ALICANTE. Enrique Quique y Roberto Ruiz Cubero son dos hermanos bien avenidos que decidieron dejar de ser los RC Brothers para convertirse en los Hermanos Cubero, un dueto de guitarra y mandolina que acompañan sus voces de canto oracular. La mandolina hace las voces de la dulzaina, mientras que la guitarra las rítmicas del tamboril, en la música tradicional alcarreña de su Guadalajara natal. Por ello decidieron autodenominarse cordaineros, en homenaje a los dulzaineros que mantienen la llama de los sones tradicionales. ¿Dónde está la novedad? Bueno, ellos dirán que en ningún sitio, que no han inventado nada, que solo beben de las fuentes que ya existen, pero estas fuentes son, ni más ni menos, dos músicas de raíz separadas por unos cuantos miles de kilómetros, Castilla y Kentucky, jota y bluegrass en dosis tan bien medidas como un cóctel de bourbon y orujo con aroma de manzana reineta.
Tras tres discos autoproducidos, Cordaineros de la Alcarria (2010), Flor de canciones (2013), A burrasca perdida (2015), se incorporan a la escudería del Segell del Primavera barcelonés, en el que publican Arte y orgullo (2016). El folk siempre ha sido un territorio abonado a la autenticidad y la desnudez de los músicos, que más que hacer gala de su virtuosismo técnico, que también, permite una desnudez emocional que las diferentes capas de producción de otros estilos no siempre deja entrever. No es gratuito que el siguiente disco naciera de lo más profundo del dolor y la pérdida, tras el fallecimiento de la esposa de Quique, a causa de un cáncer fulminante. Las canciones que surgieron entonces se alejaban, tanto estilísticamente como en sus letras, de la celebración de la tierra y la vida que es la música de labranza, recolecta y fiesta, base de los sonidos de raíz. Y aunque Quique tuvo la duda, Roberto le sacó de ella, era necesario convertir ese cancionero de duelo en el siguiente disco de los Hermanos Cubero. Nunca estaremos lo suficientemente agradecidos al tesón de Roberto. Quique dibuja la tristeza (2018), segundo disco con El Segell, son once canciones que emocionan desde la primera escucha, sin necesidad de conocer el origen luctuoso de sus temas, pero que, a la vez, van dejando poso y recuerdo, provocando el tarareo inconsciente, horas después de haberlas escuchado, la recitación en voz baja de alguno de sus versos… “cómo podré ordenar / lo que pasa por mi cabeza…”
El próximo sábado, 11 de mayo, en los conciertos matinales de Movistar+ en el CCCC Las Cigarreras de Alicante, los Hermanos Cubero compartirán escenario con Marta Margaix, a partir de las 12 del mediodía.
-Ya lleváis girando y cantando las canciones de “Quique dibuja tristeza” casi un año, ¿todavía forma parte de las etapas del duelo?
(Quique) No creo que haya un diagrama concreto de las etapas del duelo que se pueda aplicar a todas y cada una de las personas. Cada cual lo gestionará de una forma personal, haciendo hincapié en una u otra cosa y marcándose distintos plazos. En nuestro caso, hablando concretamente de estas canciones, hace tiempo que pasaron a ser sencillamente eso, canciones. Con toda la carga emocional que llevan intrínsecamente explícita, pero canciones simplemente a la hora de interpretarlas. Eso se aplica exclusivamente a la hora de tocarlas, como digo. El duelo se manifiesta en otros momentos del día y en otros ámbitos y circunstancias.
-La mayoría de la crítica, hablando de “Quique dibuja tristeza”, hace referencia del bluegrass primigenio, de una cierta sobrecarga del peso Bill Monroe sobre el peso Agapito Marazuela, de Nick Cave o Sufjan Stevens como ejemplos de introspección y desnudez emocional, sin embargo, hay una sonoridad que yo encuentro tras muchos de los temas, y la incorporación del contrabajo y el violín, que es la de la música mexicana: rancheras, sones, valses, polcas, danzones, en las que los cordófonos son la instrumentación predominante, y las voces rasgan como un lamento, pero invitan a la vida. ¿Hay algo de eso realmente?
(Quique) La música mexicana es uno de mis estilos predilectos y, por tanto, una de mis grandes influencias, así que no es de extrañar que aparezca ese matiz, esa pincelada. Cuando comencé a escribir estas canciones para mí, para ordenar mis pensamientos, no pensé en ceñirme a ningún estilo, no era eso lo importante, así que es natural que se trasluzcan esos gustos. No es así con la comparación que nos suelen hacer con Nick Cave o Sufjan Stevens, a quienes solo conozco de oídas y nunca me he fijado en su música.
-Dos tipos con una guitarra y una mandolina, ahora cuatro, con el contrabajo y el violín, ¿suena un poco punk, no?
(Quique) Bueno, vivimos unos tiempos en que se utiliza mucho el calificativo de punk, es recurrente usarlo prácticamente para cualquier cosa que no entendamos o que nos sorprenda. En ese uso del término podría admitir que sí, que lo es. Sin embargo, si nos ceñimos al significado de punk y lo que supuso esa música en la época de su eclosión no creo que se nos pueda aplicar en absoluto. El dúo de guitarra y mandolina es una formación clásica en la música desde principios del siglo XIX (si no antes) y el uso que nosotros hacemos de los recursos interpretativos de cada instrumento está muy alejado de la estética punk. Y el formato de cuarteto aún lo hace más estándar y de escucha más fácil y, por tanto, menos punk en esa acepción que decía el principio.
