CRÍTICA DE concierto

¿Un programa extraño...? O quizás no

Las obras que interpretaron Leonskaja y el Borodin se configuraron como en el Ciclo Viena-Moscú que se presentó el pasado junio en el Auditorio Nacional

9/02/2018 - 

VALÈNCIA. La actuación de Elisabeth Leonskaja junto al Cuarteto Borodin sumó al interés de los intérpretes el hecho de ser una de las pocas sesiones que el Palau dedica este año a la música de cámara. El programa no coincidía con el que la pianista rusa acaba de presentar en el Palau de la Música catalana. Allí interpretó el día 5 las tres últimas sonatas de Beethoven, mientras que en Valencia sólo ha tocado una de ellas (la núm. 31). A cambio, se ha encargado del piano en el Quinteto op. 57 de Shostakóvich, junto al Cuarteto Borodin, que inició la velada con el op. 33/5 de Haydn.

Un programa algo extraño, quizás. No por el indiscutible valor de cada una de las obras, sino porque no casan del todo entre ellas. Así, el cuarteto op. 33 de Haydn presenta una música risueña (con excepción, en cierta forma, del segundo movimiento), firme y segura de sí misma. La Sonata 31 de Beethoven es uno de esos ejercicios de introspección absoluta que el músico de Bonn se permite abordar exhibiendo, al tiempo, el más depurado contrapunto. Y el Quinteto con piano de Shostakóvich despierta opiniones encontradas, desde aquellos que lo perciben cargado de dramatismo hasta quien lo cataloga como una obra desenfadada. En cualquier caso, esta combinación de cuartetos de Haydn, últimas sonatas de Beethoven y algún quinteto con piano del siglo XX, ya se presentó en tres sesiones del pasado mes de junio en el Auditorio Nacional, dentro del Ciclo Viena-Moscú, y con los mismos intérpretes. Pero en Valencia, los vínculos entre ambas ciudades no se establecían dentro de un ciclo, sino en un concierto aislado, y no llegaron a captarse bien.

El op.33/5 es uno de los seis cuartetos que dedicó Haydn al Gran Duque Pablo de Rusia, siendo estrenados en 1781. Estas obras, como él mismo señaló, eran de un tipo nuevo, y no se engañaba al decirlo: estaba cristalizando ese estilo que luego llamaríamos “clásico”, y los cuartetos “rusos” de Haydn (rusos por el destinatario de la dedicatoria) marcan un hito importante en ese proceso. Mozart, que andaba por la misma senda, no tuvo empacho alguno en reconocerlo, y, a su vez, dedicó a Haydn, en 1785, seis de los suyos (del núm. 14 al 19).

El que hoy nos ocupa no sólo agrada por sus novedades, sino por la confianza en sí mismo que Haydn revela. Confianza que le lleva, entre otras cosas, a juguetear magistralmente con el breve motivo inicial de cuatro notas, que aparece como uno de los cimientos de la obra, y que más tarde se convirtió en sobrenombre de la pieza, tras acoplarle el saludo “How do you do?”. Sin entrar en el análisis de lo que fue el estilo clásico en música, ni del papel que en él tuvo Haydn, sí que conviene recordar ahora que el op.33/5 revela claramente la conciencia que el compositor tenía de sus propios hallazgos, y la satisfacción derivada de ello. Por eso mismo, la lectura que de esta obra hicieron los músicos rusos, afinadísima, empastada y ajustada (pero algo lenta, poco vivaz y un punto tristona), no parecía la mejor opción. Le faltaba la chispa, y resultó bastante monótona en cuanto a dinámica y fraseo.

El Cuarteto Borodin (cuyo nombre inicial fue Cuarteto del Conservatorio de Moscú) lleva sobre las escenarios desde 1945, y ha contado entre sus miembros a músicos tan ilustres como Mstislav Rostropóvich, Rostilav Dubinsky, Nina y Rudolf Barshai y Valentin Berlinsky. Entre otros. En los años 70 comenzaron crisis y sustituciones, aunque la agrupación siguió conservando el legado de un pasado muy brillante, la realidad de las experiencias transmitidas, el poso de sus grabaciones, y las aportaciones de las figuras con las que ha trabajado y trabaja (Richter, Volodin, Eschenbach, Jurowski...). Debe añadirse como activo nada desdeñable el mantenimiento de un sonido realmente noble. En la actualidad figuran Ruben Aharonian como primer violín, Sergei Lomovsky en el segundo, Igor Naidin como viola y Vladimir Balshin en el violonchelo.

Actuó luego, en solitario, Elisabeth Leonskaja, también de brillante historial que incluye la herencia de los grandes pianistas de la época soviética. Ha actuado y actúa con las mejores orquestas y directores del mundo. En mayo de 2014 hubo ocasión de escucharle, en la misma sala, un delicioso Concierto núm. 18 de Mozart, junto a la Orquesta de Valencia. Este miércoles se enfrentó a la Sonata 31 de Beethoven, que tocó con un sonido más delicado y transparente que poderoso, fraseo siempre atento al cantabile y una notable independencia rítmica de las manos. Conmovió el carácter  meditativo del Adagio, cuyo recitativo, lleno de libertad, desembocó con naturalidad en la magistral fuga con la que Beethoven corona esta obra. Pudo faltarle a la rusa, es cierto, algo de fuerza en los contrastes dinámicos del Allegro molto, y un punto de claridad en el entramado polifónico de la fuga.

En cuanto al Quinteto con piano de Shostakóvich, sus dos primeros movimientos, con un acerado contrapunto el primero y una intensa fuga propulsada por el piano el segundo- casan bien con la Sonata 31 de Beethoven. Los otros tres, aún cuando puedan parecer triviales, no lo son, al menos si caen en buenas manos. El Scherzo, que se bisó al final como regalo, es antes sardónico que gracioso. El Intermezzo, con esos latidos del violonchelo –y luego del piano- sosteniendo las elucubraciones de los arcos, se antoja desesperanzado, y, como la 31 de Beethoven, introspectivo. También el Allegretto final, aparentemente ligero, acaba desembocando en un coral de Bach, al que Shostakóvich, como Beethoven en la 31, rinde homenaje.

El Cuarteto Borodin, al igual que Elisabeth Leonskaja, se mostraron más enérgicos en el Quinteto que en las obras anteriores, No hurtaron a la música el carácter inquietante que tiene, y el piano escanció, junto a la faceta melódica, también la percusiva. No es extraño: el Borodin estuvo, desde su aparición, en estrecho contacto con Shostakóvich, y ha grabado mucha música suya. Al parecer, pronto presentarán una nueva integral de aquellos para Decca. También Leonskaja ha grabado e interpretado los dos Conciertos para piano del compositor ruso.


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