VALÈNCIA. El Circuito Ibérico de las Artes Escénicas nació en 2015 con el afán de crear una sinergía cultural entre España y Portugal y con la finalidad de proporcionar "un mayor conocimiento de lo que ocurre en la escena vecina, fomentando la colaboración entre espacios y profesionales de ambas naciones". Fruto de esta intención llega por primera vez a Valencia, de manos de Sala Russafa y Arden Producciones, el ‘Ciclo de teatro portugués'.
“La característica de este circuito es que lo formamos 15 centros de creación de España y Portugal, es decir, compañías teatrales con sala propia. Esto facilita la posibilidad de intercambiar obras entre ambos países, porque cada uno ofrece espectáculos, pero también un lugar donde acoger las representaciones del resto de integrantes del circuito”, explica David Campillos, socio de Sala Russafa y co-responsable de producción la compañía valenciana.
Ambas se sumaron a la iniciativa el año pasado, representando en Braga y Oporto el montaje Shakespeare en Berlín, “con una gran respuesta por parte del público portugués, una audiencia increíble y muy respetuosa, que vio la obra sin sobretítulos, pero aun así llenó aforos de 800 personas un martes y un miércoles por la noche”, apunta Campillos, socio del centro cultural impulsado por Arden.
Dos son las obras que conforman la programación de este ciclo, y para facilitar el seguimiento de la trama y las interpretaciones, van a proyectar en el escenario sobretítulos en castellano.
La primera es As criadas, una revisión del clásico de Jean Genet. La segunda, Um punhado de terra, que recrea uno de los episodios más funestos de la historia de Portugal: el secuestro de personas en África para venderlos posteriormente como esclavos.
Una selección nada casual porque, según avisa David Campillos, “se trata de dos de las compañías más importantes del país vecino que, además, vienen con propuestas muy valientes, tanto a nivel textual como de puesta en escena”.
As criadas adapta el título inmortal de Jean Genet. Una obra maldita cuando se estrenó, a la que tanto crítica como público le dieron la espalda, pero que pasados los años ha acabado siendo reconocida como uno de los textos teatrales fundamentales del siglo XX. En nuestro país han sido innumerables los montajes que se han hecho, desde ópticas más conservadoras, como el que llevó a Nuria Espert, Julieta Serrano y Marisa Paredes a compartir escenario, a otras más atrevidas, como el firmado recientemente por Pablo Messiez. Ahora, a través de este ciclo, el espectador valenciano podrá descubrir esa misma historia a través de los ojos de otra cultura, la portuguesa, que aporta su contexto, su carácter y su propia idiosincrasia a la visión del clásico francés.
La compañía CTB, Teatro Circo de Braga, fundada en 1980 y con sede en el emblemático Theatro Circo, firma esta producción que se estrena en la Comunitat Valenciana el próximo 1 de diciembre. Un espectáculo que polariza el desarrollo de la acción en el interior de una celda.
La obra cuenta la historia de dos hermanas que mantienen una relación de amor / odio con la Señora para la que trabajan, llegando a planear su asesinato. Una trama argumental que a su director, Rui Madeira, le gusta comparar con una matrioska, por “el texto dentro del texto dentro del texto, como una historia que se repite sin fin, como la adrenalina de esas hermanas que se entrenan en el odio para lograr lo indecible, como el crujir de dientes en un silencio que hiela”.
Un día después, el 2 de diciembre, la Sala Russafa acoge el estreno en la Comunitat de Um punhado de terra, de la compañía Teatro Art’Imagem, con sede en Oporto. Un ejercicio de recuperación de la memoria. Pedro Eiras firma el texto que relata el rapto de un hombre en su poblado africano para ser vendido como esclavo en Portugal. Antes ha presenciado cómo asesinaban a su mujer, hijos y amigos. Una ficción que no lo es tanto y que pone al país vecino frente a un espejo en el que a ninguna nación le gusta mirarse.
Sobre el escenario, el actor caboverdiano Flávio Hamilton se enfrenta, solo, a un monólogo de casi una hora de duración en un reto interpretativo en el que se vacía física y mentalmente. Por lo que hace a la escenografía, las luces y sombras potencian la realidad fangosa que está viviendo el protagonista y que, en su mayor parte, está basada en hechos reales.
Desde la sala valenciana, David Campillos adelanta que “tenemos la intención de que el ciclo vaya creciendo paulatinamente, con más obras y más compañías”.