UNA SELECCIÓN DE VINOS AUTÉNTICOS

Riojas, riberas y verdejos con mayúsculas

Llegar al bar, pedir un vino y que te ofrezcan las tres consabidas posibilidades:ribera y rioja si es tinto, verdejo si es blanco. Muchas veces es el propio cliente el que los exige dándoles un carácter diminutivo y obviando cualquier otra opción.

7/04/2017 - 

En este espacio hedonista, como siempre decimos, nos gustan las cosas buenas. Todas. Defendemos la variedad y que cada bebida, si está bien hecha, tenga su hueco. Y reconocemos que muchas veces huimos de las más famosas denominaciones de origen. Prejuicios de los que hoy venimos dispuestos a despojarnos. Porque no hay absolutos. Nunca.

Partimos de tierras de grandes vinos. Tradiciones embotelladas que recorrían las barras de los pueblos y que tan sólo buscaban el disfrute. Pero la codicia y la soberbia son peligrosas y aparecen en escena para rodear lo natural de extraños aromas. Un jeroglífico de piña, coco y humo que hace perder el sentido. Pasión ciega que da paso al desengaño. Nada era verdad. Momento para mirarse hacia adentro. Volver la vista a lo que de verdad importa. Despojarse de maquillajes e imposturas. Desnudarse y ser uno mismo. Vivir y dar vida. La de los vinos auténticos, ya vengan de campos riojanos, de las lindes del Duero o estén hechos con la uva verdejo.

La verdejo es una variedad blanca que en España se encuentra fundamentalmente en Castilla y León, Castilla-La Mancha y Extremadura, aunque podemos encontrarla en otras zonas en menor proporción. Durante años se ha desvirtuado mermando su prestigio. Sobreproducción, baja calidad y mucha química hicieron que muchos la vieran con no muy buenos ojos. Pero por suerte, aún hay quien hace vinos con este varietal rescatando su verdadera esencia de austero heno. Especialmente esos jóvenes que reivindican el trabajo de nuestros antepasados recobrando el sabor de las raíces.

Un buen ejemplo es Bodegas Barco del Corneta y su Cucú 2016. Pajizos perfumes con el ímpetu de una juventud que no impide disfrutar con un evocador guiso de ave: pollo en pepitoria. En esta misma línea está el magnífico trabajo de Finca las Caraballas con Las Caraballas Verdejo Ecológico 2015. Complejo, sabroso y fresco. Persistencia con sutil amargor que degustamos con un plato de pasta con los espárragos trigueros que tan buenos están en temporada y mucho queso gratinado.

Otro verdejo que se sale de lo habitual es el Sanboal 2014 (Viña San Boal). Intenso, de gran personalidad y muy gastronómico. Lo tomamos con un plato muy especial, unas siempre deliciosas patatas a la importancia con algún producto marino capaz de sorprendernos. Nosso by Menade 2016 (Bodegas Menade) es un vino ecológico y natural fiel reflejo del terruño que lo acoge. Untuoso, herbáceo y sincero para el que aportamos una receta propia: arroz meloso con pulpo, manitas de cordero y setas.  

En la bodega Pagos de Nona hacen también un producto que se sale de la norma, el  Venagua 2015. Un vino sin filtrar al que su turbidez no hace sino reafirmarlo en el encanto que despliega. Gusto a fruta fresca de estupenda acidez que combina muy bien con unos pimientos rojos asados acompañados de caballa, los que tanto nos gustan de La Fisna, por ejemplo.  

Y para terminar con una auténtica rareza nos vamos a la Bodega Hijos de Alberto Gutiérrez donde probamos su De Alberto Dorado. Elaborado con un sistema muy parecido al de los vinos de jerez, ofrece complejos y redondos a frutos secos que tomamos de aperitivo con cecina de chivo.

Estamos ya en la Ribera del Duero donde la uva más extendida es la tinta del país o tempranillo, acompañada de otras que poco a poco van tomando impulso como la garnacha o la maturana. Una zona de las más conocidas que también ha ido perdiendo el prestigio que merece por épocas de excesiva madera y poco cariño. Como en el caso anterior, el panorama parece ir cambiando y van saliendo al mercado etiquetas que muestran la otra cara de esta tierra.

