VALÈNCIA. Eduardo Puertes, además de un portfolio en instagram con el nombre de Puertes y Ventanas, forma parte de C·LAB, un equipo de jóvenes arquitectas (jóvenes de verdad, no de los de 35 años) formadas en València con estancias en Delft, París, Tampere, Valparaíso o Santiago de Chile, articuladas con el propósito “de indagar en las necesidades de la ciudad contemporánea y construir juntas nuevos imaginarios en el contexto y cultura valenciana”. Llevan en sus perfiles la etiqueta de under construction porque “siendo conscientes de la edad y la experiencia, consideramos -indican- que nuestro trabajo se encuentra en continua evolución. Hemos tenido la suerte de haber sido seleccionados como uno de los cinco equipos de creativos emergentes para desarrollar el proyecto “València 360” para el Ayuntamiento de Valènia, el centro cultural Las Naves y la comisión World Design Capital 2022, y lo abordamos desde la visión satírica, la ironía en clave de humor, desde la postura crítica y la experimentación en la representación gráfica de la arquitectura y la ciudad”.
A Puertes, además, hace poco tiempo que le han concedido el premio TFM de la Cátedra Innovació en Habitatge que concede la Generalitat en alianza con la UPV. Su visión, a lo que vamos, es un viaje a un futuro inconcreto donde casi parecería que habría que tomar el hyperloop. Una mirada repleta de ‘optimismo e incredulidad’ que proyecta una València tan utópica que no carece en exceso de realidad. Y que toma el barrio de la Creu Coberta, en el distrito de Jesús, como el epicentro de una transformación de largo alcance.
Sus planteamientos están emparentados con cierto sentido despampanante que consigue que un proyecto entre el urbanismo y la arquitectura pueda leerse casi como una sátira cargada de tecno poética. Con el nombre ‘La Creu Coberta: eco-barrio postindustrial en Valencia 20XX’, se estructura en algunas partes que funcionan como enunciados de un capítulo de ciencia-ficción: “Bienvenidos a Valencia 20XX, la ciudad del futuro” / “La Creu Coberta: Tot per l’aire!” / “Co-Residencia Creu Coberta, dígame”. Subidos al vagón junto a Puertes, se le propone que sea el anfitrión de ese traslado al futuro, para emanciparnos de paso del hastío de estar tan agarrados a un presente que genera demasiado anclaje a la hora de imaginar las ciudades.
-Antes de subirnos: ¿por qué la Creu Coberta, por qué un ecobarrio, por qué todo esto?
-Eduardo Puertes: En realidad, como cada año, los talleres de proyectos en los que los alumnos y alumnas de la ETSA-UPV pueden desarrollar su TFM propusieron varios temas. El enunciado del taller 2 proponía realizar un eco-barrio en la Creu Coberta. Lo que se planteaba era hacer la ordenación de un barrio nuevo en las 20 hectáreas que ocupa aproximadamente la zona postindustrial abandonada y degradada de la Creu Coberta dando por hecho que toda la infraestructura ferroviaria había desaparecido y el Parque Central se había concluido.
Sin embargo, mi postura inicial era bastante escéptica con ese escenario por dos motivos. Por un lado, debido a la magnitud y al emplazamiento de la Creu Coberta, veía imposible proyectar todo un nuevo barrio (y más bajo la etiqueta de “eco”) sin entender en profundidad su repercusión en el conjunto territorial de Valencia, y los cambios que tenían que suceder en el resto de la ciudad para que esta actuación tuviera sentido.
Por otro lado, la promesa del “PAI del Parque Central” se había convertido en una herramienta política recurrente en periodo electoral, pero parecía -y me atrevería a decir que todavía lo parece- lejos de hacerse realidad. De hecho, empecé el trabajo haciendo un análisis de los titulares de prensa con todas las promesas urbanísticas recientes para la ciudad de Valencia: desde el desarrollo completo de la red de metrovalencia con su nueva línea 10, a la renaturalización de la Malvarrosa, el proyecto del Parque Fluvial del Nuevo Cauce del Túria, o la peatonalización del centro histórico. Y así surgió, entre ironía y el deseo de que efectivamente todas ellas sucedieran, la tierra prometida. Es decir, Valencia 20XX.
