ESCAPADAS HEDONISTAS

Viajar a la nieve pero en plan hedonista

Esos sitios a los que iría yo para disfrutar de la temporada blanca, tanto si esquías como si no.

| 17/01/2025 | 6 min, 26 seg

Ha costado, pero el invierno ya está aquí. Que me lo digan a mí que escribo estas líneas con unos gélidos -3 grados desde la capital española. Y con el invierno llega otra de las cosas más divertidas y apetecibles de esta temporada, la nieve. Las montañas se tiñen de blanco y los amantes del esquí y el snow, planifican estos meses en base a cuántos viajes se podrán hacer este invierno.

Que esquiar es muy guay, pero también se puede dar el caso -como el mío- que la nieve vale, muy bonita, pero que ponerte unos esquís no te va mucho. Por pereza, desconocimiento, miedo... Todo vale. Lo que no vale es que nos perdamos esa parte tan hedonista que tiene un viaje a la nieve. Por suerte, no es territorio exclusivo de los que dominan las pistas. Hay un sinfín de planes para quienes prefieren disfrutar de este paisaje invernal sin necesidad de ponerse un casco y botas rígidas. Y es que, ¿quién se resiste a una copa de vino frente a una chimenea, una comida digna de los Alpes o un spa con vistas a montañas nevadas? Creo que tú no y yo, tampoco.

Hoteles que lo tienen todo

Lo primero es lo primero. ¿Dónde quedarse esos días? Nos quedamos dentro de la geografía patria, con algún que otro esbozo del pequeño país que linda frontera con nosotros, Andorra. Uno de los destinos para disfrutar de la nieve más deseados es Sierra Nevada, y allí, El Lodge y Maribel son dos auténticas joyas. El primero, con solo 21 habitaciones revestidas en madera finlandesa, es un refugio cálido con un spa espectacular, de nada menos que 5.000 metros cuadrados, donde puedes relajarte tras un día en la nieve, con tratamientos como rituales con sal del Himalaya o masajes con CBD puro. Y si el hambre aprieta, su restaurante El Grill ofrece opciones como caviar de Riofrío o piezas de caza, siempre acompañadas de una carta de vinos diseñada por el sommelier de Marbella Club.

Por su parte, Maribel es sinónimo de ambientazo seguro. Sus 29 habitaciones, incluyendo la espectacular Maribel Penthouse Suite, son eso que todos deseamos en una escapada así. A medio camino entre el estilo alpino y el moderno, no faltan suelos radiantes y vistas a las pistas desde tu propio balcón. El restaurante Maribel's es el lugar ideal para disfrutar de dos cosas: buena cocina y los après-ski más deseados. Pon en una coctelera DJ's, tragos de autor y platos como bullabesa o Mont d’or con trufa y tendrás lo que es este lugar.

Si tuviese que irme a disfrutar de nieve pero sin esquiar, elegiría Andorra. Aquí el lujo más hedonista se vive en Sport Hotel Hermitage & Spa, convertido en emblema por su savoir faire y su propuesta de bienestar. Su “hermano”, el Sport Hotel Village, está en plena renovación para alcanzar la categoría de 5*, pero ya promete convertirse en uno de los grandes referentes de los Pirineos. Si buscas ese no sé qué que tienen los hoteles perdidos y de lo más cosy, echa un ojo a  L’Ovella Negra ubicado en el valle de Incles, que es sinónimo de desconexión total. Acceder hasta allí implica una pequeña aventura en ratrack (raquetas de nieve), pero vale la pena: un restaurante de kilómetro cero, sofás junto a la chimenea y habitaciones acogedoras te esperan, sin apenas conexión a internet, para que el dolce far niente sea absoluto.

Burbujas y nieve, ¿dónde hay que firmar?

Porque la nieve no sería lo mismo sin una copa de champagne en mano. Y es que son dos cosas que no sé por qué, pero que casan a la perfección. Dos de las grandes maison champaneras lo saben y tienen terrazas fantásticas para disfrutar del après-ski. En Grandvalira, la terraza In The Snow de Veuve Clicquot ofrece ostras, sashimi y una selección gourmet de caviar y ahumados maridados con sus etiquetas más exclusivas. Mientras que en Baqueira-Beret, es otro de los clásicos el que pone el hedonismo con la Möet Winter Lounge. Tiene su chalet alpino con chimenea y una terraza donde disfrutar de cocina rica (ostras, caviar, sushi, carnes...) y, por supuesto, las icónicas burbujas de Möet. Y lo mejor es que está a tan solo unos pasos andando desde el parking, por lo que los no esquiadores también podemos disfrutarla.

No hay invierno sin buena mesa

Si tanta burbuja te deja aturdido, igual hay que reponer fuerzas llenando el estómago. ¿Hedonismo en restaurantes? Hay para dar y tomar, claro. Si algo acompaña a la perfección un paisaje nevado es una buena mesa, y en este sentido, las montañas esconden auténticas joyas gastronómicas. En Sierra Nevada, El Chalet Suizo by Quesos de Suiza es una parada imprescindible para los amantes del queso, entre los que me hayo. Que no estamos en los Alpes, pero que ni falta que hace. Este chalet a más de 2.500 metros de altura, ofrece recetas tradicionales como la fondue o los macarrones de los Alpes, además del irresistible rösti con queso Gruyère y huevo. Acaban de remodelar el espacio y han ampliado la terraza, así que no se me ocurre mejor excusa para volver...

#nohayveranosinbeso. Pero, ¿no estábamos hablando del invierno? Es que también en Sierra Nevada, esta la sede de Beso Beach. Esta versión invernal del icónico chiringuito mediterráneo combina gastronomía, música y un buen ambiente animado. Te puedes comer clásicos como el meloso de carabineros o tirar por las carnes a la brasa, acompañadas de una selección de cócteles, que harán que quieras quedarte hasta el último rayo de sol.

¿Novedades de esta temporada? Dos más en Baqueira, que eleva todavía más su ya de por sí atractiva oferta culinaria. Otro que llegó desde las islas para quedarse fue Fandango Baqueira, ubicado en el coqueto pueblecito de Salardú. La propuesta gastronómica es un homenaje a la cocina de montaña, con guiños a la tradición francesa gracias a su cercanía al país vecino. Entre sus platos estrella, destaca la reconfortante sopa de cebolla con queso del valle, el chateaubriand, y un irresistible arroz de montaña con setas, pato y foie. Para ir de cabeza. 

La otra novedad viene con nombre de jamón. Cinco Jotas Grill es el paraíso del ibérico. ¿A quién no le gustan? Soy tan fan, -como Georgina-, que el regalo que más ilusión me ha hecho son unos cuantos sobres de jamón. No nos desviemos. A pie de pista y con vistas impresionantes de los Pirineos y los picos cercanos, es ya un sitio que no perderse. Su carta es un homenaje a los productos ibéricos de bellota 100%, donde cortes como la presa, el secreto o la pluma a la parrilla son los reyes indiscutibles. Pero eso no es todo: platos de cuchara como la olla aranesa, chipirones a la plancha con pisto de verduras o quesos con denominación de origen complementan una experiencia gratamente sorprendente.

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