de enmarcarse en un objetivo mayor: el de renunciar al lenguaje fílmico (dejar de ser una película) para conectar con el público a través de sus propios aparatos (apelar a la cotidianidad).
En este sentido, y según apunta el divulgador de cultura de terror Horror Losers, el film pionero en hacerlo fue Lash of the Penitentes en 1937, una docuficción de 70 minutos que relata la muerte de un periodista en un culto de las cofradías flagelantes en Nuevo México. Roland Price y Harry Revier, los realizadores de esta película, se estarían adelantando a muchas otras tendencias no ya en el género de terror, sino de la cinematografía en general.
También adaptando la narrativa documental, muy cercana a la intención y las posibilidades de The Blair Witch Project, está Holocausto Caníbal de Ruggero Deodato, el film de terror de culto definitivo (junto a La Noche de los Muertos Vivientes) que desvela las grabaciones de unos documentalistas que viajan a la Amazonia para descubrir la vida de las tribus de la región. En esta película italiana sí hay sangre y vísceras, aunque vuelve a jugar a su favor tener que renunciar presupuestariamente a hacer una película al uso y adaptar el formato del film al 100%.
Más allá de los clásicos, disfrazar una historia de terror con narrativas televisivas y/o domésticas es una de las tendencias indiscutibles del género. De manera clarísima está en [•REC] de Jaume Balagueró y el valenciano Paco Plaza, que bebe muchísimo de Myrick y Sánchez pero con un ritmo televisivo que multiplica el suspense. La saga española acabó teniendo una adaptación estadounidense y es uno de los títulos más significativos del género de los últimos años a nivel mundial, aunque en realidad se trata casi de una parodia de los programas de reportajes como sería 1 Equipo o Callejeros.
También bebe indirectamente de la televisión (en este caso, de los programas recopilatorios de grabaciones caseras y de seguridad, que en España tuvo su máximo exponente con Impacto Total) otro título indiscutible del género: Paranormal Activity de Oren Peli, que marcaría el rumbo de la productora Blumhouse. Ha tenido secuelas, copias, discípulos... Sin duda es la película que marca el principio de esta nueva era, muchas veces bajo el paraguas de Blumhouse.
En el terreno del vídeo doméstico otros dos títulos destacan por haber sabido acertar y continuarse. Es el caso de la antología V/H/S, en el que cada entrega son una colección de mediometrajes con el found footage como único hilo conductor. O la primera entrega de Cloverfield, que al igual que otras cintas alejadas del terror, como Disctrict 9 o Chronicle, asumen el lenguaje televisivo y documental para dar más énfasis al ritmo fílmico.
¿Qué es lo que está por venir?
Si el cine de terror quiere seguir siendo signo de su tiempo, la televisión ya queda lejos, porque el nuevo paradigma son las redes sociales y los ordenadores. Así lo entendió Searching en 2018, el thriller de Aneesh Chaganty en el que la lucha de un padre de rescatar de su secuestro a su hija adolescente sucede íntegramente en una pantalla de ordenador. Sin mucho éxito planteó lo mismo el español Nacho Vigalondo en Open Windows en 2014, en el que una trama de suspense se sostiene únicamente por las decisiones que va tomando un internauta. A un nivel diferente estaría el capítulo de Black Mirror Bandersnatch, que convierte el film en un videojuego en sí, cambiando así el contenedor pero no el contenido.
Ya ha habido un proyecto coordinado por el cineasta Manuel Garrote llamado You Too que se ha convertido en la primera "película" en Instagram Stories. Y otra vez es de terror. El slasher de Garrote se rodó en tres días y se publicó a través de varios perfiles de Instagram, que la audiencia podría ir explorando a su gusto.