Es que creo que ni siquiera es sorprendente, cualquiera con un mínimo de cultura musical sabe que no inventamos nada, son formaciones tradicionales en muchos estilos y ámbitos diferentes de la música. Claro, si lo comparamos con la música comercial de radio fórmula sí que difiere, no podría ser de otra manera.
-Hace poco, charlando con la escritora Marta Sanz, dijo que no hay nada más pop que la zarzuela. ¿La música tradicional ha dejado de ser popular, después de su manipulación por el régimen franquista y el advenimiento del “pop” que todo lo engulle?
(Quique) A mi modo de ver, muy a menudo, se confunde el término anglosajón “pop” con el término castellano “popular”. Yo no sé si la zarzuela es pop, si lo fue en su momento, cuando era muy popular, o lo sigue siendo a día de hoy. Sin duda, la música tradicional o basada en la tradición no pasa por su momento de máximo esplendor. El objeto fundamental de esa música, que era acompañar las labores y los ciclos de la vida, en este momento no tiene sentido y ahora lo que es popular son otros estilos que tienen usos diferentes. Como dices, la apropiación por parte del régimen de una parte de esa música popular, y la falsa modernidad impuesta por modas y grandes compañías de que lo extranjero es mejor, ha relegado la música de raíz a un segundo plano si la miramos con la visión moderna del capitalismo, pero si profundizamos y miramos un poco más allá, encontraremos una música viva, con grandes intérpretes y grupos actuales y que aun estando lejos de la popularidad de la que gozó en su momento, o de la que gozan estilos más modernos, tiene una fuerte salud y una gran representación si sabemos dónde ir a buscarla. En definitiva, y contestando a la pregunta, no creo que haya dejado de ser popular, pero en la sociedad en que vivimos, y con tantas fuentes de información y con la globalización, ya no podemos hablar de una sola música popular. La música tradicional o de raíz o basada en la tradición, sigue siendo popular y convive con otras músicas que también lo son en otros círculos. Por otro lado, no creo que fuera el pop lo que engulló al resto de músicas, si no la industria del pop, el capitalismo, al fin y al cabo.
- ¿Dirigís vuestras canciones a un público concreto, y si es así, cuál es el resultado final?
(Quique) No, en absoluto. No pensamos en un público en concreto cuando hacemos nuestra música, aunque suene egoísta, solamente pensamos en nosotros mismos, si a nosotros nos gusta es válida. Eso nos da la honestidad necesaria para defenderla delante de cualquier público, tal vez sea por eso que no tenemos un público definido, el abanico es muy amplio y nosotros tenemos la certeza de hacer exactamente lo que queremos.
-En la cubierta de “Arte y orgullo” se destaca el logo de grabación en sonido ambisónico… con los sistemas de reproducción actuales, ¿qué gana y qué pierde una propuesta tan desnuda y “orgánica” como la vuestra?
(Roberto) Nuestra filosofía a la hora de grabar es la honestidad. Grabamos en directo, sin añadir pistas y con una edición mínima. Básicamente porque no nos gustan los discos asépticos donde todo suena perfecto, pero no dice nada. Es como comprar las naranjas del supermercado, todas iguales, limpias, del mismo calibre, barnizadas y en una red roja, pero que no tienen mucho sabor, o comprar naranjas al tío que tiene 4 naranjos en su huerto, que te las tienes que llevar tú en tu propia bolsa, sucias, con cagadas de pájaro, arrugadas, unas grandes otras pequeñas, pero que cuando te las comes son insuperables.
Dicho de otra manera, nos gusta sonar como si no hubiera nada intermedio entre nosotros y el oyente, ni aparatos ni técnicos. Es lo más difícil de hacer, pero Suso Ramallo, el gurú del sonido, sabe muy bien cómo hacerlo y es por eso que hemos grabado con él nuestros últimos 3 trabajos.
-Respecto de las grabaciones, pasasteis de la autoedición al Segell del Primavera. ¿Casu(us)alidades de la industria o desde Barcelona hay una visión de lo que pasa musicalmente por ahí que no hay en otros sitios?
(Roberto) El roster del Segell del Primavera es muy ecléctico. Esa apertura de miras puede venir en parte por la falta de complejos locales que dan las ciudades grandes. Parece un movimiento interesante especializarse en no tener especialización. Desde luego para una propuesta como la nuestra es un buen espacio donde trabajar, ya que tanto para El Segell como para nosotros el espíritu creativo es lo más importante, y en ese aspecto nos sentimos muy respetados por el sello.
-¿Mantenéis contacto con alguna otra gente que está haciendo crossovers desde otras tradiciones folclóricas, caso de Guadalupe Plata, Rocío Márquez, Miquel Gil, Els Jóvens, Kepa Junquera desde hace mucho tiempo…? ¿Hay una escena y un circuito folk-pop?
(Roberto) Hemos compartido cartel con casi todos los que mencionas, e incluso hemos colaborado estrechamente con algunos. No hay escena o circuito folk-pop, las diferentes propuestas artísticas nos vamos acomodando y encontrando nuestro camino. La cuestión es que cada una de estas propuestas es tan distinta de las demás como puede ser, entonces es muy difícil poner etiquetas y venderlo como un movimiento comercial, que es con lo que se funciona en el mercado musical de este país desde siempre. Entonces, en vez de funcionar como otros circuitos donde las propuestas artísticas son más homogéneas, lo que tenemos aquí son múltiples movimientos en distintas direcciones, y esa libertad individual en lo creativo es lo que hace más interesante cada propuesta.
Pere Fuset ha hecho un llamamiento para que los vecinos y vecinas de València disfruten de la música y de tradiciones muy arraigadas en nuestra ciudad
El divendres 31 de maig, a les 19 hores, en el marc del cicle de música valenciana ‘Indrets Sonors’