VALÈNCIA. Les proponemos un juego. Piensen en diez nombres de artistas hombres de la Historia del Arte. Fácil, ¿no? Ahora hagan lo mismo con artistas mujeres. Y sin contar a Frida Kahlo. Ya no es tan fácil. Las historias del arte están cargadas de vacíos que desde la mirada actual se están intentando completar, una necesaria perspectiva de género que está revolucionando la labor de los museos de todo el mundo, especialmente de aquellos no contemporáneos, y obligando a investigar sobre las razones por las que las mujeres no ocuparon el lugar que merecían, una conversación que tiene que ver tanto con los contextos económicos y sociales como con una cuestión comunicativa. Lo que no se conoce no se puede amar, dicen. Seguir completando ese relato incompleto es el gran objetivo de la exposición Hacia poéticas de género. Mujeres artistas en España: 1804-1939, que inaugura el Museu de Belles Arts de València, una sala en las que se reúne a unas setenta firmas y en la que no solo importa lo que se ve, sino lo que hay detrás de cada obra.
El director del museo, Pablo González Tornel; el gerente del Consorci de Museus, José Luis Pérez Pont; el director del Instituto Aragonés de Arte y Cultura Contemporánea Pablo Serrano de Zaragoza, Julio Ramón Sanz, y la directora del proyecto de investigación, Concepción Lomba, han presentado el proyecto, una iniciativa que cristaliza en el ámbito expositivo pero cuya importancia no solo radica en la misma, sino, muy especialmente, en el proceso de investigación que se ha llevado a cabo para llegar a ella. “Estas obras no eran conocidas en la mayor parte de los casos […] Han sido decididamente olvidadas y eclipsadas”, relató Lomba durante la presentación, en la que deslizó uno de los datos clave de la investigación: del periodo sobre el que han trabajado se han contabilizado 830 artistas mujeres que trabajaban de forma continuada, de las que los investigadores destacan en torno a 200 por su calidad. Más datos: 62 son valencianas, lo que supondría un 6,5 por ciento del total de creadores.
La exposición recorre la historia del arte en España desde 1804 hasta el final de la Guerra Civil a través de setenta miradas singulares, un recorrido que habla de la pluralidad de los acercamientos de cada una de las artistas, un abanico en el que caben distintos géneros. Entre ellos, el autorretrato, imágenes realizadas con “conciencia de género”, explica Lomba, entre las que se incluyen a creadoras como Maruja Mallo o María Galán, piezas realizadas desde la “necesidad de representar su profesión”, de reivindicar su rol en el circuito artístico en una época en la que no solo era difícil el acceso a los grandes espacios, sino que se ponía en duda hasta su capacidad para estar a la altura de sus compañeros hombres. Con esos autorretratos que tanto dicen comienza el recorrido expositivo, un paseo que da cuenta de las miradas múltiples de las creadoras representadas a través de distintos géneros, entre los que están los motivos florales, históricamente relacionados con lo femenino, pero también conexiones muy claras con asuntos históricos o compromiso social.
También el paisaje es relevante en la muestra, con obras destacadas como la de Margarita Frau, un recorrido que tiene también presente a las creadoras valencianas, como Manuela Ballester, de quien se puede ver la obra Mis hermanas Rosita y Fina, o La chula de María Sorolla. Quizá uno de los elementos que más puedan sorprender es la presencia de diversos desnudos femeninos pintados –o esculpidos- por mujeres. No es ningún secreto que la puritana sociedad de la época vigilaba mucho estas representaciones, especialmente cuando se trataba de creadoras, con acceso limitado a la formación y mucho menos en espacios en los que hubiera un modelo desnudo. Así lo expresa la propia Concepción Lomba quien, además, subraya que hay una decisión “consciente” de representar estos desnudos en un momento y un país en el que no son especialmente habituales. Así, se encuentran obras como la escultura de Eva Aggerholm o la sugerente pintura de Aurelia Navarro a quien, por cierto, le acabó saliendo “muy caro”. La atención recibida le supuso un problema social y familiar, con lo que, poco a poco “fue desapareciendo” hasta acabar en un convento.
En este sentido, destacaron los impulsores de la muestra, una de las conclusiones a las que han llegado es que las autoras sobre las que han trabajado tienen los “mismos problemas” que sus compañeras del resto de Europa y América en el mismo periodo, una fotografía que hace necesario su estudio desde el punto de vista artístico y, por supuesto, social e histórico. También por lo que respecta a las propias instituciones museísticas. Las piezas expuestas vienen de museos como el Reina Sofía, el Museu Nacional d’Art de Catalunya o el Museo Nacional del Prado, así como de colecciones particulares, espacios que, como tantos otros, se encuentran inmersos en procesos de revisión interna por lo que respecta a la perspectiva de género. Tal es el caso del propio Museu de Belles Arts o el Consorci de Museus, desde lo que se han impulsado recientemente acciones y exposiciones mediante las que reconstruir esos espacios olvidados.
El Belles Arts lleva obras de Ribera al Petit Palais de París mientras que la Fundación Per Amor a l'Ar afianza su relación con el Thyssen