En este marco, y teniendo en cuenta las agendas geopolíticas a escala territorial (desde los ODS de la ONU, al European Green Deal o la Agenda 2030 del Gobierno de España), decidí redactar una hoja de ruta para Valencia en su totalidad. Y dentro de esa estrategia metropolitana, estudié el papel que podría desempeñar la Creu Coberta. Descubrí entonces que, por su localización dentro de la ciudad, podría tener gran interés como un barrio nexo que se ubica entre el centro y la periferia, entre el paisaje agrícola del sur de Valencia y el parque urbano del centro de la ciudad.
Me pareció curioso como Malilla (su barrio vecino), teniendo unas condiciones de partida aparentemente similares, se había ido convirtiendo en una zona residencial en pleno auge y que, pese a ello, ni el mercado inmobiliario ni la Administración se hubieran interesado por la Creu Coberta. El desarrollo de este fragmento urbano parece que se encuentra en standby a la espera de que el ansiado soterramiento se realice. Mientras tanto, el norte de la ciudad se está colmatando, las previsiones indican que en los próximos años las ciudades van a tener que acoger un presumible aumento de población, y Valencia se enfrenta a problemas urbanísticos protagonizados por planes de desarrollo de barrios limítrofes con entornos naturales (como el de Benimaclet o el de Nazaret) que evidencian la necesidad de cambiar el modelo de crecimiento.
-¿Qué alicientes te generaba especular con un futuro tan concreto como el de 20XX?
-Eduardo Puertes: La postura inicial de plantear el futuro como Valencia 20XX, era la del escepticismo o la ironía. De hecho, ni siquiera llegué a especificar una fecha concreta para que todo ello sucediera, porque me resultaba difícil llegar a creérmelo. No obstante, el ejercicio de elaboración de la utopía se presentaba como una oportunidad de repensar la ciudad con una mirada crítico-reflexiva, a fin de identificar las problemáticas actuales y así establecer un marco en el que desarrollar los proyectos arquitectónicos futuros. Me interesaba recuperar la utopía como espacio de reflexión, como marco de exploración y especulación en el que imaginar la ciudad del futuro desde una representación que sirviera como hoja de ruta.
Introduzco la definición de la RAE de la utopía en las primeras páginas del Trabajo, que dice así: “Del lat. mod. Utopia, isla imaginaria con un sistema político, social y legal perfecto, descrita por Tomás Moro en 1516, y este del gr. oú ou ‘no’, τόπος tópos ‘lugar y el lat. -ia ‘-ia’. 1. f. Plan, proyecto, doctrina o sistema deseables que parecen de muy difícil realización. 2. f. Representación imaginativa de una sociedad futura de características favorecedoras del bien humano.” Y exactamente encontré el estímulo para abordar el Trabajo moviéndome constantemente entre esas dos acepciones. Entre el optimismo y la incredulidad.
El futuro ecobarrio en la Creu Coberta debe entenderse en un contexto de especulación imaginando la ciudad como utopía. Valencia 20XX es un proyecto deseable, una representación de una sociedad de características favorecedoras para el bien humano y de no tan difícil realización. Se define a través de 5 ejes: un sistema accesible de movilidad sostenible, una Red de Infraestructura Verde que incluya el Parque Central y el entorno natural de la periferia, el crecimiento urbano hacia el sur, la estructura viaria en anillos, y las Áreas de Bajas Emisiones. A continuación, se estudia el papel de la Creu Coberta en Valencia20XX. Por su ubicación, este barrio de 20ha históricamente industrial y actualmente abandonado, se convierte en un barrio nexo clave: entre centro-periferia, entre paisaje agrícola- parque urbano del centro.