Entre los más conocidos de esta nueva hornada de vinos accesibles y que se beben solos está  Pruno 2015 (Finca Villacreces). Está elaborado con 90% de tinto fino –tempranillo- y un 10% de cabernet  sauvignon, uva foránea que en su justa medida no lo aparta de su identidad. Serio, varietal y de potencia medida nos parece ideal comer con el asado como el lechazo. ¿Viajamos a Campaspero?

 Súbito 2014 (Magna Vides y Vinos) es otro ejemplo de un vino que representa su paisaje con total descaro. Fruta roja, regaliz y verticalidad que nos beberemos muy a gusto con uno de los muchos pucheros que se hacen en nuestro país, un cocido castellano.

Buen representante del gran trabajo que están haciendo los nuevos enólogos ribereños es Milú 2016 (Quinta Milú), ágil y fresco vuelve a tiempos pasados que sí fueron mejores. Va bien con casi todo, pero hoy lo bebemos con pescado al horno con patatas, un pez con espinas, una dorada o una lubina. Maravilloso.

Ácrata Garnacha Tinta 2015 (Bodega Kirios de Adrada) es uno de los imprescindibles en nuestra bodega de cada día. Perfumado, fino y con carácter lo vamos a tener como anfitrión de una fiesta, la de la morcilla de arroz con huevos fritos.

Muy recomendable también el Phylos 2012 (Bodegas de Blas Serrano). Especiado, amargoso y de una intensidad que no avasalla lo tomamos con un clásico bien rico: truchas rellenas de jamón. Nos despedimos del Duero con Iterum 2015 (Bodegas Nunttium). Alegres frutos negros y moderados tostados que combinamos con una típica receta de bacalao a la burgalesa.

Nos vamos ya a La Rioja, una denominación de origen en la que se hacen excelentes vinos blancos, pero que es más conocida por los tintos, de los que hoy nos ocupamos. La variedad predominante es de nuevo la tempranillo, pero también hay garnacha, mazuelo o graciano, entre otras. Aquí también llegó la época de la sobre maduración, máxima extracción y muchas barricas nuevas que borraron de un soplo la personalidad de unos vinos únicos. Ahora son muchos los que reclaman otro tiempo y retoman olvidadas buenas costumbres.

Imposible en este caso no nombrar a Abel Mendoza y su Jarrarte 2013 (Bodega Abel Mendoza Monge). Un vino que muestra el terruño con vivarachas especias y aromáticas hierbas. Lo bebemos en pleno barrio Laurel con el Tío Agus, un pringoso bocadillo de cerdo con salsa. Deliciosa cochinada. Martínez Alesanco Reserva 2011 (Bodegas Martínez Alesanco), elaborado con tempranillo y un poco de garnacha es ligero, fluido y con la madera justa para que sea de trago largo. Ideal con unas deliciosas pencas de acelga rellenas de jamón, queso y pimiento.

Finca 2012 (Bodegas Gregorio Martínez), es un monovarietal mineral, ligero, agradable. Un vino que agrada y nunca cansa que bebemos junto a un platazo: caparrones con berza. Otro buen tempranillo, este vez con un poco de uva mazuelo, es Hacienda El Ternero Reserva 2010 (Viñedos del Ternero).  Sedoso, aromático y de estupenda acidez nos apetece con un chuletón en condiciones. Nos dejamos de tonterías y visitamos el Alameda.

El Primavera 2015 (Bodegas Tierra de Agrícola Labastida) sorprende con su frescura y atractivo. Precioso vino que queremos acompañar con nuestro pincho patrio, la tortilla de patata de nuestro bar preferido.

Antes de despedirnos un par de excelentes alternativas de otras variedades. Maisulan 2012 (Bodegas Maisulan), hecho con un 90% con graciano y un 10% con Maturana, muestra un sabroso umami de romero y tomillo que nos lleva a otro de nuestros preferidos de Logroño: los champis del Bar Soriano. Y para terminar un pequeño lujo, el Peña el Gato Natural 2015 (Bodegas Juan Carlos Sancha). Una garnacha seria y elegante que muestra nivel y nobleza a la altura de la mejor menestra de verduras.

Verdejitos, riberitas y riojitas, esta vez escritos con mayúsculas.