VALENCIA. Es curioso: hay poco de humorístico-cada vez menos- en las calles de la ciudad, sin embargo, en pocos días, y un año más, para desgracia de unos, indiferencia de otros tantos, y regocijo de la mayoría, llegarán las fallas. Una fiesta que gira en torno a un colorido y barroco catafalco o monumento de arte popular, para cuya configuración como tal, es decir, para que este adquiera forma física, es necesaria una idea que, en general, se articula de forma humorística. De repente, de un día para otro, la ciudad se convierte en la capital mundial (como les gusta decir a los políticos) del humor, la crítica irónica, el sarcasmo sino directamente del chiste más escatológico que puedan imaginar. De hecho, uno de los galardones que se otorgan es llamado premio de ingenio y gracia.
Fuera de esos días frenéticos, si esperan aquí una ruta del humor por la ciudad, creo que no va a ser posible (o sí…). Esto es como ir saltando de rama en rama, puesto que las formas que adopta lo humorístico son tan heterogéneas, que se hace difícil trazar un hilo conductor. Porque unas veces tendrá la forma de una escultura como esa que tanto llamó tanto la atención, apodada el Nano del carrer En Llop cuya historia merece su apartado, o también en la Lonja, y que la mayoría recordamos el día en que, sorprendidos, nuestro padre nos la enseñó por primera vez: un anónimo individuo nos muestra, sin recato, sus partes íntimas en una inequívoca postura de estar a punto de evacuar sobre aquel que se encuentra, precisamente, observándolo desde abajo. Su fama, en parte, es debida a la rareza, porque rara es la ocasión que los artistas se hayan dejado llevar por la vis cómica (género del cómic y la caricatura a parte, que merecerán ser tratado individualmente en su momento).
Una imagen que era objeto del común jolgorio y por la que mucha gente visitaba el lugar dónde estaba era el “Nano del carrer en Llop”. Lejos de tratarse de un enano, era la figura de un gigante de piedra. La historia no tiene desperdicio: dos palacios con dos nobles mal avenidos. El Palacio del Marqués de Jura Real, Francisco Castillo, del siglo XVIII en la actual Plaza del Ayuntamiento tenía una fachada recayente a la calle En Llop. Junto a este edificio, la casa del otro noble: el Conde de Rótova. Ambos por razón de sus cargos, viajaron a Madrid para asistir a la jura del Príncipe de Asturias, el futuro Carlos IV. Mientras que a Francisco Castillo se le otorgó el título de marqués por este hecho, el otro no recibió iguales parabienes, por lo que la enemistad entre ellos se profundizó. Fue entonces cuando Lorenzo Merita mandó colocar en la fachada de la calle En LLop, una imagen desproporcionada en tamaño de un gigante semidesnudo, mostrando el culo a la casa del marqués. Abandonados los palacios quedó el "Nano" solo en la calle y con el derribo de estos para la ampliación de la plaza del Ayuntamiento, la figura fue llevada a una casa particular en La Cañada. Ya sólo por la inefable historia cabría plantearse la recuperación de la figura y su instalación, de nuevo, en la ciudad.
Del humor, que lo ha habido, y lo hay -y mucho- no hay tantos vestigios físicos como nos gustaría. La publicidad antigua, (sobre elixires, crecepelos, crecetodo) “de autor”, en escaparates, cargada de fino humor, ha ido desapareciendo con el cierre de muchos comercios históricos a lo largo del siglo XX. Pero si uno va profundizando, le van contando aquí y allá historias y se pueden hallar impagables ejemplos e historias de edificios, en el callejero de la ciudad o incluso en el mismísimo Cementerio Municipal donde por ejemplo una antigua lápida reza “Aquí yaces y haces bien, tú descansas, yo también”. Hay casos que el tono humorístico es cosa de la traslación a nuestro tiempo de aquello que en su día se escribió con toda la seriedad. El callejero nos da ejemplos de lo más variado, y seguro que las historias que hay detrás todavía dan para más. Me quedo con esa Calle de las Impertinencias: Un atzucat de origen musulmán que todavía existe en el barrio de Sant Bult y cuyo nombre ya existía al menos en el siglo XVIII debido a unos hechos poco decorosos que debieron suceder allí. O también esa inscripción, que advertí con regocijo en mis tiempos mozos, cuando estudiaba derecho en la biblioteca la antigua universidad. La “pintada legal” mandada ejecutar por la autoridad local del momento empleando una una bonita grafía del siglo XVIII figura en la fachada del Colegio del Corpus Christi, el Patriarca, y que reza Artículo 2.2 “Se prohíbe que persona alguna de cualquiera condición o edad se ensucie en las calles”. Sobre el concepto de “ensuciarse” desconozco su definición completa, que cada uno lo piense su manera.
La nomenclatura popular no se ve pero se oye y el vulgo con una fuerza arrolladora (a ver quién puede con la fabla popular…) se ha encargado de bautizar o re-nombrar lugares, pasando por encima de lo que la oficialidad dice, y quedando esa denominación indeleble gracias a la ironía, por los siglos: la plaza “de los patos”, del negrito, la finca “roja”, la pantera rosa, el puente de “La peineta”, el scalextric de Giorgeta o, sin ir más lejos, la innominada “torre de la catedral” se acabó denominando popularmente “Micalet” por el nombre de la campana que da las horas y de ahí su actual nombre oficial.
Realmente hoy en día el humor, la crítica irónica podemos verlo en nuestras calles en un arte muy joven todavía como es el del graffiti llamado más académicamente Street Art. Indudablemente la pátina del tiempo irá haciendo su labor y es muy posible que cuando esta época se estudie dentro de un siglo se tendrá al Graffiti como una de sus expresiones artística más definitorias, los teóricos diferenciaran “escuelas” y en unas décadas se empezarán a proteger algunos de estos y a declararse BIC.
No ha dejado huella todavía el sarcástico y archifamoso Banksi-aunque se desconoce a ciencia cierta su identidad- en ningún muro del Cap i Casal, pero tenemos artistas locales o visitantes ocasionales cuyo fino humor y su técnica con el spray podemos disfrutarla en tapias, ruinas no protegidas o medianeras de fincas. Un arte que entiendo hay que procurar saber situar en el contexto físico para no afectar visualmente a un entorno patrimonial protegido. Cada arte tiene su lugar. Por otro lado, no creo que sea preciso aclarar a estas alturas la diferencia entre vandalismo y graffiti. A lo primero yo lo llamaría simplemente alevosas pintadas: entre lo inaceptable y el arte hay un abismo. Muchas veces su carácter efímero puede provocar que una recomendación tenga fecha de caducidad y por tanto cuando uno lo busque, ya no esté. Quedan advertidos. No soy especialista ni mucho menos en la materia, pero creo entrever una creciente calidad en los trabajos siendo un reclamo para visitantes foráneos a la vista de las fotografías que estos realizan de los trabajos. Velluters y El Carme son los dos barrios dónde pueden detectarse mayor cantidad por los buscadores de Street Art del más irónico y crítico desde el punto de vista social, existencialista y político. Existen algunas webs con gran cantidad de material gráfico y en qué lugares hallarlos.
Los Arcos de Alpuente es considerado Yacimiento Arqueológico y declarado Bien de Interés Cultural (BIC), en la categoría de Monumento