Se plantean 4 posibles escenarios en base a las predicciones expuestas, en especial a la ejecución del soterramiento. La intención es la de desarrollar una propuesta que, en la situación más desfavorable, resuelva los problemas del crecimiento poblacional y relación con el Medio. El masterplan que se propone utiliza una estrategia en 4 puntos: la edificación como conectores híbridos que pasan por encima de las vías, la reutilización de las ruinas postindustriales, la renaturalización de la ciudad y, finalmente, la conversión de las vías en espina verde. El programa se desarrolla como híbrido (residencial, público, comercial) por su contribución al tejido social, urbano y económico. Se buscar dar respuesta a las demandas sociales de los jóvenes para el paso de la parental-dependencia a la co-independencia con + de 15 tipologías.
La Co-residencia se concibe como un soporte sólido y rígido cuyas envolventes ligeras son lugares de intercambio y generación de energía, de captación de recursos naturales que se transformarán y reutilizarán en el propio edificio o su entorno. El proyecto se ubica a medio camino entre arquitectura e infraestructura. Quiere invitar a repensar futuros alternativos para una Valencia más sostenible y que haga frente a los desafíos venideros, desde una perspectiva utópica pero, hasta cierto punto, realista. O eso espero.
Me pareció curioso como Malilla (su barrio vecino), teniendo unas condiciones de partida aparentemente similares, se había ido convirtiendo en una zona residencial en pleno auge y que, pese a ello, ni el mercado inmobiliario ni la Administración se hubieran interesado por la Creu Coberta. El desarrollo de este fragmento urbano parece que se encuentra en standby a la espera de que el ansiado soterramiento se realice. Mientras tanto, el norte de la ciudad se está colmatando, las previsiones indican que en los próximos años las ciudades van a tener que acoger un presumible aumento de población, y Valencia se enfrenta a problemas urbanísticos protagonizados por planes de desarrollo de barrios limítrofes con entornos naturales (como el de Benimaclet o el de Nazaret) que evidencian la necesidad de cambiar el modelo de crecimiento.
-¿Cuando lleguemos a la última parada qué nos vamos a encontrar en la Creu Coberta?
-Eduardo Puertes: Se plantea en tres fases y escalas. Una primera de análisis contextual y territorial entendiendo Valencia 20XX como una utopía en la que todas las promesas beneficiosas para la ciudad se llevaban a cabo (“Bienvenidos a Valencia 20XX, la ciudad del futuro”). A continuación, la definición del papel de la Creu Coberta en este escenario futuro y la propuesta de una ordenación acorde a ello (“La Creu Coberta: Tot per l’aire!”). Y por último, una tercera fase de desarrollo proyectual a escala edificatoria y residencial con nuevos modelos vivienda con los que habitar el nuevo eco-barrio (“Co-Residencia Creu Coberta, dígame”).
En esencia, en la primera parte se ofrece un plan de crecimiento para el conjunto del área definido por el límite municipal de la ciudad de Valencia que se concreta a través de cinco ejes: movilidad sostenible, Red de Infraestructura Verde, crecimiento urbano en el sur de la ciudad, estructura urbana anular, y Áreas de Bajas Emisiones. En la segunda fase y una vez identificado el rol urbano de la Creu Coberta en Valencia 20XX y la problemática a la que se enfrenta la ciudad en cuanto a su crecimiento y su relación con el Medio Ambiente, se plantean diferentes escenarios de futuro en base al cumplimiento o no de las predicciones expuestas y se desarrolla una propuesta que, incluso en la situación más desfavorable en la que no llegan a desaparecer las vías del tren, resuelva los problemas a los que se enfrentará la Valencia del futuro.
El masterplan “Tot per l’aire” utiliza una estrategia basada en cuatro puntos. El primero de ellos es el de entender la nueva edificación como conectores en la dirección Creu Coberta-Malilla que pasan por encima de las vías de tren y que albergan la mayor parte del programa residencial. En segundo lugar, reutilizar las ruinas postindustriales cuyo estado de conservación lo posibilite para introducir nuevos usos públicos. En tercer lugar, convertir los espacios vacantes en lugares de oportunidad para introducir el paisaje y la topografía integrando la naturaleza y los medios de producción energética contemporáneos (huertos solares, cultivos urbanos, balsas fitodepuradoras, vegetación en tres estratos, pavimentos porosos con Sistemas Urbanos de Drenaje Sostenible, etc.). Por último, entender que en una fase final las vías del tren desaparecerán y se convertirán en una espina verde que coserá diagonal y transversalmente la ciudad.
