VALENCIA. Secuelas, precuelas, spin-offs y, en diciembre, el In-between. La saga de Star Wars no descansa, y el departamento de marketing mucho menos. De momento, mientras llega a las pantallas la próxima entrega —Rogue One: a Star Wars story— este fin de semana se presentó el segundo tráiler de la cinta que dirigirá Gareth Edwards (Monsters, Godzilla) y que estará protagonizada por Felicity Jones (Una historia real, The amazing Spiderman) y Riz Ahmed (Nightcrawler, Jason Burne). Ubicada temporalmente entre los episodios III y IV (es decir, entre La Venganza de los Sith y Una nueva esperanza), cuenta cómo la alianza rebelde se hizo con los planos de la Estrella de la Muerte.
Tan temible arma siempre ha sido sujeto de polémica, más allá de por su capacidad destructora (que se lo digan a los de Alderaan): por su elevado coste. En noviembre de 2003, en la página We the people que puso en marcha el gobierno americano para preguntar a los americanos que proyectos querían que su Gobierno llevara a cabo, y más de 50.000 personas reclamaron una estación espacial con esas características. Pero desde el 1600 de la Avenida Pensilvania se encargaron de darles un jarro de agua fría: “La Administración comparte el deseo de crear empleo y un política nacional fuerte, pero una Estrella de la Muerte no está en el horizonte”, respondió Paul Shawcross, responsable del prespuesto de Ciencia en la Casa Blanca.
Pese a las críticas recibidas, los argumentos de Shawcross tenían mucha lógica. Además de asegurar que la política del país no incluye reducir planetas a cenizas, añadió el problema del coste: 850.000.000.000.000.000 dólares. Poca broma. Algunos incluso consideraron este cálculo muy conservador y ascendieron la cifra a 15.602.022.489.829.821.422.840.226.94 dólares (sólo la versión básica y sin contar el coste en personal).
Por último, y no sin razón, Shawcross recordó lo absurdo de poner en marcha esa máquina de destrucción que tenía un garrafal fallo de diseño que la hacía vulnerable al ataque de un joven sin apenas experiencia militar.
Pero, a finales del año pasado, la NASA decidió tomar cartas en el asunto y presentó un proyecto más manejable y asequible. La solución para reducir costes, según Brian Muirhead (ingeniero jefe del Jet Propulsion Laboratory), en lugar de partir de cero se podría utilizar un asteroide para conseguir el material y no tener que enviarlo desde la Tierra. Además, el propio cuerpo rocoso podría servir de base para la infraestructura. Según sus cálculos, así se reduciría el coste hasta un 50%.
Aún así, haría falta mano de obra y eso plantea un nuevo debate moral, como explicó en Mallrats (Kevin Smith, 1995) por boca de Jay (Jason Mewes): destruir una Estrella de la Muerte está bien si está a pleno funcionamiento pero no mientras se está construyendo. En el primer caso, está llena de militares enemigos, lo que la convierte en un objetivo digno; pero en el segundo la mayoría de los muertos serían trabajadores.
Publicado por la editorial Pireo, La fuerza está contigo. Poder y política en Star Wars recurre a personajes de La Guerra de las Galaxias para abordar conceptos como el trabajo esclavo, la tiranía o la antipolítica