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Un cabaret denuncia el genocidio de personas con discapacidad durante el nazismo

El Festival 10 Sentidos estrena Cáscaras vacías, protagonizado por seis actores susceptibles de ser asesinados en cámaras de gas de haber vivido en Alemania durante la II Guerra Mundial

26/04/2017 - 

VALÈNCIA. Casi siempre que se lamenta, se denuncia o se condena en las artes el genocidio durante el nazismo, el foco de atención se dirige a los judíos, pero entre 1940 y 1945 también se asesinó, sistemáticamente, a entre 200.000 y 275.000 personas con discapacidad, independientemente de su credo.

La Aktion T4 fue el nombre en código que los alemanes dieron a su programa de eutanasia para eliminar a aquellos que no encajaban en su idea de raza superior. Al principio, se les descuidó en los hospitales, y murieron de inanición y enfermedades. Más adelante, su muerte se planeó metódicamente. Así, grupos de asesores señalaban a aquellos que consideraban "vidas indignas de ser vividas". Los condenados eran transferidos a seis instituciones dotadas con cámaras de gas, y sus cuerpos sin vida se quemaban en enormes crematorios.

El castillo de Hartheim, en Alkoven, Austria, fue uno de los escenarios del horror. Y cuando Laila Ripoll y Magda Labarga decidieron relatar este episodio histórico eligieron ubicar a sus seis actores en este centro donde, oficialmente, se procedía a realizar “desinfecciones”. Su espectáculo, titulado Cáscaras vacías, está programado el 7 de mayo en el Teatre el Musical, en el contexto del Festival 10 Sentidos.

“El desconocimiento de este capítulo de la historia forma parte de la desatención que han sufrido las personas con diversidad funcional y de la vergüenza con que lo han vivido las familias. Durante mucho tiempo no se pensó que los nazis estuvieran tan desencaminados. Había una mirada no cómplice, pero sí comprensiva hacia la idea de eliminar a las personas que no sirvieran para nada”, reflexiona Labarga.

'Cáscaras Vacías' (Foto: marcosGpunto)

Ondas expansivas del horror

“Uno de los aspectos más terribles de esta terrible historia es que quienes cometieron estos asesinatos fueron científicos, hombres y mujeres educados, personas de su tiempo envueltas en la indiferencia de una sociedad anestesiada por la burocracia y la propaganda. Una sociedad preocupada por la salud, la excelencia y la productividad, extraordinariamente parecida a la nuestra”, alertan las creadoras de Cáscaras vacías.

En su opinión, la realidad histórica retratada no resulta tan ajena cuando reparas en los recortes aplicados cuando se desencadenó la crisis económica en España. “Las primeras áreas afectadas fueron sanidad y servicios sociales, se desamparó a las personas más desprotegidas. En el fondo, el tipo de pensamiento que hay es el mismo, que se trata de parásitos, de gente que chupa del bote, que no aporta nada al funcionamiento social. Y ese es el fundamento de este tipo de planteamientos que desembocaron en un momento y con una ideología muy fanática en el exterminio”, advierte Labarga.

La actriz, directora y autora hizo tándem con la directora de escena y dramaturga Laia Ripoll en 2015 durante un taller desarrollado en el marco del festival Una mirada diferente, del Centro Dramático Nacional. La muestra busca desde hace un lustro acabar con los prejuicios hacia las personas con discapacidad a partir de su inclusión en obras teatrales.

'Cáscaras Vacías' (Foto: marcosGpunto)

Para documentar su trabajo, las creadoras leyeron el ensayo Los que sobraban. Historia de la eutanasia social en la Alemania nazi, 1939–1945 (Barcelona: Crítica, 2014), del historiador y periodista alemán Götz Aly, así como escritos de la periodista, historiadora y biógrafa de origen húngaro Gitta Sereny y de la filósofa política alemana de origen judío Hannah Arendt.

Los protagonistas de su obra conjunta cuentan sus historias en una sala similar a un baño. Minutos antes de su ejecución, los seis recuerdan quiénes son y explican a los espectadores a través del baile, del canto y de la conversación por qué están ahí. En medio del horror, los actores canturrean música tradicional y popular en los cabarés berlineses del momento, como La cucaracha o Amapola.

“En la mayoría de los casos, las víctimas eran plenamente conscientes de su destino”, apuntan las autoras, quienes han elegido trenzar esta media docena de historias sirviéndose de la estructura del cabaré.

Meine Damen und Herren

La elección del género ha venido marcada por el reto artístico que se han marcado Ripoll y Labarga: lograr la accesibilidad total de su montaje, “sin recurrir a muletas”. Esto es, sin servirse de audio descripción para invidentes, pantallas o cualquier sistema de traducción para sordos o personas con discapacidad intelectual. Para lograrlo, durante los ensayos, buscaron maneras de contar que permitieran que todos los espectadores se enteraran del relato. “El cabaré es un género versátil y juguetón, que nos da libertad artística para lograr la inclusión”, justifica Magda.

'Cáscaras Vacías' (Foto: marcosGpunto)

Un ejemplo de la naturalidad con la que se ha logrado la accesibilidad es la serie de conversaciones entre la actriz sorda Ángela Ibáñez y el coreógrafo y bailarín David Blanco, licenciado en Guía-Intérpretación de Lengua de Signos, quienes hablan entre ellos y con el público en momentos de narración colocados estratégicamente para que las personas con discapacidad auditiva sepan lo que está pasando, “sin que resulte postizo”, apunta Labarga.

“Podríamos decir que lo que estamos haciendo es contar una historia para radio, para cine y para álbum ilustrado. Un lenguaje iría para personas ciegas, otro para personas sordas y otro para personas con discapacidad psíquica”, detalla Laila, merecedora del Premio Nacional de Literatura Dramática 2015.

El resultado es un fresco sobre la diferencia, interpretado por actores con diversidad funcional.

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