VALÈNCIA. El grupo californiano Sparks, formado por los hermanos Ron y Russell Mael, ha tenido muchas vidas, pero ahora vuelve a resurgir como lo que siempre ha sido, uno de los duetos más influyentes de la música contemporánea.
En la cartelera coinciden dos proyectos en los que son los auténticos protagonistas. Por una parte, el musical de Leos Carax Annette del que son responsables del guion y de su banda sonora. Por otra, el documental de Edgar Wright (a punto de estrenar también Última noche en el Soho) titulado The Sparks Brothers, una carta de amor a su música y a su personalidad a través de un recorrido por su historia que cuenta con la participación de muchos de sus fans, desde Neil Gaiman a Jason Schwartzman pasando por Beck, Mike Myers o Flea.
Se trata de situar a Sparks en el foco que merece a través de un festivo homenaje a su creatividad, a su forma de integrarse dentro del star system desde un espíritu outsider, a sus referencias, a sus orígenes y evolución durante más de cinco décadas de búsqueda incansable de nuevos sonidos sin perder un ápice de su idiosincrasia.
Como no podría ser de otra manera, el recorrido comienza con la crucial influencia que el cine ha tenido a lo largo de la vida de los hermanos. Parte de su infancia la pasaron en los cines de sesiones dobles, a las que asistían junto a su padre antes de fallecer. No importaba que la película hubiera empezado, ellos se imaginaban lo que había pasado con anterioridad. Por eso aseguran, que ese sentido de la narrativa dislocada lo trasladarían más tarde a su música a través de los continuos cambios de tono en sus canciones y la experimentación con los géneros. Ya en su adolescencia se obsesionaron con el cine de autor puro y duro. Adoraban a Bergman y la nouvelle vage. Incluso Russell dirigió una película à lo Godard, Très Sérieux mientras estudiaba en la universidad de UCLA.
Comenzaron su carrera musical en la escena de Los Ángeles a finales de los años sesenta como un trío de nombre Halfnelson, con Earle Mankey a la guitarra y grabaron un LP con doce temas, del que ha sobrevivido en el imaginario colectivo Computer Girl, como siempre ocurre con Sparks, adelantada a su tiempo.
Después llegaría un periodo de transición, el cambio de nombre del grupo y la configuración de su binomio indestructible que se asentaría a principios de los setenta, con su llegada a Reino Unido y la publicación de su mítico álbum Kimono My House y su canción This Town Ain’t Big Enough For The Both Of Us, de la que se recogen sus primeras actuaciones en directo que los conduciría a la fama gracias a su estilo teatral en el escenario: el magnetismo y los movimientos sicalípticos de Russell y el hieratismo en los teclados de Ron, así como su mítico bigote comparado, al principio, con el de Hitler.
Ya introducidos en la vorágine del éxito, el dúo no paró de seguir acumulando hits, pero al mismo tiempo iniciaron sus primeros contactos con el mundo del cine. En este caso junto a Jacques Tati, al que se sentían muy cercanos por su forma de entender el humor. Sería el primero de sus proyectos truncados, iba a llamarse Confusion y a transcurrir en el mismo universo que Playtime, pero el veterano director francés enfermó durante el transcurso del proyecto y finalmente falleció.
En el documental también hay espacio para investigar sobre cómo se componían las míticas portadas de sus discos, de Kimono My House, de Propaganda, de Indiscreet o Big Beat. Y por supuesto, de Angst In My Pants, en la que Ron aparecía vestido de novia.
Nos adentramos en sus diferentes etapas musicales, como la electrónica junto a Giorgio Modorer con No.1 In Heaven, que se convertiría en fundamental para entender el sonido de los años ochenta.
Wright también nos acerca a sus sombras a través de uno de sus periodos más complicados, cuando durante seis años estuvieron preparando una película musical, Mai, the Psychic Girl basada en el manga de Kazuya Kudō y Ryoichi Ikegami y que iba a ser dirigida por Tim Burton, que finalmente se desentendió del proyecto para filmar Pesadilla antes de Navidad. Se volvieron a reinventar, se abrieron a nuevas audiencias con himnos como When Do I Get to Sing ‘My Way’, trabajaron el elemento repetitivo en My Baby’s Taking Me Home hasta convertir toda una canción en un solo estribillo, introdujeron arreglos sinfónicos y compusieron su particular ‘Bohemian Rhapsodie’ del siglo XXI, Dick Around, de la que bebe parte de la banda sonora de Annette.
Hay demasiado que contar en The Sparks Brothers. Wright intenta que no falte ninguna pieza dentro de este inabarcable recorrido. Su ópera rock The Seduction of Ingmar Bergman, su colaboración con Franz Ferdinand hasta culminar en Annette, la primera vez que uno de sus sueños cinematográficos se hace realidad. El documental deleitará a aquellos que aman a Sparks, pero aquellos que ni siquiera los conozcan, descubrirán todo un universo del que seguramente no quieran escapar jamás, en el que el ingenio y el humor, se convierten en bombas de relojería.
Los hermanos Mael en esencia, divertidos, elocuentes, siempre inquietos a la hora de probar nuevas texturas y nuevos registros. Este año podrían estar nominados a los Oscar por su canción So May We Start, y firmar otro capítulo más en su larga historia, tan genial como inclasificable.
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