Chema Cardeña dirige Bajo el polvo en la Sala Russafa
VALÈNCIA. El 14 de abril de 1939 es conocido en EE.UU. como el domingo negro. Ese día, una descomunal tormenta de polvo acompañada de vientos de 60 kilómetros por hora golpeó Oklahoma, dejando tras de sí campos arrasados, tejados destruidos e incontables afecciones pulmonares.
El fenómeno era el colofón a un largo y catastrófico periodo de sequías y apocalípticas nubes de tierra que ha pasado a la historia como Dust Bowl (cuenco de polvo) y que le ganó a la década el apelativo de los sucios años treinta.
Esta catástrofe climática, agravada por la Gran Depresión, es el marco histórico elegido por la dramaturga valenciana Rosa López para su nueva propuesta teatral, Bajo el polvo, que del 13 al 30 de mayo sube a las tablas de la Sala Russafa de la mano de la compañía especialidad en el género negro Noir Producciones.
“Es un texto nada corriente, poco habitual en la dramaturgia valenciana, pero en el teatro es fundamental salir de la zona de confort”, ensalza quien ha tomado los mandos de la obra, Chema Cardeña.
Entre montajes propios y ajenos, el autor teatral lleva dirigidas más de 70 piezas por las que ha sido reconocido con, entre otros premios, el de la Crítica Literaria Valenciana, el de la Asociación de Espectadores de Alicante al Mejor Texto, y los de los certámenes de Arcipreste de Hita y Villa de Mislata.
Cardeña se desenvuelve con maestría en contextos de época y en la revisión contemporánea de cuentos, pero le resulta irresistible meterse en jardines. El último está cubierto de denso, oscuro polvo, y poblado de personajes que parecen salidos del clásico literario de John Steinbeck Las uvas de la ira. La guinda al reto ha sido plantear una historia detectivesca en ese contexto.
“En consonancia con el fenómeno atmosférico, los personajes son post apocalípticos, casi rozan la secta. Guardan en secreto lo que sucede en el pueblo y creen que hay que arrancar el mal igual que se hace con las plantas, de raíz. Practican las purgas y creen, incluso, que esas tormentas son castigos divinos por el comportamiento de sus vecinos”, detalla el director, quien reconoce no ser muy docto en temas norteamericanos más allá del cine.
Para compensarlo, Cardeña ha leído a Tennessee Williams y Eugene O’Neill y se ha documentado sobre la vida agrícola y el funcionamiento social en el Medio Oeste: “La gente que depende del tiempo tiene un carácter especial. Eso, sumado a la enormidad de los territorios americanos, conforma comunidades aisladas, nada amables con el forastero, casi xenofóbicas, con una forma muy salvaje de entender la vida”.
El único contacto con el exterior que les facilita el director en el escenario es la música que suena a través de una radio, donde ha escogido temas como la banda sonora de Irving Berlin para Sombrero de copa (Mark Sandrich, 1935) y los primeros éxitos de Cole Porter.
A pesar de la diferencia geográfica, temporal y cultural, el director espera que los espectadores se identifiquen con los protagonistas de la trama, pues, “si bien las distancias son más pequeñas y hay más comunicación y trasvase de información, entre los pueblos de España también hay sociedades muy herméticas”.
El aspecto más complejo de este montaje ha sido trasladar el género negro al escenario. “En el audiovisual, con un plano y una mirada lo resuelves, pero en el teatro no tienes primer plano ni posibilidad de montaje”, argumenta Cardeña, quien se ha servido del espacio sonoro para crear una atmósfera de tensión y suspense. Sonidos repetitivos, pausas dramáticas y silencios aportan ritmo de thriller al espectáculo.
La interpretación de los actores, sin embargo, evita los arquetipos del género. “Todos pueden remitirnos a referentes cinematográficos y literarios: hay un personaje con un pequeño retraso mental, una mujer que ha sacado adelante a sus sobrinos y un inspector con una dolencia cardíaca. No obstante, he insistido a los actores para que huyeran de la teatralidad e interpretaran muy poco, basándonos en cosas muy pequeñas”, avanza el director.
Lo que aparece subrayado a través de efectos sonoros y visuales, así como en la incorporación a la interpretación de molestias en los ojos, la boca y la ropa, es el polvo, metáfora de una época y un tiempo asfixiantes.