-Uno de los elementos importantes que aparece en la película es el de la gastronomía. ¿Es un elemento necesario para el hilo argumental, pero actúa un poco como un McGuffin de estos, no? ¿Por qué utilizarlo?
-Pues en primer lugar porque mi segunda pasión es la gastronomía, yo habría querido ser algo relacionado con ella, así es que cuando valoramos el personaje, nos vino como primera opción que fuera cocinera, pero sí, es un excusa para contar otra historia, y nos ofrecía posibilidades como figura retórica para el argumento muy potentes, mostrando cómo se cocina con pinzas en un restaurante con estrellas Michelin, en NY, y como se hace un arroz cada día en un restaurante de la isla. Es una especie de reivindicación, porque para quienes nos gusta la comida, la materia prima y el producto es la base de todo, luego se puede tratar o procesar, pero lo sustancial es eso”. Intentando no desvelar secretos de la trama, este contraste deviene imprescindible para la carrera de chef de la personaje principal, esa Jan/Alejandra que ha perdido la lengua del padre, pero tiene el espíritu de la isla dentro. “Una de las mejores experiencias que nos ha dado la película es haber podido trabajar con Susi (Díaz, propietaria y chef de La Finca) y su equipo, en su restaurante. Para nosotros era imposible conseguir una cocina de estas características en NY, le propusimos a ella que las cocinas de su restaurante se transformaran en las de un restaurante neoyorquino, y ella estuvo encantada. Nos asesoró, su equipo aparece en las escenas de creación culinaria. Si no hubiera colaborado, de manera desinteresada, no habría sido posible recrear de la manera en que lo hacemos ese ambiente. Y desde luego, todo el equipo técnico, actores, tanto de aquí, como norteamericanos, nos han dicho que ¡ha sido el mejor catering que han probado nunca en un rodaje! Todo el equipo técnico, con gente de València, de Barcelona, de aquí, acabaron convencidos de que nunca habían estado, ni posiblemente estarían, en un rodaje como este, en pantalón corto todo el tiempo, bañándose en cada descanso, con un clima magnífico que nos acompañó durante todo el rodaje, comiendo genial… bueno, hubo buen tiempo todos los días, menos el día en que teníamos que rodar la tormenta. Nos trajimos un equipo carísimo para recrear la lluvia y cuando dije ‘cortad’, porque había acabado la escena, seguía cayendo agua, y entonces nos dimos cuenta de que estaba lloviendo, la isla estaba diciéndonos que estaba allí, presente, como un personaje más”.
-Tan presente que aquí seguís, después de acabada y a punto de estrenarse...
-Sí, sí, porque estamos rodando un documental sobre la vida de Tabarca, una aproximación poética a la vida en la isla, con la que llevamos ya un tiempo. Nos interesa ver cómo la vida de la isla evoluciona a lo largo de las estaciones del año, a través de la visión de los propios tabarquinos, con los que estamos conviviendo en diferentes temporadas. Pretendemos tenerlo acabado en un año. Recibimos una ayuda del Docs València, el Festival de Documentales de Valéncia, donde ganamos el Premi MiradasDoc y el À Punt Mèdia, con el proyecto Posidonia, por lo que tenemos una ayuda de la televisión valenciana À Punt para realizarlo. Teníamos que haber comenzado antes, pero antes tocaba acabar Fishbone y todo lo que supone. Para ello estamos aquí una unidad reducida que vamos siguiendo el día a día de ciertas personas de la isla, como Antonio, un poco el hombre que lo arregla todo en la isla, un pintor alemán, que reside aquí desde hace 40 años y que sólo se marcha a Alemania en el período estival, Matthias Schäffer, que nos ha servido de inspiración para el personaje de Simón (Manuel de Blas en la ficción), la vida diaria en contraste con la ficción de Fishbone”.