VALÈNCIA. Hay tebeos que pueden plantear verdaderas patrañas, pero que se leen únicamente por su dibujo. Del mismo modo de que un texto bueno puede estar acompañado solamente de garabatos que entra perfectamente. En las últimas novedades que llegan de la editorial de ciencia ficción y fantasía Vault Comics nos encontramos últimamente con el primero de estos casos.
Spiritus es su último lanzamiento. Apareció el 2 de agosto. El dibujante, Michael Kennedy, es prácticamente un debutante. La única referencia suya anterior es Tumult con el británico John Harris Dunning. El argumento era muy parecido al de Spiritus. Una mujer tenía un trastorno disociativo de la personalidad y temía que en uno de sus cambios de personaje imaginado hubiese cometido un crimen. Un thriller con un punto de partida original, dentro de lo que cabe.
En lo que tenemos entre manos más que cambios de personalidad, hay cambios de cuerpo. En un sistema penitenciario futurista, en las cárceles se sustrae la mente del recluso, se destruye su cuerpo y esta se inyecta en un robot, una especie de cyborg-trabajador que el Estado programa y configura. En lo sucesivo, se supone que esas máquinas realizarán servicios para la comunidad.
Mola el planteamiento del comic, pero resulta que el recluso en cuestión es una campeona de lucha profesional, lo que anuncia peleitas, lo más aburrido que pueda haber en viñetas. Y tampoco los diálogos ni la línea argumental son de gran profundidad. La víctima que va a la cárcel es inocente y topa con un guardián mu malo mu malo. Lo nunca visto.
Un dibujo brillante
Sin embargo, por qué merece reseñarse. Por lo dicho: el dibujo. Con una paleta de colores pastel y brillos de neón se genera la atmósfera que todo buen amante del antiguo futuro demanda en este tipo de historias. Las de la distopía, las del futuro deprimente y claustrofóbico. Pocas veces solo con colores, obviando el trazo, se consigue emocionar al lector.
El punto de partida es el típico de una persona, Kinju, que es perseguida por un crimen que no ha cometido. Un género más viejo que la tos, pero que no tiene tampoco por qué evolucionar mal. Aunque los antecedentes que tenemos por ahí de guiones de Tim Daniels son un poco disparatados.
Fosas abisales
En Fissure, a propósito de los deseos de Donald Trump de construir un muro que separe aún más al sur del norte entre Estados Unidos y México, fantasea con una enorme grieta que aparece en Texas y separa las dos comunidades. Una forma figurada de asomarse al abismo, esta vez real.
Monstruos jurásicos
Y en Enormous la cosa también se iba un poco de madre. En mitad de una crisis ecológica que privaba a los hombres de alimentos, habían aparecido unas bestias de la época jurásica muy agresivas que iban causando el terror por el país de las barras y estrellas. Solo se libraba del delirio un dibujo hiperrealista excelente y el espíritu del cine de ciencia ficción y serie b de los años 50, el rollo Godzilla.
La idea se le ocurrió aterrizando en Los Angeles. Se preguntó qué pasaría si un monstruo estuviese destruyendo la ciudad, lo que nos preguntamos todos habitualmente, y dónde se metería. Su acompañante dijo que habría que vivir bajo tierra y ahí empezó a tomar notas y elucubrar esta, su primera gran obra. De hecho, se llegó a rodar un piloto para una serie de televisión inspirada en el cómic.
Asesinos en serie en el Iraq ocupado
Burning Fields, sin embargo, era un thriller mucho más interesante que transcurría en Oriente Medio. Un investigador militar se encontraba con las típicas tramas corruptas en torno a las concesiones y los contratos petroleros que, en este caso, habían desembocado en una serie de asesinatos. No obstante, no eran crímenes al uso y había un crossover de géneros que pasaba de la intriga al terror de forma bastante solvente.
Un detalle curioso de este guionista es que sus protagonistas normalmente suelen ser mujeres, como ocurre en Spiritus. En Enormous también era así, e incluso el personaje femenino principal era lesbiana. En alguna entrevista Daniel tuvo que explicar que era más normal que una mujer eligiese amar a quien quisiera que una invasión de monstruos jurásicos invadiendo la Tierra. Pero eso era lo que más llamaba la atención, por lo visto, a quien se acercaba a este tebeo.
La otra joya de Vault
Hace un par de semanas reseñamos otra sugerente historia de la factoría Vault, Zojaqan http://valenciaplaza.com/zojaqan-una-mujer-sola-en-el-postapocalipsis sobre una mujer, cuyo hijo había muerto y que, solo dios sabe cómo, aparecía miles de siglos en el futuro, cuando la tierra ya ha sufrido varios y diferentes apocalipsis y es poblada por una fauna que nada tiene que ver con la actual.
Ha salido el número 2. La historia ha perdido gran parte de su encanto visual, ese viaje a través de los siglos y la llegada a un nuevo mundo era fantástico, y ahora empieza a encauzarse hacia lugares comunes. La protagonista es una diosa en la nueva era y trata de lidiar con ello sin más armas que el sentido común, lo que pinta bien, pero pronto todas las situaciones se resuelven con peleitas. Como siempre.
Es el problema de estas series con grandes ideas y comienzos espectaculares, que deslucen en seguida y se parecen a una siesta, nunca se sale igual que se entra.