Mirando al mar soñé... que era verano con una copa en la mano. De vino, claro, pero tinto, lindo y hedonista.
VALÈNCIA. Hoy nos despojamos de prejuicios poco juiciosos y bastante sosos. Soltamos lastre de lo redicho y tan escuchado, y nos dejamos llevar con libertad y diversión, de todo a mogollón. Porque los vinos ya no aguantan antiguos corsés que dicen que tal color es con cual compañía, tiempo o lugar. Porque los hay tan variados que todos tienen cabida, y rebeldes como estamos, pedimos deseos de blancos, con cuchareo, chuletón y su biruji cuando es invierno; y de tintos con pececillos, en chiringuitos, bajo sombrilla para el estío, tío. Como algunos de los que componen esta lista, tintorris frescales con personalidad que nos cuentan muchas cosas cuando calienta el sol, aquí en la urbe. O en la playa, vaya, vaya.
Y vaya si vamos, nada menos que con el Suertes Cool 2017 (Suertes del Marqués) que es una sorpresa tinerfeña de glugluglú y a lo loco. Listán negro en botella de litro que se queda corta. Un no parar de aireado paseo nocturno bajo brisa marina y bichitos que revolotean, de los buenos, por supuesto. Frutillas joviales y sin un pelo de bobas que disfrutamos con un imprescindible de temporada, unas sardinas a la brasa.
Desde Galicia el Aliaxe Furtivo 2016 (Bodegas Fulcro) nos invita a unas vacaciones rozagantes entre viñas con varietales de liviana riquez. Caíño, espadeiro y loureiro nacidas entre arcilla, esquisto y granito para ofrecer esplendor. Una tarde campestre comistrijando fresas silvestres y ese momento de sacar de la cesta, junto con el vino, una empanada de pulpo.
De vuelta a casa y en excursión de Gredos nos vuelve muy majaras el Andrinal 2017 (Ca’ Di Mat). Liviana garnacha, etérea y refinada que nos lleva a recoger un montón de endrinas, porque vamos a jugar a lo alquimista. Escalamos piedros rojizos y brillantes que casi resbalan de suaves, pero nos agarramos con fuerza, que tiene textura de sobra al lado de un rodaballo.
Cerca cerquita, de viñedo de Cebreros es la Garnacha Arrayán 2015 (Bodegas Arrayán). Vino de altura y elegancia que mira directo a montes de firmes rocas y complejidades minerales. Intensidad que camina firme y en línea recta para darnos un abrazo de los de trasmitir mucha calma. Excursión de retrepar que abre apetitos de los de judiones entre almejas y langostinos.
Hacemos una visita a los vecinos franceses para pasar un buen rato con su Maranges “Sur le Bois” 2016 (Domaine Bonnardot). Pinot noir borgoñona de árboles frutales en salida nocturna entre campos de violetas y con algún caramelo venido de castizos rincones. Jugosón y juguetón se expresa con clase acompañado por un salmón en croûte.
A saltitos y descarado llega desde Bullas el Ninja de las Uvas 2018 (La del Terreno). Garnacha de frescor levantino con golosa soltura y parranda con cabeza. Pícaro cómo es, utiliza su humor inteligente para hacer pasar largos momentos de gozo, bebiendo sin sentir y con mucho sentido acompañado de un sabroso caldero de arroz y bichos marinos varios.
El Pomagrana 2018 (Lectores Vini) es otro de los de hacer desaparecer botellas sin miramientos. Trepat de la Conca de Barberá juega travieso a hacerse pasar por rosado, pero no nos engaña, que es un tinto muy osado. De tardes en brisa junto a océanos, alegre kiosco, muchos amigos y un picoteo de ricas anchoas y pan con tomate.
Llegamos al Bierzo con el Capitán Beto 2017 (Michelini i Mufatto & González), colaboraciones de cruzar el charco y regalarnos un poquito de felicidad. Mencía viajera entre aceros, ánforas y barricas con resultado de fresitas desbocadas y sedosas sensaciones. Pueblo y labranza en una copa que se vacía en un momento con unas truchas con jamón.
Nos quedamos en zona y uva para probar el Villa de San Lorenzo 2016 (Akilia Wines). Hierbas desenfrenadas que llenan los sentidos entre gustosa acidez y su aquel de agradar. Liviano como es, deja huella a su paso y nos convida a una jugosa tortilla de chicharros.
El Mélangé 2018 (Bodegas Recuero) se presenta mordisqueable y bien lozano con aires de gustar y muy. Mestizaje de uvas moravia y piñuelo desde Toledo hasta la Sierra de Gata, dispuesto a dar mucha guerra entre frutos sonrojados y mentolados. Visiones de un cerezo y sus cerezas y me pones otro chupito, que me apetecen unas empanadillas de bonito.
Las pizarras centenarias de Liébana nos proponen su Cobero 2016 (Goyo García Viadero). Mencía y palomino de finura hasta el extremo y singular personalidad. Fragante y de buen humor ofrece ahumados sin malos humos. Un motivo para sincerarse y dar lo mejor desde el corazón y con una de rabas bien fritas.
Así a lo tonto y tonteando llegamos al final acercándonos a Portugal y su Gouvyas Touriga Fêmea 2016 (Bago de Touriga). Touriga nacional del Douro lameruza y deseable como una bolsa de chuches de las ricas. Pócimas curativas de esparcimiento con las que no hace falta más que dejarse llevar para echar unos últimos bailes con un bacalao à Brás.
Y sin más lo dejamos atrás, que no es el del 69, pero vendrán otros muchos veranos cargados de feliz tranquilidad, un poquito de fiesteo y a pedir deseos, guapis.