Y en la tercera y última fase, el Trabajo se centra en el desarrollo de un sistema aplicable a los nueve conectores que se ubican a lo largo de toda la ordenación propuesta y que resuelva tanto el programa funcional como la definición constructiva y energética de todos ellos. Se opta por el modelo de “Co-residencia”. Si hay un grupo poblacional que ha sufrido en mayor medida las consecuencias de la crisis de 2008 y la actual crisis de la COVID-19 son los jóvenes. Menores de 30 años que se encuentran en la ciudad sin garantía de empleo, sin capacidad de tener una vivienda en propiedad y ni poder alquilar un apartamento para ellos solos, alargando la edad de emancipación y creando una sociedad “parental-dependiente”. Ante esta inestabilidad, el alquiler se ha presentado como la opción más viable para la mayoría y, por tanto, siguiendo las leyes del mercado capitalista se ha disparado su precio.
La vivienda en cooperativa se ha presentado como respuesta en este escenario complejo. Sin embargo, la complejidad del proyecto y su importancia pública y urbana hace que sea muy difícil organizar una cooperativa al uso con bajos costes de construcción y autopromoción. Es por ello, que se entiende el proyecto como una gran infraestructura social y urbana cuya financiación debe ser, en gran medida, pública. El Ayuntamiento invertiría para mejorar el espacio público y reactivar un barrio degradado. Los edificios se ceden para uso y disfrute a la cooperativa, la propiedad es colectiva y existe un compromiso y diálogo con la Administración para poder gestionar las actividades públicas.
Por todo esto, se propone que sean edificios flexibles (tanto en cuanto a uso y su adaptación en el tiempo, como en el solape de actividades mixtas), que se minimicen los sistemas de construcción rígidos (estructuras de hormigón, núcleos de comunicación, instalaciones) frente a los variables que permiten la participación activa de los habitantes y requieren de poca energía para su transformación (vegetación, textiles, sistemas de construcción ligeros) y que sean edificios que no solo se auto abastezcan a nivel energético, sino que además sean capaces de generarla.
-¿Cómo se resuelve la tensión entre utopía y realismo?
-Eduardo Puerte: Empiezo la memoria con una cita de Santiago de Molina extraída de un post suyo en el blog de la Fundación Arquia (“Dedícate a otra cosa. Estudia arquitectura” del 9 de julio de 2020) que dice:“No obstante, y aún más en épocas de crisis, sólo la carga de utopía que contiene la arquitectura ofrece un camino realista a la hora de resolver los retos por venir.” Y esa es la tensión que creo que se encuentra presente. Creo necesario plantear las respuestas a los problemas reales a los que nos enfrentaremos como sociedad en forma de utopía, porque en el proceso en el que nos veremos inmersos para alcanzarla (o no llegar a hacerlo nunca) estaremos construyendo el futuro que deseamos.
En general, nos cuesta imaginar algo más allá de lo previsible. Lo previsible constituye la zona de confort, es la postura más cómoda. Es por eso por lo que no considero que exista tanto apego sino acomodamiento. Es decir, en términos generales no estamos de acuerdo con lo que es previsible, pero lo aceptamos desde el conformismo o incluso desde la resignación. Plantear una utopía conlleva el esfuerzo de adoptar una postura crítica con nuestro entorno y no siempre es fácil encontrar la energía para ello, especialmente en el mundo laboral. Probablemente sea desde la Academia desde donde se debería fomentar esa manera de pensar. Y, concretamente, desde las Escuelas de Arquitectura en mayor medida por la influencia de nuestra disciplina en la definición del entorno construido.