‘Estela Plateada’, así se le conocía en España en tiempos de la editorial Vertice, nació por casualidad y se convirtió en un carismático superhéroe que cumple ahora medio siglo de existencia
VALENCIA. Como Punisher, Hawkeye, Deadpool o La Viuda Negra, nació siendo un malo malísimo pero algo tenía que al público le gustó. Así que Silver Surfer, en menos de tres episodios, pasó de ser un simple lacayo del temible Galactus (un gigantón abyecto que iba por el universo engullendo planetas a dos carrillos) a convertirse en un superhéroe atormentado y lleno de buenos sentimientos. Este año se cumple el 50 aniversario del nacimiento de este personaje que siempre ha gozado del favor del público (la revista Wizard lo situó en el puesto 47 de los más carismáticos e IGN lo elevó hasta el 41) pese a que nunca ha conseguido la regularidad que se merece. Una triste historia para un ser que nunca entendió del todo a los humanos.
Silver Surfer nació en el número 48 de Los Cuatro Fantásticos (enero de 1966) fruto del talento de Stan Lee y Jack ‘The King’ Kirby en lo que se conoce como La Trilogía de Galactus, una de las aventuras más memorables de las protagonizadas por los inquilinos del edificio Baxter. Aunque parezca mentira, por una vez Lee no reclamó la autoría y nunca negó que la idea fue del dibujante y que cuando este le planteó lo de un marciano surfista le pareció que había ido demasiado lejos.
Silver Surfer mola porque encierra un historia de redención con tintes románticos que cautiva desde el principio. Según su biografía, Norrin Radd es un astrónomo de Zenn-La. Un día se presenta Galactus, un devorador de planetas, y Radd se ofrece en sacrificio: para salvar a los suyos —y sobre todo a su amada Shalla-Bal— se conviertirá en guía de tan temible entidad cósmica para ayudarle a buscar otros mundos que zamparse. La idea es llevarle a lugares deshabitados pero Galactus, que es malísimo pero no tonto, no se deja engañar por la treta. Así, un día consigue que le lleve a la Tierra para merendársela.
Con lo que no cuenta Galactus es que Los Cuatro Fantásticos nunca se rinden sin pelear. Aún así, no son rivales para él y un extraterrestre capaz de viajar a la velocidad de la luz y un poder casi ilimitado. Cuando todo está perdido, entra en acción Alicia Masters, una escultora ciega enamorada de La Cosa que reconoce a un buen corazón en cuanto lo ve. Así, la hijastra del Maestro de Marionetas consigue convencer a Silver Surfer para que se vuelva contra su amo. Así, el ángel caído se vuelve bueno y se enfrenta al semidios Galactus (Kirby siempre reconoció que se inspiró en la Biblia para construir el personaje).
El público quedó prendado por este alienígena que parecía no tener sentimientos, pero que en realidad era un trozo de pan, y tras varias apariciones más con los FF consiguió su propia serie regular (dibujada por John Buscema) y por todo lo grande: 72 páginas (lo normal eran 36) y al doble de precio que el resto de los cómics de la Marvel. Pese a que está considerado uno de los trabajos más introspectivos de Stan Lee, sólo cumplió 18 números. A partir de ahí —salvo en contadas excepciones— Silver Surfer se tuvo que consolar con un papel de secundón. Este año, como no podía ser menos, la Casa de las Ideas le ha dedicado un merecido homenaje en su colección Marvel Now, con dibujo de Mike Allred y guión de Dan Slott (que ya se hicieron cargo del personaje entre 2014 y 2015).
Pero si ha habido un desencuentro en la vida de Silver Surfer, ha sido con la gran pantalla. Cualquiera diría que tras el éxito de Superman (Richard Donner, 1978) su nombre fue uno de los primeros en salir para aprovechar la estela de la película sobre el hombre de acero. El papel femenino ya estaba adjudicado a Olivia Newton John (que aún vivía de las rentas de Grease pese al fracaso de Xanadú), comprensible teniendo en cuenta que el productor era su entonces pareja Lee Kramer.
Otro que no tuvo problemas en apuntarse fue Paul McCartney, con quien se contactó para la música. No está claro si es para la banda sonora completa o sólo una película, pero el entusiasmo del exBeatle era comprensible: con su tema homónimo para Live and let die (Guy Hamilton, 1973) fue nominado al Oscar. Pero hubo dos problemas insuperables: los efectos especiales iban a disparar los costes y ningún actor de primera fila quería interpretar a un personaje irreconocible (calvo y pintado de arriba abajo). Como consuelo queda el one-shot con el dibujado por el gran John Byrne publicado en 1982 a partir del guión.
No fue, ni mucho menos, el único intento ni el único fracaso. A principios de este siglo se habló de nuevas versiones —una protagonizada por Dwayne ‘The Rock’ Johnson y otra por Vin Diesel— que tampoco llegaron a buen puerto. Al final, la FOX se atrevió y lo incluyó en Los Cuatro Fantásticos y Silver Surfer (Tim Story, 2007). Aunque comparada con el reboot de las andanzas del grupo capitaneado por Reed Richards de Josh Trank (2015) era Ciudadano Kane, ni el público ni la crítica respondieron.
A día de hoy, nadie da un duro por una nueva adaptación (a todo esto hay que sumar el problema de los derechos). Aún así, siempre nos quedará el magnífico diálogo en Marea Roja (Tony Scott, 1995) en el que dos tripulantes de un submarino nuclear se pelean tras discutir qué Silver Surfer era mejor, si el de Moebius o el de Kirby. Por cierto, una líneas escritas por Quentin Tarantino.